Thursday, March 31, 2011

APOCALYPTICA “Cult” (Universal Music, 2000)


Las mentes de los cuatro finlandeses que integran Apocalyptica conllevan una educación neta y estrictamente clásica, pero sus corazones se rigen por el viejo y querido metal nuestro de cada día. De tal forma, le dan vida a una metamorfosis tan insólita como fascinante: heavy metal tocado íntegramente con chelos y, en menor medida, violines. Uno casi puede visualizarlos, blandiendo sus arcos de izquierda a derecha mientras revolean las melenas y excitan las cuerdas con iguales dosis de intensidad y delicadez. No usan púas, pedaleras de efectos ni palanca alguna, pero increíblemente se las rebuscan para engendrar varios de los riffs más pesados de los últimos años, desafiando incluso los límites mismos de sus instrumentos y forzándolos a escupir sonidos para los cuales no fueron originariamente concebidos. 

Como en el debut “Apocalyptica Plays Metallica By Four Cellos” (editado en 1996 y constituido en su totalidad por covers de la agrupación de Hetfield y Ulrich, interpretados, claro está, exclusivamente por chelos), en el cual las cuerdas reproducían, hasta el último detalle, cada golpe de batería, cada melodía vocal y cada nota de cada solo de guitarra en un festín bizarramente acústico. En “Inquisition Symphony” (1998) las bandas sometidas a tan descabellado tratamiento fueron varias, pero “Cult” extiende aún más los límites al ofrecer a unos Apocalyptica que por fin se le atreven a un álbum conformado por composiciones de su propia autoría. El nexo entre espada y pluma es aquí constante y alcanza proporciones de calidad antes meramente insinuadas, pero por sobre todo asombra el grado de soberbia experimentación que la banda obtiene al incorporar elementos percusivos mientras las melodías fluctúan entre la belleza celestial y el machaque sin anestesia. El calidoscopio resultante entrelaza una variedad de colores y matices en apariencia incompatibles pero que una vez copulados, sin embargo, se presentan íntima y conmovedoramente indisolubles. Y hacia el final el cuarteto retoma la tradición que a estas alturas adoptó como marca registrada, versionando estupendamente “Until It Sleeps” y “Fight Fire With Fire” (de, una vez más, Metallica), y “Hall Of The Mountain King”, de Edward Grieg. Una elección que podría resultar poco menos que ridícula bajo otras circunstancias, pero en el caso de Apocalyptica constituye la analogía perfecta.

Monday, March 28, 2011

DRACONIAN “Arcane Rain Fell” (Napalm Records, 2005)


Si “Where Lovers Mourn” (2003) constituía el álbum más logrado de Theatre Of Tragedy tras “Aegis” (1998) jamás editado por Theatre Of Tragedy, “Arcane Rain Fell” representa entonces la obra más devastadora y conmovedora de My Dying Bride en los últimos años no editada por My Dying Bride. Ése es el encanto de los suecos Draconian: apoderase de un sonido ajeno y retomarlo, con suma maestría y total control, en su momento de mayor gloria. El resultado, irónicamente, no se experimenta como un simple plagio, y ni siquiera como un “homenaje” más, sino como una suerte de preservación de todo aquello que convierte al pináculo creativo de un género determinado en algo único e irrepetible. En “Arcane Rain Fell” el doom metal al estilo de la época dorada de My Dying Bride, conscientemente o no (nos inclinamos por la primera opción, ¿no?), es elevado a la décima potencia. Más de lo mismo, sí, pero en mejor estado que nunca, y en muchos casos mejor incluso que los originales. Y bienvenido sea. Estas cosas no se explican, sino que se sienten. Y todo en “Arcane Rain Fell” nos hace pensar/sentir que estamos ante algo tan legítimo como honorable, cuya fuente de origen queda fuera de la discusión. Todo pareciera estar en su punto justo en este disco. Desde los primeros instantes de “A Scenery Of Loss” (si te gustan My Dying Bride, While Heaven Wept, Officium Triste y derivados, el primer minuto de este tema debería alcanzar para ponerte la piel de gallina de forma instantánea) hasta los más de quince minutos de “Death, Come Near Me” (una nueva versión del tema que originalmente apareciera en el demo “Dark Oceans We Cry” de 2002). Acaso ya hayas escuchado ideas similares anteriormente, pero de alguna forma el septeto consigue desplegar una obra cuya envidiable consistencia se siente como nueva al tacto de los oídos, y no da tregua bajo ninguna circunstancia.

“Arcane Rain Fell” despliega un estilo más lento, más nebuloso, más agrio y más abatido que “Where Lovers Mourn”. El disco apunta a las muñecas y amenaza con desangrarlas mediante navajazos convertidos en melodías. En esta oportunidad Anders Jacobsson gruñe tanto como recita (en algunos momentos de “Expostulation” podría ser incluso confundido con el mismísimo Aaron Stainthorpe), mientras que los contrapuntos de Lisa Johansson se tornan más distantes entre sí, y por ende más especiales. Draconian deja de lado al sonido teatralmente trágico de su debut para priorizar las desdichas de “la miseria de la luz del día”, aquel mal que todo amante del doom seguramente sabrá reconocer como propio una vez escuchada “Daylight Misery”. “otro día va a ir mal / otra lágrima en esta vida tan gris / si alguna vez me viste sonreír / deberías saber que adentro mío me sentí enfermo...”, reza una de sus estrofas. Draconian abre las puertas de sus/nuestras desgracias y nos dice “bienvenidos al club”. Y después las puertas se cierran. Todo se cierra. De eso se trata el doom metal. De cerrar, de asfixiar, de oprimir, de purgar. Exprimir lo poco que queda, hasta la última gota de vida. Para luego volver a empezar de cero. 

ADAMANTER “The Shadow Mirror” (Black Lotus Records / The End Records, 2003)


Más italianos powermetaleros (cantante imitador de Fabio Lione incluido) con buenas intenciones, buen sentido de la melodía, decentes arreglos y deplorable producción. Escuché demos que suenan diez veces más profesionales que “The Shadow Mirror”, y el hecho de tratarse de un debut no debería justificar la inservible y miserable calidad sonora. “Minstrel Of Pain”, el tema que abre la placa, supera los doce minutos y se divide en cinco heterogéneos tracks que vislumbran esperanzas, pero la bochornosa mezcla provoca que la batería y la voz eclipsen por completo a las guitarras (que apenas se escuchan) desde el primer al último segundo (siendo los coros de “A Leaf In The Whirl” uno de los ejemplos más vergonzosos), y resulta evidente que el responsable de aprobar la cinta maestra debería consultar a un otorrinólogo con urgencia. Mucho de Labyrinth, Skylark, Vision Divine y por supuesto Rhapsody. Pero nada remotamente inédito ni cuanto menos fresco. El entusiasmo sobra, el resto es impresentable.

ABUSED MAJESTY “Serpenthrone” (Adipocere Records, 2005)


El problema de siempre hace acto de presencia en “Serpenthrone”: buenos instrumentistas, buena producción, buenos arreglos, buenas intenciones, buen arte de tapa… pero una vez más el todo pareciera no beneficiarse de sus partes y el resultado ya lo conocemos de sobra. “A Dream Of Sleeping Warriors” y “Reviving Of The Master Of The Dead” tienen lo que hay que tener para asombrar, pero consiguen tan sólo entretener a medias, y el maremoto de riffs y blast-beats golpea sin causarnos herida alguna. Si bien los teclados desempeñan un rol de considerable importancia en el producto final, los polacos Abused Majesty no abusan de su ingrediente majestuoso y en su lugar ofrecen otro notable álbum debut de death/black metal de corte sinfónico y levemente atmosférico. Y ése es precisamente el problema: tan sólo otro notable álbum. Los tiempos cambian pero las cosas siguen igual, y por ende las exigencias ya hoy son otras. Abused Majesty, sin llegar a decepcionar del todo, no consigue satisfacerlas. 

Thursday, March 24, 2011

DARK TRANQUILLITY “Exposures – In Retrospect And Denial” (Century Media Records, 2004)


El death metal melódico, en especial aquel proveniente de la mentada ciudad de Gotemburgo, suele asociarse al vértigo y la adrenalina a la hora de definir sus cualidades fundamentales, obteniendo una de las vertientes más dinámicas, frenéticas y contagiosas de la música pesada contemporánea. Una verdadera “montaña rusa de riffs y melodías”, como muchos describen (correctamente) a este sub-género cuya popularidad pareciera nunca decaer. Y desde 1993, Dark Tranquillity supo apropiarse de tales características hasta perfeccionarlas, refinarlas y prosperarlas, para finalmente, luego de la separación de At The Gates y los contínuos vaivenes de In Flames, perfilarse como los amos indiscutidos del estilo. El presente del grupo expone una sofisticación y un nivel emotivo envidiables en el que los teclados son tan importantes como las guitarras y la voz de Mikael Stanne no le teme a la experimentación suave y romántica, sin que esto implique que lo “melódico” eclipse a lo “death”. Quizás hoy, luego de tantos años, el nombre “Tranquilidad Oscura” finalmente nos revele su verdadero significado.

Para celebrar los quince años, y a pocos meses de un nuevo larga duración de estudio, el sexteto presenta “Exposures – In Retrospect And Denial”, un lanzamiento especial de dos discos que funciona a modo de re-edición, compilado y álbum en vivo, todo al mismo tiempo. El primer CD contiene siete tracks extraídos de las sesiones de grabación de los tres últimos trabajos del grupo [“Projector” (1999), “Haven” (2000) y “Damage Done” (2002)], más el Ep de siete pulgadas “A Moonclad Reflection” (1992) y el demo “Trail Of Life Decayed” (1991), ambos re-masterizados y hasta hoy casi imposibles de conseguir. De los temas inéditos, “Exposure” y “Cornered” podían encontrarse previamente en ediciones limitadas y/o japonesas, pero piezas como “Static”, “No One” e “In Sight” se presentan aquí por primera vez y de manera totalmente exclusiva. Lo importante es que todas ellas poseen el nivel de calidad necesario como para haber figurado en los lanzamientos originales sin problema alguno, sobre todo las fenomenales “Static” y “No One”. Acaso la explicación sobre su confinamiento inicial sea sencilla: todas suenan en mayor o menor medida a otras piezas disponibles en los discos antes citados. Muchas bandas, no obstante, pagarían considerables sumas para acceder al nivel de exquisitez compositiva que Dark Tranquillity no considera como suficiente.

El demo y el 7” no poseen grandes diferencias: ambos son sumamente crudos, de sonido precario (incluso tras la re-masterización), con gran protagonismo de blast-beats y doble-bombo, y casi cercanos al black metal en su enfoque (escuchen “Midwinter/Beyond Enlightenment”, por ejemplo) en lugar de lo que hoy conocemos como “death melódico”. En los dos casos la voz (áspera, semi-gritada y descolorida) estuvo a cargo de Anders Friden (Mikael Stanne se ocupaba de las guitarras, junto al siempre presente Niklas Sundin) antes de su ingreso a In Flames en 1993 (irónicamente, Stanne cantó en “Lunar Strain”, el primer Ep de In Flames editado en 1994, justamente antes de pasar a convertirse en el vocalista estable de Dark Tranquillity). Escuchar estas reliquias de un mundo olvidado resulta una tarea fascinante, como descubrir los planos y esbozos originales de lo que luego sería una obra inmensa.

El segundo CD ofrece más de 78 minutos en vivo, registrados en Polonia el 7 de octubre de 2002, durante la gira de “Damage Done”. La misma grabación se encuentra disponible también en formato DVD, bajo el título “Live Damage”, pero de alguna forma los temas funcionan mejor, o al menos se prestan más a las escuchas repetidas, en esta variante sin imágenes. La lista de tracks en ambos casos es idéntica, salvo por la ausencia de “UnDo Control”, probablemente por falta de espacio.

El booklet sin dudas será muy apreciado por los amantes del grupo e incluye letras, montones de fotos tomadas durante a lo largo de diversas épocas, reproducciones de los diferentes logos, una cronología de la formación, y extensas e informativas notas cubriendo la historia y los orígenes del grupo (que originalmente se hacía llamar Septic Broiler) y del género, de 1986 en adelante. El texto no sólo merece ser leído, sino que confirma que todavía vale la pena comprar y coleccionar discos originales.  

Siete temas raros o inéditos, un demo, un 7” y un álbum en vivo completo al precio de un CD simple. La conclusión es obvia. 

Tuesday, March 22, 2011

DARK TRANQUILLITY “Damage Done” (Century Media, 2002)


La estrategia de Dark Tranquillity fue inteligente. Tras el lanzamiento de “The Mind´s I” (1997), tercer larga duración de los suecos, el death metal melódico de Gotenburgo enfrentaba una encrucijada que colocaba al género entre la popularidad rotunda y el inocultable estancamiento creativo. Los mismos síntomas eran sufridos por In Flames y el resto de las agrupaciones que continuaban milimétricamente sus pasos, pero Dark Tranquillity encontró una cura que revitalizaría al estilo y, al mismo tiempo, marcaría un punto de quiebre en su carrera: “Projector” (1999), un álbum en el que las vocalizaciones calmas y limpias con las que la banda experimentara tímidamente en sus comienzos adquirían un protagonismo inusitado, y la experimentación irrumpía desde diversas áreas con resultados admirables en todas ellas. Oh sorpresa. El metal extremo sueco comenzaba a agotar la paciencia y uno de sus principales exponentes salía exitosamente al rescate. Secuela inesperada: “Haven” (2000), una “vuelta a las raíces” que no obstante retenía numerosas virtudes expuestas inicialmente en “Projector”, si bien Mikael Stanne abandonaba las voces armoniosas casi en su totalidad. Oh sorpresa, parte 2. Muchos comenzaban a extrañar el vértigo adrenalínico de clásicos como “The Gallery” (1995), y DarkTranquillity nuevamente tenía la solución. Un único álbum, editado en el momento oportuno y con los ingredientes necesarios, bastó para vigorizar el sonido del grupo de forma considerable. Todo aquello que viniese a continuación pareciera beneficiarse del efecto, y tal es el caso, una vez más, de “Damage Done”.

Un dato importante: Stanne vocifera de principio a fin, y en esta oportunidad no hay lugar para las excepciones. Sin embargo, el “factor sorpresa” no desempeña aquí un rol principal. La totalidad de las nuevas composiciones continúan básicamente los pasos de “Haven” sin notables vueltas de tuerca, pero la frescura se mantiene intacta tanto en las melodías como en la contundencia, dos elementos que no ocultan secretos para el grupo.

Año tras año el ahora sexteto aparenta concentrarse menos en los riffs y más en los arreglos de teclados y las melodías como sostén de sus creaciones, y el desempeño de Martin Brandstrom en todo aquello que la banda describe como “electrónica” merece ser indefectiblemente resaltado. Desde su incorporación luego de “Projector”, Brandstrom redefinió el sonido de Dark Tranquillity incorporando pasión y delicadeza donde antes sólo había emoción y garra. Las melodías principales de las estupendas “The Treason Wall” o “Format C: For Cortex” son dos claros ejemplos, pero las teclas de Brandstrom construyen asimismo sutiles atmósferas secundarias o interludios de notable belleza clásica en todo momento, incluso en piezas un tanto más convencionales y estructuradas tradicionalmente en base a las guitarras de Niklas Sundin y Martin Henriksson, como la que da nombre al disco.

Dark Tranquillity practica aquí una suerte de death metal melódico sofisticado con mucho de “melódico” y muy poco de “death metal”. Puede que “Damage Done” se trate de un trabajo menor en comparación a sus dos predecesores inmediatos, pero no por ello irrelevante. El nivel de crecimiento demostrado en numerosas áreas impide semejante desvalorización. Todo se reduce a una cuestión de fechas: De haber sido editado antes que “Haven”, esta nueva obra se hubiese distinguido aún más. Probablemente la fórmula vuelva a ser renovada en el próximo larga duración para evitar nuevos estancamientos; aunque ante resultados tan notables como “Damage Done” uno se pregunta si tal proceder es realmente necesario. 

Monday, March 21, 2011

HAMMERFALL “Chapter V: Unbent, Unbowed, Unbroken” (Nuclear Blast Records, 2005)


A esta altura nadie pretende que un álbum de Hammerfall sorprenda o se desvíe, ni siquiera por una fracción de milímetro, del mismo camino de siempre. Desde el célebre “Glory To The Brave” (1997) en adelante, el martillo viene cayendo con igual peso y estruendo, una y otra y otra vez. Al imitar (y sin dudas ésa es la palabra acertada) a sus ídolos de infancia, primero de forma un tanto cohibida y hoy sin tapujo alguno, los suecos reavivaron todo un género, vendieron centenas de miles de discos, y acumularon infinidad de excusas para ser adorados por los amantes del “verdadero” metal... y repudiados por sus detractores. ¿Cuántas veces se pueden volver a utilizar las ideas y recursos que Judas Priest, Iron Maiden, Manowar, Dio y Accept ya propagaron en infinidad de oportunidades a lo largo de más de dos décadas? Increíblemente, Hammerfall le encontró la vuelta a la incógnita, superando de muchas formas a los maestros en su propio juego, y viviendo hoy, de hecho, de semejante proeza. Todo por culpa de los templarios, los renegados, los truenos metálicos, y esos reyes cuyo legado había quedado en manos de meros aspirantes a príncipes. Si hay una banda que “se ama o se odia” dentro de la fauna actual metalera, ésa es Hammerfall. La gracia reside en aceptar esta característica, de la misma forma que el grupo la acepta y nunca deja de reconocer, y sencillamente disfrutar de una saludable dosis del viejo y querido heavy metal ochentero de siempre; que al fin de cuentas nunca viene mal. 

Y allí reside justamente el problema de “Chapter V: Unbent, Unbowed, Unbroken”. La fórmula no está ni tergiversada, ni rota, ni se arrodilla ante ningún nuevo capricho estilístico, pero en alguna parte, en algún momento, el ingrediente “mágico” de Hammerfall, aquel que les permite entusiasmarnos, llenarnos de euforia  y obligarnos a levantar los puños contra nuestra propia voluntad... se perdió. O sencillamente se olvidaron de incluirlo junto con este disco, a pesar de que además de las diez canciones de turno la edición sí trae algo tan innecesario y risible como un preservativo con la “H” en el centro de su envoltorio y un mensaje que nos incita a “levantar el martillo”... En fin...

Hammerfall nunca sonó tanto a Accept como en este quinto trabajo. Como ocurría con “Crimson Thunder” (2002), los medios tiempos son aquí los protagonistas, y ya no tanto el doble bombo, salvo en momentos como “Secrets”, que abre la placa a puro estereotipo. El resto de las estructuras continúan funcionando en piloto automático, congeladas (al igual que el guerrero de la tapa) en el tiempo, incluyendo la balada “Never, Ever” (¡un encendedor acá!) y un instrumental ultra-endeble, “Imperial”, íntegramente interpretado en guitarra acústica. “The Templar Flame” y “Take The Black” constituyen los momentos más emocionantes y contagiosos, y la única sorpresa (¿alguna vez imaginaron ver las palabras “sorpresa” y “Hammerfall” en un mismo lugar?) resulta ser la (¿graciosa o patética? Todavía no me decido) participación de Cronos (Venom) en “Knights Of The 21st Century” y sus más de doce minutos de atmósferas oscuras (al estilo Hammerfall, claro), coros solemnes y ritmos de batería para principiantes. 

Y eso es básicamente todo. Si te gustan los clichés, con Hammerfall siempre vas a estar de parabienes, pero este quinto “capítulo” nunca consigue invocar el gaudeamus de previsibilidad (y el consecuente encanto que significa “adivinar lo que viene después”) de sus predecesores, presentándose de muchas formas como la obra más anodina, distante y fría del quinteto hasta la fecha. Incluso la producción de Charlie Bauerfeind carece del impacto o la espectacularidad necesarias. Porque así como uno con Hammerfall ya sabe a qué atenerse, justo es también afirmar que las pretensiones a la hora de ser entretenidos siempre son altas, y en esta oportunidad sólo se cumplen a medias. Será que de tanto golpe uniforme, el martillo ya necesita que lo jubilen...

Wednesday, March 16, 2011

HAMMERFALL “One Crimson Night” (Nuclear Blast Records, 2003)


Un álbum en vivo de Hammerfall resultaba tan predecible como los recursos utilizados por los suecos en cada una de sus obras de estudio.  Y de hecho, dos DVD’s (“The First Crusade” de 1999 y “The Templar Renegade Crusades” de 2002) e incluso un Mini-DVD (“Hearts On Fire” de 2002) -todos ellos conteniendo material en vivo en mayor o menor medida- anteceden a este “One Crimson Night” (un CD doble grabado en Suecia que por supuesto también se encuentra disponible en DVD, sin los bonus tracks). El Legado De Los Reyes continúa siendo explotado, y en materia de variedad/cantidad de lanzamientos audio-visuales, Hammerfall es más Manowar que Manowar.

El Extasis De Los Valientes: La intro con “Lore Of The Arcane”. Expectante.  Atmosférica. Emotiva. Ideal. Y los fuegos artificiales (o lo que suena a fuegos artificiales) enganchando el riff inicial de “Riders Of The Storm”, dramáticamente extendido acorde a la ocasión. El público detona. La noche promete.    

La Agonía De Los Valientes: Los solos de bajo y batería. Inapropiados. Trillados. Aburridos. Otra vez la comparación con Manowar. Pero Magnus Rosén -si bien poseedor de una escena admirable- no es Joey Di Maio, y Stefan Elmgren (sesionista durante los shows) directamente no es un gran guitarrista. Un desperdicio de bits… Y los arte de tapa de esta gente van de mal en peor. Mejor gusto para los Valientes de acá en adelante, por favor. 

Los Valientes Destacan: La versión de “Hero’s Return” (mi tema favorito de “Crimson Thunder” de 2002): toda la garra. Con canciones así, podría luchar por el metal sin avergonzarme. ¡Hail and kill! Y la intervención de la gente. El “oh, oh, oh, oh…” entre banda y audiencia. Y lo mismo en “Heading The Call”. El ritmo acelerado de “Renegade” y “Steel Meets Steel”. La variada selección de temas (la versión en CD incluye además tres bonus tracks -“The Dragon Lies Bleeding”, “Stronger Than All”, y “A Legend Reborn”- grabados durante la gira Sudamericana). La efectiva mezcla. El sonido. Y el balance general.

¡Un Traductor Para Los Valientes!: Joacim Cans interactúa con el público en sueco. ¿Qué dice? Ni idea. Para colmo, algunas de las presentaciones de los temas parecieran extenderse ad infinitum. La de “Stone Cold” dura un minuto y seis segundos. Pero parecen diez. Y el ritmo y la dinámica del show se ven considerablemente perjudicados merced a similares pausas a lo largo y ancho de ambas placas. Uno podría argumentar que la intención del grupo era recrear un show de la forma más fidedigna posible -y, en definitiva, ellos son suecos- pero la idea sencillamente no funciona.

¡Un Poco De Vergüenza Para Los Valientes!: El booklet comprende 24 páginas repletas de fotos y souvenirs de la gira. Hay imágenes del grupo con Dio, Udo Dirkschneider, gente de King’s X, e inmortales guerreros de todo el mundo (pero no de Argentina). Y otra de Anders Johansson -ver página 15- exponiendo su pálido trasero. Con lujo de detalles.

Los Valientes También Son Mortales: Joacim Cans prioriza un tono medio/grave y reemplaza numerosos gritos de las versiones originales por variantes un tanto menos exigentes, como ocurre con “Riders Of The Storm” (de 2:54 a 3:09), por ejemplo. Su performance es igualmente uno de los puntos destacables de ambos discos.

El Valiente Debajo Firmante Concluye: Si te gusta HammerFall te va a gustar “One Crimson Night”. Así de fácil. Punto. Era un lanzamiento tan inevitable desde un punto de vista financiero como evitable para cualquiera que no sea un amante incurable del grupo. Pero eso ustedes ya lo sabían. Tan evitable/inevitable como mi remate: ¡Gloria a los valientes!

HAMMERFALL “Renegade” (Nuclear Blast Records, 2000)


Jamás comprendí el porqué de tanta fascinación hacia un grupo que, literalmente, se encarga de recrear, hasta el último detalle, todo aquello que próceres del tamaño de Accept, Iron Maiden, Helloween y Manowar supieron desarrollar allá por los dorados ´80. Muchachos, ¡dejémonos de joder! Una cosa es rendir homenaje mediante sutiles guiños inteligentemente colocados, y otra completamente diferente es sacar de la galera los mismos trucos con los que los verdaderos magos nos entretenían hace ya treinta años. 

Por supuesto, las suntuosas ventas de obras previas se traducen en este “Renegade” en una producción contundente y nítida, pero sin la parafernalia técnica y publicitaria de la que actualmente disfrutan, los HammerFall resultarían meramente inofensivos. Sin dudas, la banda posee su grado de responsabilidad en el actual resurgimiento del género, y tal detalle por sí mismo constituye acaso un factor de agradecimiento y respeto. Por lo demás, continúan presentes los mismos tópicos de siempre en las letras, las mismas melodías, los mismos clichés (rugir de motos incluido en la canción que da nombre al álbum), la misma ridiculez de músicos que curiosamente necesitan reiterar infinidad de veces lo valientes y gloriosos que son. En lo que a mí respecta, bajo sus supuestos corazones de lustroso acero, no hay más que aluminio oxidado. 

Thursday, March 10, 2011

HAVAYOTH “His Creation Reversed” (HammerHeart Records, 2000)


Uno de los personajes más destacados de los últimos 15 años dentro de la escena extrema sueca es el artista conocido como Vintersorg. Su vehículo de expresión principal lo constituye la banda homónima (en la cual se encarga de la gran mayoría de las tareas compositivas e instrumentales), pero el real atractivo reside en la magnificencia épico-melódica de un caudal vocal que conoce pocos equivalentes. Asimismo, dicha virtud se extendía intacta hasta Otyg, uno de sus proyectos paralelos en versión folk, hoy difunto, y su no menos admirada participación en Borknagar, que continúa hasta el presente y derivó a su vez en otro proyecto (y van...) de toques sinfónicos y mensaje pseudo-ambientalista: Cronian. Sin duda alguna, el curriculum de Vintersorg despierta una merecida admiración cuyo logro máximo lo constituye, en mi opinión, el antológico “Cosmic Genesis” editado en 2000. 

El caso de Havayoth es similar. Para Vintersorg, permitir que la gloria se manifieste pareciera ser una cuestión de abrir y cerrar la boca. Tanto su registro como su acento al pronunciar el inglés bañan de un aura mágica cuanta melodía revoletee por el aire, articulando peso y fragilidad con la maestría de los grandes y la frescura de los principiantes prometedores. Pero en Havayoth la protagonista indiscutida y absoluta es la belleza. Para esta oportunidad, el sueco optó por acompañarse de Vargher (Bewitched) y Mad Morgan (Naglfar), y lo expuesto pareciera indicar que los tres merecen similar reconocimiento. Guitarras y teclados desempeñan aquí un rol fundamental, trazando ambos instrumentos constantes atmósferas de pura serenidad y regocijo espiritual. 

De alguna forma, Havayoth podría apreciarse como una suerte de versión melancólica y romántica de Vintersorg (la banda) que prescinde por completo de cualquier ingrediente vinculado al black metal, sin que esto implique edulcoramiento alguno o impida que los seguidores del estilo no disfruten hasta la sobredosis. “The Watcher” y “Dreaming” son dos baladas hermosísimas, ricas en sutilezas, arreglos levemente bailables (la primera) y coros de ensueño (la segunda), y el estribillo de “Mirrors” es un remolino de pasión cuyo girar te lleva de paseo por el alma de las constelaciones. “His Creation Reversed” no sólo es un debut que no aparenta serlo, sino que acaso se trate de uno de los proyectos paralelos más logrados y conmovedores dentro del universo escandinavo. Una maravilla blanca surgida del caos negro.

Tuesday, March 08, 2011

LUCA TURILLI “Prophet Of The Last Eclipse” (Limb Music, 2002)


Hay que reconocerle al menos una virtud a Luca Turilli: el tipo está muy seguro de sí mismo. ¿De qué otra forma se explica un proyecto paralelo que cobra vida luego de tan sólo dos trabajos de la agrupación principal (“King Of The Nordic Twilight”, de 1999, y Rhapsody, respectivamente), un arte de tapa tan irrisorio como el que pueden apreciar arriba -alguien estuvo viendo demasiados capítulos de Robotech-, un título en extremo ridículo como “El Profeta Del Último Eclipse”, una puerilmente bizarra sesión fotográfica como la que ilustra el diseño externo e interno del álbum, y una sobredosis de canciones que bien podrían describirse como “ultra-epic-symphonic-cosmic-archi-requeterecontra-classical-bombastic-colossal-epic-power-metal”? 

Evidentemente, Turilli sabe lo que quiere y lo expone sin resquemores. Lo que opinen los detractores sencillamente es irrelevante. En ese sentido, “Prophet Of The Last Eclipse” constituye la consagración definitiva de todo aquello que el metal grandilocuente y majestuoso representa, y resistirse es francamente fútil. Cuando todo indicaba que el límite ya había sido alcanzado (prueba contundente: los dos últimos trabajos de Rhapsody, uno más endeble que el anterior), Turilli conjuga y acentúa hábilmente las virtudes que le dieron fama, hace a un lado la intransigencia que infecta actualmente a su agrupación principal, e incorpora cuantiosas novedades a modo de propina. “Prophet Of The Last Eclipse” va directo al grano y no hace escalas, y el comienzo de “War Of The Universe” posee una de las melodías más memorables que se hayan escuchado en el género. Lisa y llanamente, no puedo imaginarme algo más “Hollywood metal” que ésto. 

Las diferencias con respecto al material previo (solista o junto a Rhapsody) son considerables, no obstante. Más de uno se incomodará ante coqueteos electrónicos, samplers y ritmos programados que irrumpen en los primeros segundos para reaparecer en repetidas ocasiones a lo largo y ancho de la placa, sobre todo en la extensa pieza que la bautiza y cierra. Pero tras numerosas audiciones se torna evidente que todas y cada de una de tales primicias se acoplan perfectamente al producto final, beneficiándolo, agrandando aún más lo grandilocuente y expandiendo fronteras antes inamovibles, salvo por dos excepciones imposibles de obviar: una suerte de molesto efecto de scratching que aparece y reaparece en la citada “Prophet Of The Last Eclipse” -más acorde al accionar de un DJ en una pista de baile que a los desvaríos de un compositor que se jacta de tomar inspiración de la música clásica y las bandas de sonido-, y fundamentalmente la absurda “New Century´s Tarantella”, una suerte de broma/guiño cultural que de tan disparatada roza lo bochornoso y en su comienzo se asemeja más a un chamamé de la puna argentina que a una verdadera tarantella. Sí, yo me pregunto lo mismo que ustedes: ¿por qué Luca?... ¡¿POR QUÉ?! 

Instrumentalmente, Turilli vuelve a desplegar su arsenal sinfónico con el mismo brío de costumbre. El álbum fue producido por el dúo dinámico de Sascha Paeth y Miro en Alemania, y como invitados de turno encontramos a cuatro coros diferentes, un cuarteto de cuerdas, timbales y demás instrumentos percusivos clásicos, más el cantante islándico de ópera Rannveig Sif Sigurdardottir y la sensacional soprano norteamericana Amanda Somerville (que pone la piel de gallina en “Prophet Of The Last Eclipse”). La gacetilla de prensa que acompaña mi copia promocional del disco menciona a André Matos (ex-Angra, Virgo, Shaman) como cantante invitado en “Demonheart”, el primer corte de difusión, pero de ser esto cierto yo verdaderamente requiero ayuda profesional, a no ser que Matos nos haya engrupido durante todos estos años y su verdadero nombre sea Olaf Hayer. Lisa y llanamente, la voz del carismático brasilero no puede distinguirse en ningún momento, o acaso su intervención resulte exclusiva a la variante del tema aparecida en el Ep “Demonheart”, editado anteriormente a este trabajo. 

Hayer se apodera una vez más de las riendas del álbum. Puede que su tono y estilo no escapen a los formalismos convencionales del género si se lo compara en lo que a personalidad respecta con, digamos, Fabio Lione (por citar la opción más obvia), pero indudablemente su labor la desempeña sin fisuras y en ningún momento incentiva la especulación imaginaria de posibles reemplazos. Y sino, escuchen “The Age Of Mystic Ice” o “Prince Of The Starlight”. Por su parte, la balada de turno, “Timeless Oceans”, no alcanza la altura de la excelsa “Princess Aurora”, pero al menos sobrepasa ampliamente a todas las piezas similares de los tres últimos trabajos de Rhapsody combinados. 

Como era de esperararse de alguien que cada día se asemeja físicamente más y más a una cruza entre Hamlet y Conan El Bárbaro, el olor a celuloide desempeña un rol protagónico en “Prophet Of The Last Eclipse”. A esta altura, Turilli y el séptimo arte constituyen ingredientes indisolubles. “Rider Of The Astral Fire” posee un interludio coral de voces cuasi-infantiles que recuerda al tema principal del filme “Chi L' Ha Vista Morire?”, del inigualable Ennio Morricone, mientras que “Zaephyr Skyies´ Theme”, un bellísimo interludio netamente instrumental, está bañada de aires celtas y goblinescos que parecieran homenajear al soundtrack de “Phenomena” (ya visitado anteriormente por Rhapsody en el Ep “Rain Of A Thousand Flames” de 2000). 

Si “King Of The Nordic Twilight” fue considerado por muchos como “un tercer disco de Rhapsody”, “Prophet Of The Last Eclipse” presenta a un Luca Turilli notoriamente más inspirado y desinhibido compositivamente. Ésta es precisamente el área en la cual Turilli desconoce rivales: como guitarrista nunca encabezará lista alguna, pero en lo que a la ecuación “power metal + pomposidad hollywoodense = orgía apoteótica” respecta, nada como un tano con delirios de grandeza para recordarnos el significado del término “pasión”.

Monday, March 07, 2011

ARCH ENEMY “Doomsday Machine” (Century Media Records, 2005)


Para Arch Enemy, todo cambió luego de la incorporación de Angela Gossow tras el micrófono: tapas de revistas. El Ozzfest. Giras junto a Iron Maiden y Slayer. El video de turno en MTV. Y el honor de haberse convertido en la banda más vendedora de toda la historia del sello Century Media. No es poco. Pero los suecos no se ablandan. Uno le busca la quinta pata al gato, trata de encontrarles alguna señal de debilidad, y termina por chocarse de frente con lo opuesto. El endurecimiento de Arch Enemy pareciera ser proporcional al crecimiento de su éxito. Justamente lo que uno nunca se hubiese imaginado. Y ya no quedan dudas. “Doomsday Machine” se encarga de erradicarlas. Michael Amott demuestra que hoy está en mejor forma que nunca, compositiva e instrumentalmente, escupiendo solos y riffs como si los días de Carcass nunca hubiesen quedado atrás. “Doomsday Machine” constituye un edén del headbanging. El álbum más pesado, más rabioso, más heterogéneo y más sólido de Arch Enemy hasta la fecha. Una incitación imperativa a la toma de las “guitarras de aire” y su posterior abuso, y un llamado a revolear el cuerpo como si nuestros días estuviesen contados. Estamos hablando, después de todo, de una “Máquina Del Apocalipsis”. La producción es impecable. Los riffs imparables. Las armonías adictivas. Después de esto, “Anthems Of Rebellion” (2003) y “Wages Of Sin” (2001) quedan inmediatamente relegados al olvido (y lo mismo corre para las tres primeras placas junto Johan Liiva como vocalista). “Uno para todos y todos para uno. ¡Somos fuertes! ¡Somos uno!” ruge Angela en la espectacular “Nemesis”. Un verdadero himno de la rebelión

Los suecos regresan con su sexto álbum (tercero junto a Gossow) y demuestran que hoy por hoy están más allá del death metal melódico sueco o las descargas pseudo-thrasheras e insurrectas al estilo contemporáneo. “Doomsday Machine” es, antes que cualquier otra cosa, un disco para guitarristas (experimentados o aspirantes), de esos que uno analiza principalmente desde la perspectiva de las seis (o las siete) cuerdas. ¿De qué otra forma se explica sino la inclusión de tres instrumentales (“Enter The Machine”, “I Am Legend” y “Hybrids Of Steel”), todos ellos una suerte de cruza entre Iron Maiden, Steve Vai y Joe Satriani? Las estructuras generalmente no rompen con lo tradicional, pero de muchas formas “Doomsday Machine” constituye un portfolio iracundo de solos y arpegios que los hermanos Amott exponen mediante la excusa del “formato canción”.

El eslabón débil del quinteto vuelve a ser la falta de consistencia. Como ocurría en “Anthems Of Rebellion”, los once temas que conforman “Doomsday Machine” alternan el éxtasis explosivo (“Nemesis”, “Taking Back My Soul”, “My Apocalypse”, etc.) con instancias notoriamente intransigentes (“Carry The Cross”, “Mechanic God Creation”, “Machtkampf” -que cuenta con una intro de batería literalmente calcada del tema “Territory” de Sepultura-, etc.), aunque la balanza siempre consigue inclinarse favorablemente. La garganta de Gossow, por su parte, continúa evidenciando altibajos. Su voz suena aquí incluso más procesada y retocada que en “Anthems Of Rebellion” (siendo “Carry The Cross”, en la que casi pareciera que alguien estuviese estrangulando a la delgada vocalista, uno de los ejemplos más evidentes), con un pitch levemente más agudo y una textura rasposa, como si un gruñido de los convencionales no bastara para dejar en claro que lo suyo no tiene nada que ver con el “sexo débil” y que el puesto de frontwoman se lo tiene ya bien ganado. Tal es su poderío laríngeo, digitalmente post-producido, que por momentos la elegancia y la pureza de las melodías de los Amott colisionan notoriamente contra lo áspero y repulsivo de muchos de sus bramidos. En este caso, una duración menor y una puesta a punto un tanto más estricta (en lo que a los abusos de las “modificaciones” sonoras y lo desparejo de algunos momentos respecta) hubiesen conformado una obra incluso más demoledora... Sí, por más de que en gran parte de “Doomsday Machine” eso pareciera ser algo sencillamente imposible. La Bella es aquí indudablemente la Bestia, y los no-Bellos terminan por hilvanar un frenético ballet de armonías hermosas. El Apocalipsis es ahora, y los cinco jinetes de Arch Enemy salen a cabalgarlo. 

Friday, March 04, 2011

ARCH ENEMY “Anthems Of Rebellion” (Century Media, 2003)


Seamos honestos: Arch Enemy jamás hubiera recibido la atención que hoy no deja de recibir de no haber sido por Angela Gossow, su intimidador porte, sus masculinos rugidos y, sobre todo, su femenina figura (no será Cristina Scabbia, claro, pero el encanto viene en todos los tamaños y colores). Las tres primeras placas de la banda (“Black Earth” de 1996, “Stigmata” de 1998 y “Burning Bridges” de 1999, cantadas por el ex-Carnage Johan Liiva) constituyen notables epítomes de puro death metal adrenalínico, pero con “Wages Of Sin” en 2001 y la incorporación de Gossow a modo de vocalista (y las inevitables y numerosas sesiones fotográficas que hasta el día de hoy adornan las tapas de las publicaciones más “prestigiosas” del género) los suecos iniciarían una segunda etapa y abrirían unas cuantas nuevas puertas. Por supuesto, Michael Amott (ex Carcass y Carnage, y hoy también en Spiritual Beggars) es el verdadero cerebro de todo el asunto y su nombre sin dudas alcanza y sobra para atraer el interés de aquellos verdaderamente interesados, pero las fórmulas no fallan y ya se sabe que una cara bonita puede hacer milagros. Algo que nunca viene mal. 

Lo cierto es que “Anthems Of Rebellion” demuestra que Arch Enemy se merece la popularidad de la cual hoy goza. “Wages Of Sin” se siente como una mera carta de presentación, y en lugar de continuar tratando de aparentar lo que no es (un hombre), Angela suena al mismo tiempo más “mujeril” (por decirlo de alguna forma), cruel, áspera, y despiadada que antes (de hecho, la palabra que tenía en mente era “bruja”), y por ende mucho más personal. Los riffs, ritmos, melodías, y solos (prestar atención a las guitarras gemelas de “Saint And Sinners” e “Instinct”) son de acción extraordinariamente instantánea (no podía esperarse otra cosa del compositor de “Heartwork”), y de alguna forma el título del álbum (“Himnos De Rebelión”) resume perfectamente el espíritu y la estructura de cada una de las trece canciones, sobre todo en el caso de la ultra-infecciosa “We Will Rise” y su irresistible estribillo que obliga, efectivamente, a levantar brazos y cerrar puños. “Comercial” sería una buena descripción del nuevo sonido del grupo (y de hecho existen varias versiones del CD, incluso una en formato DVD-Audio con mezcla en 5.1 canales), pero ahorrémonos los malentendidos. Arch Enemy se desenvuelve hoy magníficamente a fuerza de puro serrucheo de riffs y tempos generalmente más densos, lentos y viciosos, como ocurre en “Saint And Sinners”, “Dead Eyes See No Future”, “End Of The Line” y “Leader Of The Rats”, todas instancias destacadas de la placa. La agresión ya no fluye al estilo “montaña rusa”, sino que más bien se asemeja a una enfermedad que te carcome y devasta lenta pero inexorablemente...

...tal vez un tanto demasiado lentamente, ya que la duración total del disco pudo haber sido acortada en favor de un producto más macizo y eficaz. Temas como “Despicable Heroes” y “Exist To Exit”, por ejemplo, bien pudieron obviarse, aunque el balance general satisface sin inconvenientes. El cambio de frontman a frontwoman pareciera haber sido para mejor, y resulta evidente que todos en Arch Enemy saben muy bien lo que están haciendo... y no me refiero exclusivamente a lo musical. 

Thursday, March 03, 2011

CANAAN “Brand New Babylon” (Prophecy Productions, 2000)


Misantrópicos. Disconformes. Depresivos. Angustiantes. Definitivamente oscuros. Pero OSCUROS de verdad. ¿Infelices? Probablemente. Basta una sola nota, un único lamento exhalado por la garganta de Mauro Berchi, para que nuestro entorno se inunde de una atmósfera tan opresiva y agobiante como incomprensiblemente seductora. La intención de esta singular agrupación italiana es justamente refregar en nuestras narices todos esos sentimientos sin misericordia alguna... 

¿Cómo explicar, si no, la belleza condenadamente dolorosa de “In Un Cielo Di Pece”? Una melodía simple, un melancólico silbido, una suave base de batería... y un océano de tristeza contenida que súbitamente se desborda. Y algo hay en la pronunciación en italiano de Mauro que hace de la experiencia un viaje aun más irresistible, si bien lamentablemente sus incursiones en inglés rompen, por momentos, el hechizo. Incluso los interludios netamente ambientales, iniciados en el anterior “Walk Into My Open Womb” (1998), permiten descubrir múltiples capas de interés si se los escrutina adecuadamente; aunque su frecuencia se torna, por momentos, excesiva. 


“Brand New Babylon” representa, básicamente, la combinación casi ideal, y de forma condensada, de todas las características exhibidas por el grupo en el pasado, desde los primeros días en los disueltos Ras Algheti (anterior banda de Mauro), pasando por el debut “The Blue Fire” (1996), y llegando hasta el citado “Walk Into My Open Womb”. Una condensación que probablemente nos prive del factor sorpresa... aunque, ¿quién necesita sorpresas cuando los escalofríos de placer resultan tan efectivos como antaño? 

DARGAARD “The Dissolution Of Eternity” (Napalm Records, 2001)


No quedan dudas: los miembros o ex-miembros de Abigor parecieran reservar sus ideas más interesantes exclusivamente para sus proyectos paralelos. Entre Dargaard y el black metal no existe vínculo alguno, pero la oscuridad puede ser representada bajo diversas apariencias que no requieren de velocidad o desenfreno para surtir su hechizo. El dúo conformado por Tharen (Heidenreich, Dominion, Amestigon y primer cantante de Abigor, aquí encargado de todas las composiciones, teclados, sintetizadores y algunas voces) y Elisabeth Toriser (de Antichrisis y también Dominion, responsable de gran parte de las vocalizaciones) desenvuelve una vez más su abanico de horizontes cinematográficos y panoramas ominosos, notoriamente influenciados por las propuestas ambient y dark-wave de Arcana y Dead Can Dance (curiosamente, otros dúos mixtos). “The Dissolution Of Eternity” representa el capítulo final de una trilogía iniciada con “Eternity Rites” (1998) e “In Nomine Aeternitatis” (2000), todos ellos de similar estructura y planteamiento estilístico. De tal forma, las sorpresas rozan lo nulo pero la calidad se mantiene intacta. Tharen emplea un arsenal netamente sintético para evocar sus reinos imaginarios, pero los resultados son en mayor medida cálidos y envolventes, salvo por aquellos sonidos destinados a la percusión. El desempeño de Toriser mejora disco a disco, y sus etéreas entonaciones consiguen efectivamente confundir realidad con ensueño. La melodía principal de “My Phantasm Supreme”  fue extraída del filme “Phantasm”, de Don Coscarelli, y su aire de “maldad acechante” se adapta con suma eficacia al clima general del resto de la obra, tan apocalíptico como seráfico...

DARGAARD “In Nomine Aeternitatis” (Draenor Productions, 2000)


Otra de las múltiples ramificaciones de los austríacos Abigor conformada, en este caso, por Tharen (también de Heidenreich) y Elisabeth Toriser (a su vez en Anticrisis y Dominion). Pero “In Nomine Aeternitatis”, al igual que su predecesor “Eternity Rites” (1998... sí, parece que los pibes tienen una fijación con la eternidad), nada tiene que ver con el black metal que sus miembros tanto parecen amar. En su lugar, estamos ante un proyecto decididamente enrolado en el sendero ambiental, con montones de teclados, sintetizadores, voces femeninas y frágiles melodías de guitarras acústicas dibujando paisajes imaginarios en nuestras mentes. Nada del otro mundo, en resumidas cuentas, pero todo tan bien estructurado y ejecutado, que francamente el trámite se deja disfrutar con creces. Por supuesto, no esperes violencia ni velocidad en ninguna de sus múltiples fragancias; porque, al fin y al cabo, para eso tenés a Abigor. Pero si lo tuyo es acompañar una buena lectura, acá tenés una de las mejores opciones del género. 

ABIGOR “Satanized (A Journey Through Cosmic Infinity)” (Napalm Records, 2001)


Los miembros de Abigor solían ser una máquina de engendrar proyectos paralelos. Hellhound, Heidenreich, Amestigon, Grabesmond y Dargaard son las propuestas que miembros de la agrupación austriaca mantuvieron o mantienen activas, todas ellas por lo general de resultados superiores a los expuestos aquí y en la mayoría de los trabajos anteriores. En su discografía oficial la banda cuenta con diez lanzamientos engendrados en menos de diez años (en el período de 1993 a 2001), pero yo les perdí el rumbo después del cuarto, y “Satanized (A Journey Through Cosmic Infinity)” tampoco incentiva la puesta al día. 

La fórmula de salvajismo rústico y sin concesiones que el trío practica concienzudamente ya de por sí resulta poco seductora, y acaso más que nunca en esta entrega. Los teclados se reducen a ocupar el viejo y querido rol de colchón, a diferencia del un tanto más solemne y épico “Supreme Immortal Art” (1998). Las melodías continúan gélidas pero revestidas de un cierto aire “espacial” y psicodélico que remite al nombre de la placa pero no es explorado o aprovechado al máximo, tornándose su incorporación confusa y equívoca. En “Battlestar Abigor” las guitarras arremeten con riffs al estilo de los Metallica primerizos, sorprendiendo positivamente por un instante para luego retornar a la disonancia usual. Y esa es la idea, por supuesto: no desviarse jamás del concepto original. Pero, en lo que a mí respecta, sobrellevar los casi 42 minutos de la placa en repetidas ocasiones me significó un ENORME esfuerzo. Labor que hubiera indudablemente evitado de haber tenido opción.

Wednesday, March 02, 2011

IN FLAMES “Soundtrack To Your Escape” (Nuclear Blast Records, 2004)


La eterna disyuntiva. Obviedad: Hoy por hoy, In Flames es una banda sumamente popular. Significado: el filo de la espada en este caso es triple. Si cambian “se venden”, si no cambian “se repiten a sí mismos”, y si combinan ambas cosas estarían editando un álbum que “no termina de definirse”. “Soundtrack To Your Escape” se burla despreocupadamente de tales preconceptos a lo largo de doce intensas y perspicaces composiciones. “The Jester Race” (1996) demostró que Iron Maiden podía combinarse con At The Gates y sensibles texturas acústicas, permitiendo obtener un sonido inusitado hasta aquel entonces. “Whoracle” (1997) le dio una nueva capital al mundo de la música pesada: Gotemburgo. “Colony” (1999) constituye el clásico ejemplo del tercer álbum de un grupo que irrumpe con el pie derecho y tiene la obligación de continuar la misma racha: para algunos una obra maestra, para otros una rotunda decepción, y para el resto más de lo mismo. “Clayman” (2000) presentó un In Flames modernizado, tanto sonora como visualmente, en el que las guitarras gemelas y el florecimiento perpetuo de riffs le cedían parte de su protagonismo a lo inorgánico y lo sintetizado. Pero sería “Reroute To Remain” (2002) el que repentinamente haría que el mundo tomase nota: In Flames había crecido más allá de lo que se suponía debía crecer. ¿O el “crecimiento” en realidad no era tal? 

Los cambios nunca se asimilan fácilmente. Ni mucho menos en unas pocas audiciones. Estas cosas llevan su tiempo y la opinión de hoy probablemente no sea la de mañana. “Soundtrack To Your Escape” es un álbum de In Flames camuflado de álbum que no suena a In Flames. Eso es justamente lo fascinante. El primer minuto de “Dead Alone” no da tregua. Las guitarras gatillean, Anders Fridén autoflagela su laringe, y la melodía de 1:39 a 1:56 nos recuerda que ésta es la misma banda que grabó “Whoracle”. El riff de “Like You Better Dead” es infeccioso, parasitario, casi orgásmico. Y su estribillo -tan pegadizo que en la época de “The Jester Race” hubiese constituido la más anatema de las herejías- cuaja como guante blanco en mano negra. “Dial 595-Escape” se convierte en la nueva apología al headbanging con un tempo inexorable e irresistible. Y para dejarnos tranquilos tenemos cosas como “Fr(i)end”, “In Search For I” o “Superhero Of The Computer Age”: dependiendo de tu afinidad por el quinteto, tres piezas tan afiladamente extraordinarias como redundantemente trilladas. Todas y cada una de las canciones que conforman este contradictorio opus, no obstante, fueron refaccionadas (por la producción de Daniel Bergstrand) en mayor o menor medida para denotar el paso del tiempo (y la llegada de nuevas tendencias). Pero debajo del vestuario coetáneo y las rastas fashion de Anders Fridén, encontramos a los mismos inadaptados de siempre. 

El problema es cuando los suecos quieren jugar a ser Korn o abusar de sus flamantes incorporaciones nü-metaleras. Y para muestra basta “The Quiet Place” (oh casualidad, el primer corte de difusión), o el rol de pobrecito angustiado interpretado por Fridén en “My Sweet Shadow”, o los arreglos de teclados y el final de la misma “Dead Alone” (que recuerdan descaradamente a “Got The Life”, de Korn). Por momentos, “Soundtrack To Your Escape” huele a espíritu adolescente desatado exclusivamente para adolescentes (norteamericanos, dentro de lo posible). Pero muchachos... ya estamos grandes. Y la montaña rusa de riffs se descarrila momentáneamente... 

Por lo demás, In Flames se modifica pero la adrenalina continúa intacta. “Soundtrack To Your Escape” constituye un álbum tan enervantemente distinto como inofensivamente similar a todo aquello que ya conocíamos. Cuanto más cambian las cosas, más iguales son. Las rutas son otras pero In Flames permanece en el mismo camino. Que empiece la polémica.

IN FLAMES “The Tokyo Showdown (Live In Japan 2000)” (Nuclear Blast Records, 2001)


En In Flames, las guitarras sonríen. Constantemente. Jesper Strömblad y Björn Gelotte vendrían a representar algo así como una suerte de Dave Murray y Adrian Smith bajo una sobredosis de adrenalina. In Flames es Iron Maiden en versión At The Gates, y “The Tokyo Showdown” es su “Live After Death” (1985). Incluso la mezcla monofónica de ambas guitarras (cada una se escucha por un único canal) recuerda a aquella pieza de antología, responsable por haber marcado un antes y un después en la historia de los álbumes en vivo.  Y “en vivo” es sin dudas el término correcto en este caso, contrariamente a la gran mayoría de ejemplos recientes. El sonido es notoriamente crudo, opaco, desprovisto de matices y/o sutilezas, perjudicando a la robustez de la batería y trasluciendo la ineficacia de Anders Friden a la hora de las vocalizaciones melódicas. La banda misma se encargó de la producción, y todo pareciera indicar que deliberadamente evitaron cualquier tipo de refinamiento o “arreglo”. 

Y mucho mejor así. “Food For The Gods”, “Clayman”, “Episode 666” y “Behind Space” nunca antes sonaron tan barbáricas, tan certeras, tan… vivas. La placa incluye temas de todas las obras de los suecos, salvo por el Ep “Subterranean” (1995), aunque varias favoritas personales (“Lord Hypnos”, “Morphing Into Primal”, “Artifacts Of The Black Rain”, “Zombie Inc.”) quedaron desafortunadamente en el tintero. Por otra parte, tal planteamiento de la propuesta de los suecos resulta ideal para poner de manifiesto su principal virtud/defecto: la repetición de ideas. Virtud, porque su uso deviene en un estilo único, miles de veces imitado. Defecto, porque por momentos uno tiene la sensación de escuchar el mismo tema una y otra vez. Asimismo, la riqueza melódica proporcionada en los trabajos de estudio por las guitarras acústicas no fue traslada a los escenarios, y consecuentemente piezas como la hermosa “Moonshield” (cuyo preludio fue omitido por completo) pierden un considerable porcentaje de su textura. Porque, una vez más, el protagonista aquí es el vértigo (hacia la mitad de “Scorn”, por ejemplo, el quinteto embiste imprevisiblemente con el riff inicial de “Raining Blood”, de Slayer), y no la delicadeza. 

En sus discos In Flames demostró poder combinar ambos ingredientes con excelentes resultados. Pero en vivo salen exclusivamente a matar... Y por momentos lo logran. 

Tuesday, March 01, 2011

GRAVEWORM “(N)Utopia” (Nuclear Blast Records, 2005)


Primero, las buenas noticias: En este quinto larga duración, Graveworm ya no suena tanto a Cradle Of Filth. “(N)Utopia” deja considerablemente de lado (sin abandonarlo por completo) al black metal anárquico y ultra-chirriante del sorprendente “Scourge Of Malice” de 2001 (en el que la agrupación de Dani Filth servía de evidente punto de partida) y el un tanto inferior “Engraved In Black” (2003) para darle cabida a riffs entrecortados, tempos más contenidos, voces heterogéneas y atmósferas más góticas que blackers, de manera similar a aquello que agrupaciones como Agathodaimon practican en la actualidad. La mala noticia es que los italianos nunca antes editaron un álbum tan alarmantemente banal y carente de cualquier indicio de ímpetu o garra, que para colmo no alcanza los 40 minutos de duración. “(N)Utopia” se estructura en base a lo que parecieran ser temas de sobra de los trabajos anteriores del grupo, emperifollados torpemente con colchones de teclados (de los baratos) y arreglos pseudos-electrónicos que tapan agujeros compositivos en lugar de enriquecer al producto final.

A excepción del emocionante estribillo de “Timeless” y la adrenalínica “I, The Machine”, que abre la placa a puro blast-beat desaforado mientras Stefan Fiori le quita años de vida útil a su laringe, el resto del trámite carece de gran sustancia o verdadero atractivo. Acaso los numerosos cambios de alineación a lo largo de los años dejaron su marca y aquí Graveworm atravesaba una etapa de descarrilamiento estilístico en la que faltaba enfoque y sobraba relleno. Bajo esas circunstancias, un nuevo álbum al estilo de Cradle Of Filth hubiese sido preferible. A veces, más vale malo conocido que bueno por conocer. 

GRAVEWORM “Engraved In Black” (Nuclear Blast Records, 2003)


Ya antes en estas páginas sancioné que Graveworm le debe su sonido a Cradle Of Filth, y probablemente nadie pueda argumentar lo contrario. Las pruebas están en “Scourge Of Malice” (2001) y “As The Angels Reach The Beauty” (1999): mucho griterío fastidioso alternado con asperezas guturales, incienso a terciopelo aromatizado con fragancias color cementerio, descargas estilo ametralladora contrastadas con melodías de divinidad absoluta, y una atmósfera de horror cósmico-gótico que se despliega fausta y esplendorosa de principio a fin. ¿Suena familiar? Pero entre “Engraved In Black” y “Damnation And A Day” (2003) me quedo, una vez más, con el discípulo mientras me disculpo ante el maestro. El sexto larga duración de Cradle Of Filth podrá constituir una obra marcadamente más texturizada, compleja y con más chances de sobrevivir airosa el paso del tiempo, pero esta cuarta placa de Graveworm gana en dinamismo, pegajosidad y pura garra. No hay sorpresas, sólo black metal sinfónico, pomposo, romántico, salvaje, y sumamente efectivo. Demasiado efectivo, de hecho, al contemplar más de cerca la receta una vez que uno deshuesa a fondo sus ingredientes y los compara con obras previas. El excelente “Scourge Of Malice” y “Engraved In Black” comparten idénticas estructuras y recursos, desde las entonaciones chilladas/gruñidas de Stefan Fiori (que no supera a Dani Filth pero está al nivel de un Shagrath) hasta los constantes cortes, rebajes y desvíos de lo negro frenético a lo negro pasional, mientras que la cuota de personalidad sigue corriendo a cargo del ocasional uso de gaitas (sintetizadas) y sutiles aires celtas que la banda emplea con notable gusto. 

“Dreaming Into Reality” inaugura la función y corrobora inmediatamente todas y cada una de estas mañas, mientras que “Legions Unleashed” o “Abhorrence” ponen de manifiesto una faz de brutalidad maciza acaso un tanto relegada en “Scourge Of Malice”. La melodía de “Drowned In Fear” recuerda a “In Times Before The Light” (el tema, no el álbum), de The Kovenant (cuando todavía se llamaban “Covenant”), y tampoco falta el riguroso cover de una pieza ajena al black metal (el de “Fear Of The Dark” en “Scourge Of Malice” es de escucha obligatoria), en este caso una descabellada versión de “Loosing My Religion”, de R.E.M., que no puedo parar de escuchar (la edición japonesa incluye asimismo “It´s A Sin”, de los Pet Shop Boys). Irónico: este tipo de cosas hubiesen representado herejías absolutas en los '90 y hoy son consideradas pintorescas. Black metal era el de antes, sin dudas, pero si tengo que elegir diez bandas contemporáneas que se destacan dentro del género, Graveworm entra seguro en la lista. 

GRAVEWORM "Scourge Of Malice" (Napalm Records, 2001)


Graveworm es un clon de Cradle Of Filth. Ni más ni menos. Y sin embargo “Scourge Of Malice” supera ampliamente a la gran mayoría de lanzamientos de black metal sinfónico y opulente “a la inglesa” (aunque el grupo proviene de Italia) editados en los últimos quince años. ¿La fórmula de su éxito? Una aproximación notoriamente más romántica, emotiva y -al mismo tiempo- ingenua a la plétora gótico/apocalíptica de Dani y sus secuaces, relegando el ingrediente extremo y la velocidad desenfrenada a selectos pasajes. El romanticismo es resaltado gracias a la hermosa e inteligente implementación de contrabajo, viola, violín y cello en los momentos precisos, y la ingenuidad es mi forma de interpretar la magia que las canciones transmiten... La misma magia que experimenté durante mi primera exposición a “Dusk And Her Embrace” (1996)... pero no ante “Midian” (2000) ni "Damnation And A Day" (2003) ni lo que siguió a continuación.

Si la intención era recrear aquella época dorada del género, “Scourge Of Malice” lo logra con creces, y, simultáneamente, introduce pequeñas dosis de su propia y personal factura. Como mera copia y/o continuación de una propuesta ajena, constituye quizás la alternativa más destacada. Pero en ambos casos, resulta imposible ignorar su eficacia, instrumental, sonora y -sí- compositivamente. La trillada intro de pretensiones cinematográficas (“Dreaded Time”) no amerita análisis alguno, pero “Unhallowed By The Infernal One” sorprende de inmediato a continuación, al presentar un riff de guitarra estilo grim que se entrelaza a una melodía demoledora (1:12 a 1:43) para estallar en una catarata de euforia (1:43 a 2:15) y finalmente culminar gemebunda en manos de las cuerdas clásicas (3:51 - final).

La instancia en dónde el cuarteto de cuerdas se luce, sin embargo, es durante un sublime cover de “Fear Of The Dark”, de Iron Maiden, que asimismo incorpora una gaita escocesa con estupendos resultados, y, honestamente, justifica por sí sólo la compra del álbum. Sin exagerar, puede que se trate de uno de los covers del género más logrados hasta la fecha. Y, de hecho, similar descripción podría aplicársele a “Scourge Of Malice”: una suerte de álbum “tributo” que en ocasiones supera al homenajeado.