Tuesday, May 31, 2011

AUTUMNBLAZE “Bleak” (Prophecy Productions, 2000)


Una voz susurra torbellinos de penas. Una guitarra entona agobiantes melodías sin reparar en sutilezas... casi con desgano. Un golpe de bombo acompaña a largos y densos intervalos. Efectos electrónicos irrumpen esporádicamente sin arruinar la textura. La voz se quiebra (su dolor parece tan real...). Pero el espectáculo de miserias se torna paradójicamente gratificante. ¿Acaso puede uno disfrutar del dolor ajeno con tal desfachatez? Pecado o no, Autumnblaze pareciera demandar nuestros sentidos justamente para deleitarlos con su reguero de lágrimas metamorfoseado en notas musicales. “Bleak” es simplemente el álbum más depresivo y desolador en lo que va del año... y no resulta extraño que un sello como Prophecy Productions haya sido el responsable de editarlo. Imaginen la cruza perfecta entre el Anathema de “Alternative 4”, el Katatonia de “Discouraged Ones”, y una pizca acústica al estilo Empyrium (banda con la que, de hecho, comparten un integrante). Pura atmósfera hilvanada con monocorde énfasis. 

DRAUGAR “Weathering The Curse” (Moribund Cult Records, 2005)


Realmente hoy vivimos en un mundo en el que todo está al revés. Draugar se agrega a la cada día más extraordinaria lista (Leviathan, Crebain, Xasthur, Azrael, Winter Of Apokalypse, Wind Of The Black Mountains, etc.) de proyectos (muchos de ellos unipersonales) del más crudo black metal provenientes de Estados Unidos, y en la mayoría de los casos de su Costa Oeste. Imposible encontrar un lugar menos apropiado que California para fomentar obras como “Weathering The Curse”, verdadero epítome de todo aquello que el black metal más ortodoxo representa. Y no obstante, es en San Francisco donde residen “Hildolf”, el alter ego de Draugar, y su árida, gemebunda y perturbadora visión de la realidad que alimenta aún más a la NWONABM (“New Wave Of North American Black Metal”). De alguna forma, esta suerte de nueva elite continúa desarrollando el metal más negro imaginable al retomarlo justo en el punto preciso en el que la mayoría de las bandas noruegas decidieron hacer a un lado aquello que habían comenzado y popularizado, previamente a la metamorfosis estilística que persiste hasta la actualidad.

Como ocurría con los similares “The Tenth Sub Level Of Suicide” (2003) y “Tentacles Of Whorror” (2004) de Leviathan, la vastedad fuliginosa de “Weathering The Curse” (segundo larga duración de Draugar tras “From Which Hatred Grows” de 2003) adquiere proporciones abismales. Tanta misantropía resulta verdaderamente espantosa. El sonido de Draugar es hipnótico, desolado, disforme y ciclópeo a la vez, afectando los sentidos a un nivel casi subconsciente mediante un incesante staccato de repugnancia existencial. Un lamento contínuo, un grito hueco, carente de color, repleto de ira y disconformidad. Y un pseudo-letargo que sumerge los sentidos. Aquellos páramos de opresiva discordancia en los que “Filosofem” (Burzum, 1998) se regodeaba sirven de punto de partida para Hildolf, quien a su vez combina los alaridos al estilo “orco sollozante” (particularmente durante “Trails Of Blood That Lead To Dark Corners”) con la experimentación pesadillezca de “Min Tid Skal Come” (Fleurety, 1997) y los riffs de heladería al estilo grim de Dark Throne (“Laughing And Bleeding”). Lo ordinario no tiene cabida, lo sinsentido abunda y se torna perpetuo. El paisaje sonoro desafía lo lovecraftiano, lo expansivamente amorfo, pero las visiones cautivan con lo inenarrable de su belleza incoherente. Y Noruega tiembla con el triunfo de Draugar. Y el de tantas otras nuevas alternativas, todas ellas sumamente interesantes. Porque para presenciar la actualidad del metal más negro de todos en su encarnación más vanguardista y, al mismo tiempo, retrospectiva, basta con seguir buscando en el norte, pero esta vez en el continente opuesto. 

Friday, May 27, 2011

INCANTATION “Decimate Christendom” (Olympic Recordings, 2004)


Las diferencias entre cada disco de Incantation suelen ser, cuanto mucho, triviales. John McEntee (líder, compositor, guitarrista y hoy finalmente también vocalista) come, respira, transpira y expele death metal del más vicioso, incisivo, sacrílego y de guitarras ásperas y orgánicas. Cada disco puede sonar idéntico al anterior (gajes del oficio), seguirle el rastro a los infinitos cambios de formación resulta una tarea inútil, los títulos de la mayoría de las canciones suelen producir carcajadas (“Unholy Empowerment Of Righteous Deprivation”, “Thorns Of Everlasting Persecution”, etc), y habitualmente el cuarto track circunscribe el límite que cualquier oyente no incondicional del género trazará entre el sano entretenimiento y la adicción irreversible. Pero McEntee insiste y perdura, y su amor y honestidad para con su música y el estilo merece respeto. “Decimate Christendom”, octavo larga duración, incluso podría ubicarse entre las obras más destacadas del grupo, algunos escalones por debajo de los clásicos “Onward To Golgotha” (1992) y “Mortal Throne Of Nazarene” (1994), al mismo nivel de “The Infernal Storm” (2001), y muy por encima de “Blasphemy” (2002), un álbum que tras el repentino cierre del sello Necropolis Records pasó inmediatamente al olvido y hoy sólo se consigue en su edición brasilera. El trío continúa articulando su tradicional embestida de riffs ultra-mórbidos-fulminantes-tajantes-y-lóbregos (“Dying Divinity” y el tema que bautiza la placa serían los ejemplos más sólidos), desacelerando frecuentemente la infernal tormenta para erigir interludios agonizantemente lentos que los acercan al doom metal, como ocurre en “Blaspheme The Sacraments”. Los rugidos roncos de McEntee recuerdan al anterior vocalista, Mike Saez, y si bien mucho más no podría esperarse de este puesto, la mayoría probablemente ni siquiera notará la diferencia. Su trabajo en guitarras, por otra parte, niega el respiro. Las canciones ametrallan aborrecimiento del más ateo e instrumentalmente aceitado. Uno puede tener diferentes opiniones sobre los méritos de Incantation, pero lo cierto es que riffs como los de  “Decimate Christendom” no se encuentran en cualquier lado... por más de que todos sean variaciones sobre lo mismo.

INCANTATION “The Infernal Storm” (Relapse, 2000)


Sí, es cierto: cuando tocaron por primera vez en Argentina los fueron a ver poco más de 50 personas, pero en lo que a mí respecta considero a Incantation como una de las propuestas más interesantes dentro del death metal. Gran parte del mérito surge gracias al sutil hilvanado de melodías presente en gran parte de los temas del grupo, así como una compleja estructura compositiva que en todo momento evita la agresividad gratuita y casi-fetichista tan en alza dentro de la escena norteamericana. En efecto, “The Infernal Storm” encierra todo un colorido compendio de matices oscuros, permitiéndose incluso la incorporación de solos de guitarra, un cambio de ritmo tras otro, extensos momentos agobiantemente calmos que descubren aterradores paisajes, y un sinfín de sorpresas más a la hora del análisis profundo. No por nada John McEntee, guitarrista y líder (y único miembro original de este “death-trio”), tiene sobre sus espaldas 2 décadas junto a una de las vertientes más extremas del metal. La alineación misma constituye una sorpresa: tanto Daniel Corchado (voz) y Kyle Severn (batería), participantes del anterior “Diabolical Conquest” (1998), fueron reemplazados en esta oportunidad por Mike Saez y Dave Culross, respectivamente. Ambos cumplen sus roles al pie de la letra, articulando una placa tan apocalípticamente devastadora (una vez más, el formidable arte de tapa vale más que mil adjetivos) como fascinante en sus múltiples capas. En otras palabras, la madurez de un género que se niega a desaparecer.

Thursday, May 26, 2011

ANATHEMA “A Fine Day To Exit” (MFN/Koch, 2001)


Jueves, 2 de la mañana. “A Fine Day To Exit” gira por primera vez. Y nada. Uno cree conocer a Anathema hasta que escucha el siguiente disco. Después de “The Silent Enigma” (1995) yo creía conocer a Anathema. Hasta que llegó “Eternity” (1996). Y con “Alternative 4” (1998) volvieron a confundirme. “¿Qué te pareció “Judgement” (1999)?”, me preguntó alguien. “No sé, por ahora sólo lo escuché 17 veces”, respondí yo... Y hoy lo considero uno de mis discos favoritos de todos los tiempos. Desde entonces, prefiero no apresurar conclusiones. 

Jueves, 3:15 de la mañana. Creo que “Panic” y “Looking Outside Inside” comienzan a surtir efecto. Pero el resto es demasiado lineal, demasiado intranscendente, demasiado... ¿aburrido? ¡Jamás! Todavía ni siquiera salió el sol... Jueves, 4:30 de la mañana. Estamos mal pero vamos bien. “Panic” y “Looking Outside Inside” casi me compran del todo, el estribillo de “Pressure” me puede, para que negarlo, y “Underworld” tiene un crescendo emotivo hacia el final que promete ponerme la piel de gallina la próxima vez. Pero a esta altura, “Judgement”, “Alternative 4”, “The Silent Enigma” y el resto del material previo vislumbraban la gloria. Al parecer, “A Fine Day To Exit” sólo vislumbra una noche interminable. 

Jueves, 5:28 de la mañana. Ya escucho a los pajaritos cantar. “Leave No Trace” está lindo. Me meto en la cama... Trato de recordar alguna melodía pero lo único que me viene a la cabeza es la imagen de Natalie Portman... ¿Cómo cuernos puede Anakin Skywalker abandonar a semejante belleza y unirse al Lado Oscuro de la Fuerza para estar todo el tiempo junto a ese viejo quejoso? Mejor me duermo. 

Jueves, 2:45 de la tarde. Todavía no canto victoria. Se va la cuarta. “Release” está MUY lindo, por cierto. Pero en su totalidad, no obstante, “A Fine Day To Exit” pareciera ser una continuación fallida de la faceta sentimental y atmosférica desarrollada al máximo desde “Eternity” en adelante. 

Viernes, 8:12 de la noche. Queda confirmado: “A Fine Day To Exit” me gusta cada día más, pero sencillamente no termina de funcionar del todo. La de Anathema es una discografía cuyo camino está plagado de aciertos, y justamente por eso llama tanto la atención que este sexto trabajo no conduzca a ninguna parte. 

Lunes, 1:37 de la mañana. No, el fin de semana también seguí escuchando el disco, pero les ahorro detalles porque sino esto ya es un chiste. Resumiendo: “A Fine Day To Exit” acaso sea el trabajo menos logrado del cuarteto, lo cual no implica una carencia absoluta de atractivo. Imaginen la cruza entre el minimalismo intimista de “Alternative 4”, los coqueteos pop de “Judgement”, y la atmósfera dolorosamente romántica de “Eternity”. Pero todo eso sin la magia de antaño. Y acá tengo que parar. O no hay comentario. Dura tarea la del periodista musical. Consideren toda esta diatriba un mero formalismo, entonces. Escuchen por ustedes mismos. Yo seguiré intentando, nomás. Y les cuento el año que viene...




Miércoles, 3 de la tarde. ¿Les dije que “Leave No Trace” es una maravilla? 

Miércoles, 8 de la noche. Definitivamente consideren los comentarios de arriba como un formalismo... ¡Esto cada día me gusta más! ¿Y si empiezo todo de cero?

Wednesday, May 25, 2011

NIGHTRAGE “Sweet Vengeance” (Century Media, 2003)


“La venganza será terrible” debe haber pensado Marios Iliopoulos cuando fue traicionado por sus ex-compañeros de banda en Exhumation y decidió emigrar de Grecia a Suecia en busca de músicos capaces de ayudarlo a extirpar sus demonios y broncas. Y la venganza fue terrible. Bien terrible. “Dulce Venganza” es el título del disco. Y con razón. Dulce y terrible. Miembros de Dream Evil, Mystic Prophecy, The Haunted, y Evergrey, más el omnipresente Tomas Lindberg -que a esta altura tiene casi tantas bandas como Phil Anselmo- acompañan a Iliopoulos en este debut de Nightrage. Uno podría hablar de “súper-grupo” y el resultado sin dudas es “súper”, pero los nombres son anecdóticos y probablemente no se repetirán en la próxima entrega. Iliopoulos tira de las riendas en Nightrage y hoy debe estar relamiéndose los labios. Eso es lo que importa. “Sweet Vengeance” masajea trastes durante cuarenta minutos con todas las técnicas imaginables. Rápido, despacio, muy rápido, extremadamente rápido... “¿Así está bien, señor?” “¡Sí! ¡Seguí que me encanta!” Lindberg regurgita su laringe de principio a fin y nos refresca la memoria. Todo empezó con At The Gates, pero Nightrage constituye un digno sucesor. De hecho, “Sweet Vengeance” bien pudo haberse llamado “Slaughter Of The Soul, part II”. Y yo me atrevo a galardonarlo como el álbum de death metal melódico del año. Escuchen “Macabre Apparition”, “The Glow Of The Setting Sun” (que recuerda a las mejores épocas de In Flames), “Elusive Emotion” o “The Tremor”. Y atrévanse a darme la contra. Y si quieren variedad vocal lo tienen a Tomas Englund (de Evergrey), la bella entre tantas bestias, luciendo su ultra-distintivo y personal registro en “Hero”, “Circle Of Pain” o “Ethereal” y endulzando aún más el asunto. Lindberg representa la ebullición de bronca (“¡mentiroso! ¡hipócrita!”) y Englund la voz de la conciencia (“¡ya pagué por mis errores!”). Y pensar que comparten el mismo nombre. La participación de Englund es limitada pero justamente por eso funciona. Porque te deja babeando por más. Como “Sweet Vengeance”, que lo tiene todo: saña, elegancia, exaltación, asco, tenacidad, y hermosura. Iliopoulos debe estar orgulloso. Nada como refregar semejante disco en la cara de tus enemigos. 

Tuesday, May 24, 2011

BAL-SAGOTH “Atlantis Ascendant” (Nuclear Blast, 2001)


La combinación de atmósferas sinfónicas y descargas extremas conlleva una amplia gama de posibilidades, pero en el caso de Bal-Sagoth los limites parecieran haber sido trazados desde el principio para nunca ser violados. La fórmula dio excelentes resultados, no obstante, aunque luego de cuatro placas relativamente similares el estancamiento creativo decidió finalmente hacer su irrupción. Si escuchaste “The Power Cosmic” (1999) o “Starfire Burning Upon The Iced-Veiled Throne Of Ultima Thule” (1996)  escuchaste “Atlantis Ascendant”. Misma estructura (intro + canciones + interludio + resto de canciones + outro), mismos contrastes, mismos excesos, y mismo delirio épico/fantasioso por parte de la pluma de Byron. Desconociendo la discografía previa del grupo el álbum podría resultar la introducción ideal a este bizarro y fascinante universo de panoramas cinematográficos, mitos lovecraftianos y horrores astrales, pero bajo el resto de las circunstancias constituye exclusivamente un mero recorrido de rutina por una cosmogonía ampliamente visitada en el pasado. Y si bien las paginas actuales entorpecen levemente la lectura, la saga milenaria sigue su curso prometiendo hazañas un tanto más dignas para las próximas entregas... Porque incluso las grandes obras poseen capítulos de relleno.

BAL SAGOTH "The Power Cosmic" (Nuclear Blast, 1999)


ESCENA 1: "Las Estrellas Despiertan"... Una intro íntegramente ejecutada con teclados sumerge al oyente en un clima épico y majestuoso, dibujando en su mente imágenes de milenarias batallas y leyendas en dónde la sangre, el honor, la gloria y el despilfarro de grandilocuencia, son los eternos protagonistas. ESCENA 2: Un grito capaz de helar incluso a las frías llanuras de Lemuria clama venganza bajo el Mar Imbrium. La pompa sinfónica estalla por doquier. Unos implacables tambores de batalla marcan el infernal ritmo que sólo aquellos guerreros más bravos pueden tolerar prolongadamente. ESCENA 3: El grito se transforma en susurro, el susurro en recitado, y el recitado una vez más en grito. ¿Su objetivo? Narrar proezas que desconocen el significado de la derrota. ESCENA 4: ¿Alguien mencionó a las bandas de sonido de gente como John Williams o Basil Poledouris? Por algo será... ESCENA 5: Más teclados, más gritos, más machaque... y de nuevo más teclados. ESCENA 6: Los tambores no dejan de repiquetear. Las melodías asombran. ¡Los cielos se abren! ESCENA 7: "¡Mirad! ¡Los ejércitos descienden gritando desde los cielos!" Teclados. Frenesí. Éxtasis... y -sí, adivinaron- más teclados. ESCENA 8: "Las profecías de Mu" son reveladas. Pero los tambores no dejan de repiquetear, los teclados no dejan de deslumbrar y las fabulosas melodías no dejan de fluir por los cuatro costados. Las hazañas continúan... y así será por toda la eternidad. ¿Cómo se llama la obra? : "The Power Cosmic" (el álbum más logrado de Bal -Sagoth hasta la fecha).

ANGEL DUST “Enlighten The Darkness” (Century Media, 2000)


Lo que alguna vez fuera una furiosa agrupación de thrash metal en la década del ´80 se convirtió hoy en una de las propuestas más frescas e interesantes del power/heavy metal alemán. En el medio hubo un bache de casi 10 años, pero esta segunda encarnación de Angel Dust, reformada hacia 1997 por los miembros originales Frank Banx y Dirk Assmuth, no se detuvo ni por un segundo desde entonces. El quinteto de Dortmund combina a la perfección el desenfreno de sus orígenes, las melodías portentosas hoy tan en boga, los machaques más contundentes y el refinamiento alemán tradicional. La Bella y la Bestia coexisten de maravilla a lo largo y ancho del álbum, y la misma descripción se aplica a la garganta de Dirk Thurisch, tan aterciopelada como lista para tirar el zarpazo ni bien las circunstancias lo requieran, sin llegar, lógicamente, a la deformación extrema de un rugido. De todas formas, un poco menos de belleza y algo más de bestialidad le darían al asunto un carácter aún más certero, aunque escuchando temas como “Let Me Live”, “Oceans Of Tomorrow”  o “Come Into Resistance” uno ya quede lo suficientemente satisfecho como para soportar la sobreabundancia de baladas un tanto endebles que el álbum lamentablemente incluye...

Monday, May 23, 2011

CANS “Beyond The Gates” (Noise Records / Sanctuary Music, 2004)


En lo que a dividir las aguas respecta, Hammerfall probablemente constituya una de las agrupaciones contemporáneas con mayor cantidad de entusiastas y detractores (los indiferentes son casi nulos). Ambas partes, no obstante, coinciden en que el atractivo de la banda no reside necesariamente en su singularidad; o, mejor dicho, la falta de ella. Lo mismo ocurrirá con “Beyond The Gates”, el debut solista de Joacim Cans, cantante de la popular agrupación sueca que aquí se presenta únicamente como “Cans” para ofrecer una suerte de adaptación más oscura, tradicionalmente pesada (predomina el medio tiempo en lugar del doble bombo... o, dicho de otra forma, el heavy metal en lugar del power metal) y heterogénea de Hammerfall... pero, faltaría más, firmemente manteniendo la carencia de singularidad sonora alguna. 

Lo que la práctica no concreta la teoría promete. La agrupación que acompaña a Cans a lo largo de toda la obra está conformada por Matt Sinner (Primal Fear, Sinner) en bajo, Mark Zonder (Fates Warning) en batería, Stefan Elmgren (Hammerfall) en guitarras, y Mike Chlasciak (Halford) también en guitarras, mientras que nombres como los de Jeff Waters (Annihilator), David Chastain (CJSS, Chastain) y Ronny Milianowicz (Dionysus, Sinergy) figuran sorpresivamente en los créditos (irónico... se supone que un álbum “solista” es aquel en el que un gran porcentaje -o la totalidad- de las composiciones quedan a cargo de un único músico... tal vez por ello Joacim haya decidido no firmar con su nombre completo). De todos ellos, la participación de Matt Sinner se hace notar con mayor preponderancia, como comprueban las ortodoxas “Back To Hell”, “Merciless”, “Silent Cries”, “Signs”, o el tema que bautiza a la placa, todos ellos estructurados/enraizados en base a riffs cuanto menos quinceañeros. Cans también podría definirse, por lo tanto, como una versión de Sinner con Joacim Cans en voces.

A la hora de las comparaciones inevitables, Hammerfall gana en materia de dinamismo y euforia templario-metalera [“Crimson Thunder” (2002), por ejemplo, amerita mayor cantidad de escuchas en comparación a “Beyond The Gates”, aunque más no sea por lo irresistible y contagioso de su garra], pero la propuesta de Cans favorece el desmenuzar de arreglos al priorizar la variación de sus climas. El álbum posee unos diez minutos de sobra (incluyendo la horrenda balada de turno, “Forever Ends”, increíblemente co-compuesta por Jeff Waters), pero se destacan el coro de niños y las texturas cinematográficos de la notable “The Key” (lejos, lo más interesante de toda la obra) y el brío todopoderoso de “Fields Of Yesterday”, “Soul Collector” y “Back To Hell”... Cuatro tracks de entre doce... Pudo haber sido peor.

ANCIENT RITES “Dim Carcosa” (HammerHeart / Icarus, 2001)


Ancient Rites posee una virtud que, de considerarse sin el necesario detenimiento, podría resultar engañosamente menospreciada. Y es una GRAN virtud, por cierto: sonar panorámicamente épicos sin hacer el ridículo y furiosamente extremos respetando la importancia de la melodía. En “Dim Carcosa” las guitarras irrumpen impetuosamente con todo el brío característico del metal teutón,  pero basta una fracción de segundo para que el acelerador se presione al límite y la pompa power se deforme en un riff inconfundiblemente black. Los teclados enriquecen la mezcla resultante con aires místicos y emotivos, sencillos en cuanto a su estructura pero sumamente efectivos a la hora de balancear adrenalina con delicadez. No obstante, el esqueleto tanto instrumental como literario de la obra lo constituye una suerte de leit motiv presentado inicialmente en la bellísima intro (“The Return”), y esparcido más tarde a lo largo de diversos pasajes (“Victory Or Valhalla”, “...And The Horns Called For War”, etc.), todos ellos por ende destacados. Como el álbum mismo. 

Friday, May 20, 2011

Entrevista: MY DYING BRIDE - La Pasión De La Depresión

Reportaje a Aaron Stainthorpe, cantante y compositor lírico de My Dying Bride
(originalmente publicado en 2004 en la revista Maelstrom)

“Si he de morir, haré de la oscuridad mi novia...
y la abrazaré”
Shakespeare, “Measure For Measure”


Los maestros del llanto y la amargura regresan triunfalmente con “Songs Of Darkness, Words Of Light”Y demuestran que siguen siendo incomparables.
Pasión. Melodrama. Miserias. Infelicidades. Desgracias.

Preparen los pañuelos... 

Hay quien se regocija con la miseria ajena. Otros gozan con el sufrimiento de sus enemigos. Algunos dicen que no hay nada más hermoso que llorar. Toda esta gente probablemente escuche a My Dying Bride. Y disfrute cada nanosegundo, revolcándose lascivamente en su tempestad de penas inmemoriales y amores descuartizados. Ninguna otra banda consigue entrelazar un sonido tan denso, claustrofóbico y desconsolado con historias, imágenes y un concepto general que camufla poesía pura (franca, desesperada y sumamente retorcida) entre bramidos, sollozos y ritmos o MUY lentos o MUY rápidos. De un extremo al otro, My Dying Bride definitivamente te emociona, compenetrándote en sus ignominiosos festines de ardor y lágrimas. Desde la extremidad deathmetalera precaria y escabrosa de “As The Flower Whiters”, el debut de larga duración, pasando por el controversial descarrilamiento (temporario) que significó “34.788%... Complete” (placa por la cual el sexteto inglés aún pareciera tener que rendir cuentas) hasta el reciente “Songs Of Darkness, Words Of Light”, su octava obra de estudio. Descripta por la prensa como una continuación del sonido más “accesible” (no existe tal cosa para esta gente) y pesado (en el sentido tradicional) de “Like Gods Of The Sun”, este último trabajo se presenta en realidad como un asfixiante compendio de pasajes opacos y atmósferas que se enredan en la oscuridad reinante hasta que ambas se tornan indisolubles. Una comparación más adecuada sería “The Light At The End Of The World”“Estoy de acuerdo”, aclara Aaron Stainthorpe, vocalista y compositor literario del grupo... y básicamente su indiscutido alter ego. “Para mí lo de la conexión con “Like Gods Of The Sun” vino más que nada por el hecho de que Andy Green estuvo a cargo del arte de tapa en ambos casos, y por la miseria distintiva de las canciones. Pero de ninguna forma pienso que el estilo es similar, salvo por supuesto por el “sonido My Dying Bride” que está en todos nuestros discos... porque al fin y al cabo nosotros siempre damos vueltas sobre lo mismo...”

- ¿Nunca un nuevo objetivo? ¿Ninguna meta diferente que alcanzar?
- Nuestra meta es siempre grabar un buen disco. Nunca nos proponemos grabar algo o muy doom o muy agresivo o muy romántico. No planeamos nada. Sólo escribimos lo que nos gusta y esperamos que la cosa también le guste a la gente. Pero siempre damos lo mejor de nosotros mismos.
- Tus letras nunca cambian, lo cual es bueno para alguien que ama al grupo. ¿Pero no te resulta cada vez más difícil encontrar las ideas o mantener una perspectiva fresca? ¿Cuántas palabras diferentes se pueden usar para hablar siempre de tristeza, tragedias y depresión?
- Cada disco es más complicado, sí, pero de alguna forma supongo que soy muy afortunado porque siempre me las rebusco para escribir algo. Con el nuevo disco empecé a experimentar con un estilo más directo, de historias más tradicionales y no tan personales ni trágicas tipo “cuentito de hadas”. La verdad que me siento muy cómodo con este nuevo estilo, y para los próximos discos podés esperar cuentos bien siniestros, cortos y retorcidos, en lugar de emociones tan trágicas... Uno podría decir que las letras en este nuevo álbum son muy típicas, y de hecho lo son, pero siempre trato de encararlas desde ángulos diferentes.
- Lo tuyo es romanticismo miserable de lujo...
- En el fondo es así. No tengo miedo de admitir que soy un tipo sensible y no me avergüenzo al escribir cosas como “mi amor, mi dulce amor”. Recibo cartas de gente que me dice que nuestras canciones impidieron que se suicidaran. Se ven identificados, aliviados de que alguien más se sienta de la misma forma. Eso me reconforta. Lo que menos quiero es que alguien se mate por culpa de nuestra música... y sin embargo hago lo imposible por tratar de escribir las cosas más deprimentes y lastimosas imaginables...
- ¿Te diste cuenta de que siempre usás la frase “please take my hand” (“por favor toma mi mano”)? Creo que aparece en todos y cada uno de los discos...
- Es cierto. Me di cuenta hace poco. Es que es una imagen muy fuerte: Una persona que trata de ayudar a otra y le extiende su energía. Es como la luz blanca entre tanta negrura. Creo que representa la gota de esperanza en el fondo del barril de excrementos que es My Dying Bride.
- También hay un alto contenido erótico y sensual, pero siempre desde una perspectiva muy distorsionada. Cosas como “The Sexuality Of Bereavement” o “The Thrash Of Naked Limbs”, por ejemplo...
- Algunas de esas canciones se basaron en experiencias personales, lógicamente agrandadas y exageradas. Me encanta describir cosas sencillas como una caricia. “Acariciar un pecho” es una frase muy potente que se puede aplicar en diferentes contextos. Genera una serie de imágenes muy fuertes, muy concretas, y me gusta jugar con esa clase de cosas. 




- El título “Songs Of Darkness, Words Of Light” (“Canciones De Oscuridad, Palabras De Luz”) lo dice todo. De hecho, bien podría ser el nombre de un libro sobre la vida y obra de My Dying Bride...
- Es un buen título, aunque un tanto engañoso, porque obviamente no hay ninguna “palabra de luz” ni en este ni en los anteriores discos. Pero me gusta como suena. Es una línea de “The Wreckage Of My Flesh” que me vino a la cabeza de repente.
- Las canciones tienen un fluir muy particular en este disco. Son más calmas pero más oscuras, más densas. Es una obra bastante complicada de digerir durante las primeras audiciones... casi impenetrable... ¿Alguien más les mencionó esto?
- Todo el mundo, por lo visto. La gente me menciona estas cosas pero la verdad es que a mí me resulta muy complicado y raro emitir opinión al respecto. Yo ayudé a gestar y formé parte de la creación de cada una de estas canciones. Supongo que algunas bandas requieren de mayor esfuerzo y concentración y el nuestro es uno de esos casos. Suelen pasar varios años hasta que finalmente podemos ver “desde afuera” a nuestros propios discos. Pero lógicamente que nuestra intención no es grabar discos “impenetrables”. Queremos que la gente se enganche con las canciones lo antes posible, por razones obvias, así que tratamos de componer cosas relativamente accesibles... aunque supongo que siempre sobreestimamos nuestras habilidades técnicas.
- Este es un disco relativamente parejo, sin tantas subidas ni bajadas, sin blast beats, sin “Sear Me, parte IV”... Es pura oscuridad de principio a fin.
- Sí y no. Es oscuro y denso, pero no estoy de acuerdo con que sea tan parejo. “The Prize Of Beauty” y “Catherine Blake” incluyen momentos bien agridulces, por ejemplo, que devienen en descargas bien furiosas con mis típicos gruñidos death metal. Pero es cierto que es un álbum gris y miserable... pero, ¡hey!, somos My Dying Bride, ¿no?
- ¿Cómo suelen componer las canciones y, en tu caso, las letras? My Dying Bride tiene un sonido inconfundible. ¿Se rigen siempre bajo una fórmula específica?
- No realmente. A veces se me ocurren primero las palabras y trabajamos las melodías en base a eso. Pero en la mayoría de los casos viene primero la música y yo agrego el texto después, tras haber “absorbido” el sentimiento de la canción. Otras veces improvisamos mucho en nuestra sala de ensayo, o Andrew y Hamish (Craighan y Glencross, ambos guitarristas) inventan riffs que se ajusten a nuestro estilo... Sea como sea, todo lo hacemos grupalmente. Somos una banda democrática.
- En una época tu voz era exclusivamente gruñida, después incorporaste estilos más limpios y melódicos, después cantabas exclusivamente de forma limpia, y hoy usás un poco de todo. ¿Alguna razón en particular para esto?
- Como no puedo tocar ningún instrumento, canto. Hoy trato de variar un poco, de cantar de la mejor forma posible sin importar el estilo. En el pasado me restringí a mí mismo de acuerdo a lo que era “aceptado” dentro de este tipo de música en cada época. Hoy todo vale. Pero nunca me consideré un cantante. Es muy pretencioso de mi parte decir que yo canto. Para mí “cantantes” son gente como Frank Sinatra o Mariah Carey. Yo hago lo que hago. Y funciona en esta banda. Es lo único que sé hacer. 


- ¿Tenés alguna letra favorita o que consideres como tu momento “cúlmine”? A mí me encanta la historia de “The Light At The End Of The World”...
- Amo a esa canción. La escribí antes de haber escuchado la música, así que no tuve que regirme bajo ningún límite o estructura (ver recuadro “Liberen Los Cisnes...”). Por eso es tan larga... “Symphonaire Infernus Et Spera Empyrium” me sigue pareciendo genial desde un punto de vista abstracto. “The Cry Of Mankind” es una letra simple pero me resultó muy placentera de escribir. Y también me gustó “The Blue Lotus”. Aunque no tengo realmente una favorita absoluta... pero seguro que los fans sí.
- ¿Quién era Catherine Blake? ¿Te inspiraste en una persona real?
- No, es un personaje ficticio que desempeña un pequeño papel en una enorme guerra entre el Cielo y el Infierno. Me gustan las canciones “épicas” y por lo general las bautizo con títulos igualmente épicos, pero en este caso usé un nombre femenino como para variar un poco. De alguna forma el resultado es una canción más intrigante y misteriosa, porque todo el mundo quiere saber quién es Catherine Blake y qué le pasa en la historia. Pero se trata tan sólo de otra alternativa a la hora de encarar un tópico muy familiar: el Bien contra el Mal.
- ¿Ninguna de las nuevas canciones está basada en algo más cercano a vos, algo más íntimo?
- Muchas. Pero camufladas bajo toneladas de metáforas y cosas retorcidas. Esto es un gran drama para mí. Cada vez que canto estas cosas en vivo me tiembla el labio. Es el problema con cantar cosas tan íntimas. Cuando la gente me ve tirado en el escenario, con los ojos llorosos... es todo verdad. No lo finjo. Creéme que preferiría no estar ahí cantando sobre eso. Pero una vez que el show termina el peso se me sale de los hombros. Es una sensación extraordinaria. Es como ir a la guerra y sobrevivir.
- El orden de los temas en cada disco del grupo siempre me llamó la atención. Por ejemplo, en “Turn Loose The Swans” abrían el disco de manera inusual con “Sear Me MCMXCIII”, una pieza extensa de piano y voz recitada. En el nuevo disco la primera canción es “The Wreckage Of My Flesh”, que también es densa, larga, épica y atípica...
- Andy y yo solemos ordenar la lista de canciones en cada disco. “The Wreckage Of My Flesh” tiene una intro bastante buena, y ya sabés que en un disco de metal tenés que tener la intro clásica y ominosa. Pero la nuestra está dentro de la canción. No son dos cosas separadas. Es la calma antes de la tormenta, como una nube negra que se vislumbra en el horizonte antes de que te envuelva por completo... Estoy seguro de que al sello le hubiese gustado más abrir con algo como “My Wine In Silence”, que es bien ganchera... Pero nosotros somos así.
- Sé que ustedes no son gente depresiva. ¿Qué los atrae entonces de esta música? ¿Cómo se puede componer algo así? ¿Vos te vestís con el mismo look “miserable” cada vez que salís a la calle?
- Nos vestimos bastante diferente en la vida real... ¡aunque el negro es nuestro color favorito! Simplemente encontramos al lado oscuro de la vida un poco más interesante a la hora de escribir. Porque admitámoslo: no hay quien compita con el pop dentro del lado más claro de la música. ¿Para qué hacer algo igual a eso? Las emociones oscuras son más intensas y fuertes que las alegres, así que prefiero desarrollar esas ideas. Son mucho más interesantes que cantar sobre “lovin´ you all nite in Ibiza, baby!” (“¡amándote toda la noche en Ibiza, nena!”).
- ¿A tu familia le gusta la música que hacés?
- No. Mi papá un día comparó nuestras canciones con el ruido que hace un inodoro cuando tirás agua... Pero eso fue hace bastante. Seguro que ahora le gusta un poco más. 


- A diferencia del nuevo álbum, “The Dreadful Hours” te atrapa de manera instantánea. Para mí ese disco está casi a la misma altura que “Turn Loose The Swans” y “The Angel And The Dark River”. ¿Qué te parece a vos? ¿Seguís considerando a “Like Gods Of The Sun” como tu favorito?
- En este momento me quedo justamente con “The Dreadful Hours”. Es un muy buen disco, sin dudas. Pero mis gustos varían mucho con los años.
- ¿Vamos a poder volver a escuchar un violín en el grupo?
- Ya dejamos eso atrás. Pasaron siete años.
- ¿No lo extrañás?
- No realmente. Puede que haya una posibilidad de que lo volvamos a usar, pero únicamente si alguien muy talentoso viene a nosotros con la propuesta. Nosotros no estamos buscando a nadie.
- Recientemente grabaron un video para “The Prize Of Beauty”. ¿Cómo fue esa experiencia?
- Hubo un bache enorme entre este clip y el anterior, que fue “For You”, porque sentimos que la prensa (sobre todo en Inglaterra) había cambiado bastante y ya a nadie le interesaban los videos de bandas como la nuestra. Nadie te daba el espacio. Nuestro género nunca gozó de mucha fama ni publicidad, así que nunca nos molestamos en hacer nada porque de todas formas nadie iba a poder ver los resultados. Pero las cosas cambiaron y el momento parece ser el indicado.
- Es bastante irónico ver a todas estas banditas en MTV llorando como bebés y haciéndose los depresivos porque nacieron en cuna de oro y ahora están aburridos de la vida... Y los presupuestos que manejan para los clips son de no creer. Mucha gente que escucha a Evanescence probablemente podría disfrutar de My Dying Bride, pero casi nadie los conoce a ustedes...
- La vida puede ser injusta dependiendo de cómo juegues tus cartas. Nosotros podríamos planear una estrategia publicitaria masiva y bombardear a los adolescentes de Estados Unidos con nuestra música... pero no es nuestra forma de hacer las cosas. Preferimos el acercamiento sutil. Somos una banda artística y no una comercial, lo cual significa menos ventas. Pero eso está bien. Es genial recibir mucha atención de parte de la gente, y lo apreciamos, pero en su mayoría nuestra subsistencia se debió al “boca en boca” más que otra cosa. Hacemos lo que hacemos porque lo disfrutamos, y NO por la plata.
- ¿De qué trabajan?
- Siempre tuvimos trabajos “reales” y seguimos teniéndolos. Pero nunca le digo a nadie lo que hacemos, porque podría lastimar la imagen y la estética de la banda, y por ende nuestro trabajo y esfuerzo de más de 14 años... ¡Aunque nuestro bajista trabaja como taxi boy!
- Te confieso que quedé bastante desilusionado con “The Voice Of The Wretched”. Para ser el primer álbum en vivo de My Dying Bride, es demasiado corto. ¿Era muy caro editar un disco doble?
- La verdad es que no somos amantes de los discos en vivo, y de ahí lo de la espera tan larga. No nos importa que todo el mundo saque un disco en vivo hoy en día. Nosotros hacemos lo que queremos. Aunque no me caben dudas de que en el futuro vamos a editar otro CD en vivo, ya sea doble o simple. Eso supongo que lo define el sello. De ellos depende cuánto quieren invertir.
- ¿Cuántos discos suelen vender? ¿Tenés ideas de las cifras?
- Nunca miro las cifras, porque si son muy chicas seguro que me deprimo y si son muy grandes me van a agarrar delirios de grandeza estilo “estrella de rock”. Nos va bien y eso es lo que importa. Supongo que “Turn Loose The Swans” es el que más vendió. Sigue vendiendo hasta el día de hoy, lo cual es muy lindo.
- “Depresión” es una palabra clave en el universo de My Dying Bride. ¿Qué fue lo más depresivo que te pasó en la vida?
- No revelo esas cosas porque sencillamente le estaría abriendo la puerta a un montón de potenciales ataques personales... Pero también tuve muchos momentos felices, y si bien no soy religioso, tengo que admitir que amo la Navidad y todos sus festejos.
- ¿Qué clase de personas pensás que escuchan a My Dying Bride? ¿Hay que estar en el “lado oscuro de la vida” para disfrutar música como la de ustedes?
- Creo que tenemos una audiencia bastante amplia. Muchos disfrutan del metal oscuro pero otros odian el metal y sin embargo nos escuchan. Y parecemos tener una enorme cantidad de admiradoras mujeres, lo cual debo admitir que es bastante lindo...
- Me sorprende que no tengas ningún proyecto paralelo. ¿Te gustaría estar involucrado en algún otro estilo de música?
- No tenemos tiempo para otras bandas. Pero Andy y Hamish acaban de abrir su propio sello, Blackdoom Records, y yo diseño carátulas para discos.
- Las bandas icónicas del doom inglés fueron Paradise Lost, Anathema y ustedes. De las tres, My Dying Bride es la única que se mantiene mayormente en el mismo camino desde un comienzo. Después de lo que pasó con “34.788%... Complete”, ¿tienen miedo de volver a grabar algo “experimental”?
- Realmente no sé qué vamos a grabar mañana. Pero “34.788%... Complete” fue un disco esencial porque volcamos un montón de ideas inusuales sin las cuales nunca estaríamos donde estamos hoy. Fue algo que hubo que probar tarde o temprano...



Canciones Oscuras, Palabras Claras
My Dying Bride, Disco X Disco 


“Para ser honesto, los tres primeros discos medio como que se me mezclan en la cabeza. Yo ya conocía a Calvin (Robertshaw, ex-guitarrista), y Andrew y Rick (Miah, ex-baterista) solían frecuentar los mismos lugares y tocaban en una banda local. Un día, después de varias copas, Calvin y yo nos presentamos y les preguntamos si estaban interesados en formar una banda. Increíblemente, en un destello alcóholico, dijeron que sí y al día siguiente ya estábamos ensayando en una sala. Eso fue en junio de 1990. Naturalmente, estábamos muy contentos (y muy borrachos) la primera vez que entramos al estudio y firmamos un contrato discográfico. Eso fue hace un largo rato y no hay nada realmente memorable que valga la pena recordar. En serio. Todo salió bastante bien. Tendría que inventar alguna historia para hacer las cosas más interesantes, pero no vale la pena. Después de “Like Gods Of The Sun” nos ofrecieron una gira europea de seis semanas junto a Iron Maiden, que por supuesto aceptamos. Esa fue una buena época. Compartimos unos cuantos vasos de vino con la gente de Maiden e incluso jugamos en el mismo equipo de fútbol en Suiza, Escocia e Italia. Después nos ofrecieron una gira con Dio, que por supuesto también aceptamos. Compartimos unos cuantos vasos de vino más con esa gente y la pasamos bárbaro. Lo único malo fue que durante esa gira Rick se enfermó bastante y al poco tiempo decidió dejar al grupo. Lo reemplazamos por Bill Law, un canadiense que grabó “34.788%... Complete”. Este disco es la oveja negra de nuestra discografía y hasta el día de hoy sigue alienando a algunos de nuestros fans. Y también perdimos a nuestro violinista, Martin, en la misma época, porque él sentía que nuestro estilo ya no requería de su participación. Le pedimos que se fuera porque no estaba de acuerdo con nuestro “nuevo sonido”. Y también perdimos a nuestro segundo guitarrista original, Calvin, que atravesaba una serie de problemas personales con su familia. La idea era que se iba a tomar un tiempo libre para estar con los suyos y después volver al grupo, pero desafortunadamente su vida cambió de manera tan drástica que sintió que ya no podía colaborar más con la banda. Esto fue un gran golpe para nosotros y todas las giras subsiguientes fueron canceladas. Pero nunca jamás se nos cruzó por la cabeza el terminar con todo esto, así que Andrew, Ade y yo decidimos seguir componiendo... Después de haber exorcisado todos nuestros demonios experimentales con “34.788%... Complete”, grabamos “The Light At The End Of The World”, un disco al estilo “vuelta a las raíces”, básico y bien oscuro. Andrew grabó todas las guitarras y Bill se tuvo que volver a Canadá, así que a último momento se nos unió Shaun Steels como nuevo baterista. El disco fue un gran éxito y provocó que la gente volviese a interesarse por la banda. Le siguió “The Dreadful Hours”, mi actual favorito. Por fin conseguimos un nuevo guitarrista, Hamish Hamilton Glencross (nombre más escocés que ese imposible), que hoy es un miembro clave dentro de la banda. Una vez más la grabación se llevó a cabo sin inconvenientes. En serio. Lo que nos trae a el nuevo disco, “Songs Of Darkness, Words Of Light”. Y, sí, adivinaste, todo salió muy bien durante la grabación... Ah, no, miento. A Shaun le agarraron unos espasmos musculares medios raros en las piernas, así que hubo que inyectarle drogas para que pudiera tocar la batería. Después tuvo un problema con su tendón, así que hubo que inyectarle más drogas... y por ende hoy no se acuerda nada de esa grabación... Creo que la próxima vez que grabemos un disco lo vamos a tocar desnudos mientras luchamos contra yuppies locales a los cuales más tarde vamos a perseguir a latigazos limpios junto a chicas vestidas de cuero... ¡Ahí sí vamos a tener algo interesante para contar!”


Mi Moribunda Novia 
- ¿De dónde viene el nombre “My Dying Bride”?
- Siempre quise un nombre memorable e interesante, algo que dejara pensando a la gente. En el fondo soy un romántico anticuado, y para mí el nombre sonaba hermosamente trágico. Tal cual cómo me imaginaba a la música del grupo. Primero se me ocurrió “My Dying Child” (“Mi Moribundo Hijo”), pero era demasiado brutal y mucha gente se pudo haber ofendido. Era algo más apto para una banda de death/gore. Todavía creo que “My Dying Bride” (“Mi Moribunda Novia”) es excelente y refleja a la perfección lo que hacemos y disfrutamos. Traté de imaginarme una de las situaciones más dolorosas para cualquier ser humano. Suponéte que estás sumamente enamorado de una persona y te entregás por completo a ella... y de repente te la arrebatan por una u otra razón... ¿cómo te sentirías? Debe ser algo devastador. A mí se me rompería el corazón...


Liberen Los Cisnes De La Imaginación 
Dos de mis canciones favoritas de toda la discografía de My Dying Bride son “Turn Loose The Swans” y “The Light At The End Of The World”, ambas pertenecientes a los álbumes del mismo nombre. La ensortijada y barroca poesía de Aaron se manifiesta sublimemente en estas fascinantes perlas, exponentes icónicos que sintetizan la esencia misma de una banda sin iguales... Aproveché la ocasión para que Aaron las “traduzca”.... 

- ““Turn Loose The Swans” (algo así como “Liberad A Los Cisnes”) trata sobre la gente que no usa su imaginación. Un día tuve una fantasía, una imagen de un bote siendo arrastrado por el océano por mil cisnes blancos. Dentro del bote se encontraba un anciano que solía escribir infinidad de historias sobre los seres humanos. Este anciano bien podría ser Dios. Todos los poemas, todas las narraciones, todas las leyendas, todo lo que conocemos... viene en realidad de los escritos de esta persona. Pero con los años su humor cambia y se enoja con la humanidad porque nadie hoy en día usa su imaginación. Todo el mundo es muy serio, muy político... ya no hay fantasía. Así que un día decide cortar las correas que los cisnes usaban para arrastrar su bote... y los libera, dejando que se alejen volando... porque ya no quería seguir escribiendo la historia de la humanidad. Él también había perdido su imaginación. Y se queda sólo, en su pequeño bote... en el medio del océano... mientras el mundo muere lentamente...”

- ““The Light At The End Of The World” (“La Luz Al Final Del Mundo”) trata sobre un hombre y una mujer que se aman muchísimo. Pero un día, la mujer le es arrebatada al hombre por los dioses, que siempre estaban discutiendo y deliberando acerca de cómo torturar a la humanidad. Sin embargo, uno de los dioses se apiada del hombre, al verlo tan triste y desolado. Por eso, baja hasta la Tierra, lo visita en secreto y le dice: "Puedo darte una noche más con la mujer que amas, pero deberás pagar un precio muy alto. Ése sacrificio será el vivir eternamente en una isla desierta." El hombre acepta, pensando que cualquier cosa es menos dolorosa que el no ver a su amada. Así que, a la noche siguiente, ambos se reencuentran y pasan una maravillosa noche llena de amor y pasión... Pero a la mañana, cuando el hombre despierta, se encuentra a sí mismo en la isla, totalmente solo... Al principio, se lo toma con calma. Él sabía que éso iba a pasar y por lo tanto no se arrepiente de su decisión. Los años pasan, y luego de cincuenta años de vivir en la soledad absoluta, el hombre comienza a desesperarse... Ya no puede soportarlo más. Consternado, decide ir hasta el borde de un precipicio ubicado frente al océano... para arrojarse por él y terminar de una vez por todas con su dolor. Y al levantar sus brazos para finalmente dejarse caer, unas misteriosas alas le crecen en su lugar. El hombre se da cuenta de que, en realidad, él ahora es un ángel. Y de ahí viene el arte de tapa del disco. És un ángel que ya está muerto, por lo que ni siquiera puede suicidarse... tal y cómo el dios se lo había dicho. Su destino es vivir por siempre en aquella solitaria isla... pero no durante toda su vida, si no durante toda la eternidad... para siempre y por siempre... Solo.”

Wednesday, May 18, 2011

MY DYING BRIDE “Songs Of Darkness, Words Of Light” (Peaceville Records, 2004)


“Canciones De Oscuridad, Palabras De Luz”. La mismísima esencia de My Dying Bride. Nefasta y divina. Hablando de oscuridad, sus melodías parecieran iluminarse. Como una marcha fúnebre descendida de algún oscuro paraíso para entonar sus seráficas sinfonías, confortando y desgarrando desde hace ya casi quince años. Porque si bien El Ángel Y El Río Oscuro se entrelazan litúrgicamente para Liberar A Los Cisnes de la pasión amarga (y tan deliciosa), Como Dioses De Un Sol que irradia la noche eterna, siempre existirá La Luz Al Final Del Mundo para el alivio de nuestras almas. La contradicción es única e inconfundible: My Dying Bride te acoge entre sus brazos para drenar tus penas con cascadas de lágrimas. Y te deja como nuevo.

Irónico, entonces, que un título tan representativo bautice a este octavo álbum de estudio de los ingleses, acaso su obra más redundante, inescrutable y austera hasta la fecha. “Songs Of Darkness, Words Of Light” raramente consigue invocar el perpetuo choque entre lo negro y lo blanco tan característico del grupo para en su lugar nutrirse exclusivamente de grises. Casi sesenta minutos de grises. No falta ninguno de los ingredientes requisitorios (salvo, por supuesto, el violín, una vez más emulado ocasionalmente por los teclados), y sin embargo la angustia no oprime y las desdichas ajenas no alcanzan para sojuzgar las propias. “The Wreckage Of My Flesh” se estructura en base a un riff ya escuchado en placas anteriores, aunque su profundo y resignado fluir la convierte en una de las piezas más destacadas de la ocasión, junto a “Catherine Blake” (en donde brilla -o, mejor dicho, “ensombrece”- la eminente pluma de Aaron Stainthorpe) y el escalar grandioso y emocionante de su tensión. Aaron grita, gruñe, recita, ruge, solloza y modula. Y el espiral melodramático pone en marcha su solemne vaivén. Canción Negra, Palabras Blancas. O al menos lo que uno interpreta y experimenta como tal. De eso se trata My Dying Bride. Pero el resto de “Songs Of Darkness, Words Of Light” carece de la solidez emotiva (durante la insulsa “My Wine In Silence”, por ejemplo, Aaron se limita a entonar, gemebundo, “por favor toma mi mano, por favor abrázame, mi amor... ¿dónde estás?”) o el romanticismo exuberante de los momentos cumbres del grupo. Sencillamente no es una obra que incentive numerosas audiciones, a diferencia de “Turn Loose The Swans” (1993), “The Angel And The Dark River” (1995), “Like Gods Of The Sun” (1996) o “The Dreadful Hours” (2001), todos ellos eslabones fundamentales del metal ultra-negro e hipocondríaco.

O acaso estemos ante la obra más demandante y compleja de una agrupación que siempre hizo las cosas a su manera y la de nadie más. No esperen prodigios sorpresivos ni odas al sufrimiento de acción instantánea. Todo en este disco lleva su tiempo y las recompensas no son fáciles de encontrar (sólo un verdadero amante del grupo decidirá tomarse tal molestia, de hecho) mientras uno escarba entre las subrepticias satisfacciones de “The Scarlet Garden” o “And My Fury Stands Ready”, para ampararse finalmente en la monolítica “A Doomed Lover” (prestar atención a la melodía de guitarra que se inicia en 4:35), que se arrastra desconsolada y abatida hacia el desenlace inevitable, dando esperanzas con su desesperanza y prometiendo un futuro de palabras no tan resplandecientes... y canciones aún más oscuras.  

Tuesday, May 17, 2011

MY DYING BRIDE “The Voice Of The Wretched” (Peaceville Records, 2002)


Siempre soñé con un álbum en vivo de My Dying Bride... En realidad, siempre soñé con ver en vivo a My Dying Bride, pero, a medida que pasan los años, uno aprende a conformarse con poco. “The Voice Of The Wretched” puede llegar a confundir con su título, pero se trata en efecto del primer álbum en vivo oficial de los ingleses, si descontamos al Mini-Cd grabado en el festival Dynamo Open Air e incluido como bonus en la re-edición de “The Angel And The Dark River” (1995). Por desgracia, lo triste no es aquí exclusivamente la música contenida en la placa, sino el resultado de un lanzamiento al que debió habérsele dado mayor importancia.

El primer inconveniente salta a la vista en lugar de los oídos, y lo proporciona el formato de edición elegido: las duraciones maratónicas de la gran mayoría del repertorio del grupo ameritan, cuanto menos, un álbum doble. Para muchos se trataría de una sobredosis letárgica, pero para cualquiera realmente interesado en My Dying Bride -los que compran el disco, en definitiva... como yo- hubiese constituido la opción lógica. 74 minutos sencillamente no son suficientes. Asimismo, diseño e ilustración siempre constituyeron un aspecto destacado de los trabajos del quinteto que suele correr por cuenta de Aaron Stainthorpe, vocalista y compositor literario. En esta oportunidad, no obstante, el arte de tapa resulta una decepción rotunda, incoherente si se lo trata de vincular a la obra en cuestión, e insustancial al ser evaluado de manera aislada. Ni siquiera fue incluido un booklet con fotos de las giras recientes o ilustraciones adicionales que complementen la edición. Visual y estéticamente, nunca antes un álbum de My Dying Bride resultó ser tan vulgar.

La totalidad de la discografía del grupo es representada al menos por una canción, salvo por “As The Flower Whiters” (1992), y, debido a que la grabación fue llevada a cabo el 4 de marzo del 2001, durante la gira de promoción de “The Light At The End Of The World” (1999), sólo un único tema de “The Dreadful Hours” (2001) es de la partida (“A Cruel Taste Of Winter”), en este caso a modo de adelanto. El playlist incluye afortunadamente varios clásicos tales como “Your River”, “The Cry Of Mankind” (lógicamente sin la mitad atmosférica que pareciera no concluir jamás), “Turn Loose The Swans”, “The Snow In My Hand” y “A Kiss To Remember”, pero afuera quedaron varios favoritos personales, incluyendo “Sear Me” (cualquiera de las tres versiones, aunque la de 1993 hubiese sido ideal), “Two Winters Only”, “The Light At The End Of The World”, “The Dark Caress”, “Black Voyage” o “The Crown Of Symphaty”. Sin embargo, la lista seleccionada constituye un efectivo compendio, aunque una vez escuchada de principio a fin uno se queda, de alguna forma, con la sensación de que la prioridad le fue dada al costado más extremo y rudimentario de la banda (“The Fever Sea” y “Symphonaire Infernus Et Spera Empyrium” seguidas pueden llegar a agotar incluso al más acérrimo).

El principal problema, básicamente, no es la elección de las canciones, sino la interpretación. TODAS suenan de forma casi idéntica a las versiones originales, y la interacción del público es nula, al igual que la labor de Aaron como frontman, quien en este caso se limita a agradecer y presentar los temas. Desde el punto de vista instrumental y sonoro, no existe posibilidad de queja, y sorprende, de hecho, el nivel técnico y lo aceitada que la banda suena. La consecuencia negativa de una cualidad tan positiva es que uno pareciera estar escuchando los trabajos de estudio. La ausencia del violín, al igual que lo ocurrido en “The Dreadful Hours”, no ocasiona daño alguno. Todas las melodías originales son suplidas, en mayor medida, por la participación especial de Yasmin Ahmed en teclados, y en el resto de los casos es empleada una grabación de las pistas originales. “A Kiss To Remember” sale perjudicada levemente en este sentido, sobre todo la sección inicial (00:53 a 1:13), pero “Your River” adquiere nuevas dimensiones de belleza y melancolía, dos ingredientes fundamentales de My Dying Bride que en vivo deberían haber sido aún más resaltados.

Acaso las expectativas eran demasiadas, o simplemente excedían los límites de lo razonable. “The Voice Of The Wretched” constituye una opción más lograda y sólida que los compilados “Meisterwerk” (2000 / 2001) para aproximarse por primera vez al océano de miserias poéticas y atormentada lujuria de My Dying Bride; pero si de liberar los cisnes de la pasión de aquellos ya iniciados en el arte del sufrimiento se trata, la luz al final del mundo aún se vislumbra demasiado lejana. En lo que a mí respecta, por lo tanto, sólo queda una cosa por hacer: seguir soñando. 

Monday, May 16, 2011

MY DYING BRIDE “The Dreadful Hours” (Peaceville Records, 2001)


En 1993 My Dying Bride destruyó la concepción que tenía sobre la música hasta aquel entonces. Destruyó los límites entre lo extremo y lo hermoso, la agonía y el éxtasis. Me destruyó a mí. Y las consecuencias perduran hasta el día de hoy. Jamás volví a percibir una obra sonora de la misma forma. A partir de aquel entonces, las vivía en carne propia. El culpable: “Turn Loose The Swans”, piedra fundamental dentro del resurgimiento y posterior redefinición del “doom metal” en la década de los '90, y el trabajo más admirado de los ingleses hasta la fecha. El “metal gótico” tal y cómo lo conocemos hoy adquiere su verdadera dimensión en este álbum (junto con “Gothic”, Paradise Lost, y “Serenades”, de Anathema, editados en 1991 y 1993 respectivamente), para luego diseminarse por una miríada de nuevas y fascinantes posibilidades. La belleza emanada por la placa resultaba intolerable en su lujuria, un manjar de miserias y romanticismo retorcido que se fijaba al paladar del corazón para nunca jamás desprenderse. En My Dying Bride las guitarras no producen melodías, sino que lloran. Y el llanto es conmovedor. Piano y violín se incorporaban al vocabulario del metal de forma definitiva, luego de numerosos experimentos previos. La combinación exudaba una magnificencia exquisita, y rociaba a las canciones de un perfume tan clasicista como fúnebre. El reloj parecía detenerse en clásicos como “The Crown Of Sympathy”, “The Snow In My Hand” o la estupenda “Your River”, insólitamente extensas y repletas de ritmos lánguidos y riffs que se ubican más allá del nivel de aquello que conocemos como “negro”. Desde ese día, la edición de cada nuevo álbum del grupo representa una ceremonia profundamente personal para mí. Y si bien las expectativas no siempre fueron colmadas (“34.788%... Complete” de 1998 no resultó la abominación definitiva del género, después de todo, pero aún lo considero un trabajo mediocre), sigo pensando que sencillamente no existe ninguna otra banda como My Dying Bride.

Placas como “The Dreadful Hours”, justamente, reafirman mis sentimientos. Si “The Light At The End Of The World” (1999) constituyó una suerte de “regreso a las raíces” un tanto obligado y apresurado por las circunstancias (léase el fracaso comercial y crítico del mencionado “34.788 %... Complete”), este séptimo larga duración consolida de forma definitiva las intenciones del ahora quinteto. De haber sido editado por alguna otra banda de menor envergadura dentro del género, “The Dreadful Hours” sería considerado una obra maestra o, cuanto menos, una revelación. Pero al tratarse de My Dying Bride resulta tan sólo un reencuentro; aunque acaso el más reconfortante de los últimos 5 años. El arte de tapa más extraño y fallido que haya adornado la presentación gráfica de la banda (por sí misma, un fascinante portfolio de fotografías ambiguas y bizarras) no le hace justicia alguna al material contenido en su interior. El tema que da nombre al disco se encarga también de abrirlo, y su hechizo es inmediato. La voz de Aaron Stainthorpe vuelve a ser desgarradora y gemebunda sin priorizar ninguno de ambos estados de ánimo, y sonando, de hecho, más efectiva que nunca. Nada hay de virtuosismo en su garganta, por supuesto, pero el rol de trasladar las tragedias trazadas por su propia pluma del papel al ámbito sonoro lo desempeña con sumo afianzamiento. Tanto Andrew Craighan (guitarra) y Ade Jackson (bajo) constituyen los miembros originales restantes, y sus estilos evidencian similar solidez. El puesto de segundo guitarrista es ocupado en esta oportunidad por Hamish Glencross, y Shaun Steels (ex-Anathema) continúa tras los bombos y platillos al igual que en “The Light At The End Of The World”, esta vez implementando incluso una efectiva descarga de blast beats (“The Raven And The Rose”, de 04:03 a 04:26), un bienvenido resabio del pasado, y priorizando los ritmos trabados y repetitivos al estilo de Rick Miah (baterista original) en los trabajos iniciales del grupo. Y por primera vez desde el alejamiento de Martin Powell, la ausencia del violín -aquel distintivo y distinguido ingrediente del sonido de My Dying Bride- consigue ser sobrellevada con suma facilidad gracias a dos factores específicos: la soberbia delicadeza de los teclados a cargo de Johnny Maudlin (de Bal Sagoth, aquí a modo de invitado), y la decisión por parte de Craigham de emular el sonido de las tres cuerdas con las seis de forma simplista, evitando sabiamente recargar las atmósferas. Esta técnica ya había sido explorada anteriormente en “The Light At The End Of The World” con resultados dispares, pero aquí su efectividad es absoluta. My Dying Bride nunca será 100% My Dying Bride sin la presencia del arrume melódico de un violín real (electrónico o no), pero la forma en la que el grupo perpetúa su sonido exitosamente sin el -para muchos- ingrediente fundamental, es en verdad notable. El comienzo de “My Hope, The Destroyer” recuerda de alguna forma a la sublime “For My Fallen Angel” (de “Like Gods Of The Sun”, 1996), pero la inesperada entrada de la batería transforma el sufrimiento en adrenalina, produciendo acaso la canción más lograda de toda la placa. Por el contrario, la nueva versión de la monumental “The Return Of The Beautiful” (de “As The Flower Whiters”, el álbum debut de 1992), aquí re-titulada “The Return To The Beautiful”, resulta una adición por completo innecesaria debido a las escasas novedades de su puesta al día.

El álbum posee una cierta monotonía estructural y lírica que se torna aún más evidente al compararse con el material previo, pero esta es una consecuencia lógica y esperable tanto del género como de la estética sonora y literaria que la banda adoptó como estilo (acaso la enfermiza prosa de Aaron sea la más perjudicada a medida que los años transcurren). No obstante, “Black Heart Romance” y “La Figlie Della Tempesta” sorprenden por su fluir mayormente calmo y sereno. Uno puede incluso predecir las direcciones que algunos de los temas toman; o acaso se trate en realidad de un deseo no cumplido sobre la forma en la que uno quisiera que los temas continuaran, como es el caso de la citada “My Hope, The Destroyer”. A partir de 06:21 los teclados  desatan un bellísimo torbellino emocional que sin embargo es detenido 3 segundos más tarde, al finalizar impredeciblemente la canción. Y cada vez que la escucho puedo imaginar cómo hubiese proseguido y me golpeo la cabeza ante la torpeza de la banda por no haber tomado tal decisión, prueba suficiente para demostrar el extraño lazo afectivo que la música de My Dying Bride entabla en mi persona.

Porque no caben dudas: My Dying Bride no es para el gusto de cualquiera; pero yo, al menos, me alegro de poder incluirme en la minoría. Y casi veinte años más tarde (ADVERTENCIA: frase estereotipada a continuación) -¡cómo pasa el tiempo!-, sigo siendo la misma persona en la que me convertí luego de que “Turn Loose The Swans” irrumpiera en mi vida para darle un vuelco considerable. Se trató, en efecto, de una experiencia imborrable... Esas que probablemente nunca se repiten.

Sunday, May 15, 2011

Entrevista: MY DYING BRIDE - La Oscuridad & La Luz


Reportaje a Aaron Stainthorpe, cantante y compositor lírico de My Dying Bride
(originalmente publicado en Marzo de 2000 en la revista Epopeya)

Volvió la melancolía. 
Volvieron los riffs ultra-lentos. 
Volvieron las letras románticas y la poesía retorcida. 
No más bases electrónicas ni ritmos semi-bailables. 
Los ingleses My Dying Bride se desvían (al menos momentáneamente) 
del camino "experimental", y nos sorprenden con un disco repleto 
de lo que a ellos mejor les sale: depresión.

- "The Light At The End Of The World" es definitivamente una vuelta a las raíces. ¿Qué fue lo que los llevó a componer nuevamente este tipo de canciones un tanto más extremas y depresivas?
- Bueno, básicamente fue porque teníamos ganas.  En "34.788%... Complete" quisimos probar con nuevos sonidos, y llevemos ese experimento hasta los limites. Sin embargo, si hubiésemos continuado en la misma línea para este nuevo trabajo, hubiéramos perdido el rastro de nuestras raíces; y, por supuesto, no queríamos hacer eso. Por lo tanto, en vez de continuar experimentando,  decidimos volver a los viejos días para componer lo que a nuestros fans más les gusta: las canciones bien densas, con riffs depresivos y atmósferas góticas.
- ¿Tenías en mente desde un principio que volverías a usar los rugidos y los gritos, además de las voces limpias?
- ¡Sí! En realidad, yo siempre le decía a la gente que alguna vez iba a volver a usar las voces más death metal, ¡pero el problema es que nunca nadie me creía! Todos se pensaban que ya nunca más podría volver a cantar de esa manera. Pero a mí me encantan esas voces. Además, de esta forma puedo recrear una vez más aquella vieja atmósfera de la cual hablábamos antes.
- ¿Pero el hecho de que a la mayoría de los fans pareció no gustarle para nada "34.788%... Complete" les significó algún tipo de presión a la hora de componer los nuevos temas?
- Realmente no. Quiero aclarar que a todos en la banda nos gusta mucho ese álbum, y la repercusión por parte de la gente fue muy buena. Es verdad que en un principio, cuando el disco recién salía a la calle, todo el mundo parecía estar muy sorprendido con el cambio. Pero hoy, un año más tarde, nos enteramos de que muchos cambiaron su forma de pensar. Les llevó un año y unas cuantas oídas, pero finalmente parece que el álbum está surtiendo su efecto...
- ¿Por qué no continuar entonces en el mismo camino de "34.788%... Complete" si les gustaba tanto aquel trabajo?
- Porque pensamos que ya no podíamos ir más allá en el sentido de continuar con la experimentación, y por eso quisimos tomarnos un tiempo de descanso y componer cosas que pudiéramos disfrutar. Ya le demostramos a la gente que podíamos hacer otro tipo de canciones. Ahora queremos demostrarles que también somos capaces de volver a nuestras raíces y tocar el tipo de canciones que mejor nos salen y que todos aman.
- ¿Y cuál es tu opinión hoy por hoy acerca de "34.788%... Complete"? ¿Te sigue pareciendo tan bueno como al principio?
- Sí. Pienso que es un álbum genial. Realmente pienso eso. Y ya sé que a muchos les costó agarrarle la mano, pero si te ponés a pensar, tan solo había dos canciones que se salían del todo de los parámetros tradicionales de My Dying Bride... el resto eran bien heavys... Pero yo amo a ese disco, y no me arrepiento para nada de haberlo hecho.


- El tema "Heroin Chic" sin duda fue una sorpresa para todos los fans del grupo... yo incluido...
- ¡Sí! (risas) Es verdad. Pero también fue una sorpresa para nosotros, porque mientras experimentábamos con esa idea no pensamos que fuera a funcionar... Pero de todas formas seguimos adelante, porque nuestros corazones realmente sentían la necesidad de experimentar... El resultado es una canción muy bizarra. Muchos la aman y muchos la odian, pero a nosotros nos gusta, y eso es lo más importante.
- Corregime si me equivoco, pero tengo entendido que el concepto y la idea general de aquel álbum le pertenecen a Calvin  ( Robertshaw, ex-guitarrista), ¿no?
- Bueno, no todo... pero él tuvo la mayor parte de las ideas. Por ejemplo, el título se le ocurrió a él. Además, a Calvin le encantan los sonidos más electrónicos y el drum ´n bass, el rave y todo eso, y pensó que sería una idea interesante el incorporar esos elementos a nuestra música...
- ¿Y eso no tiene nada que ver con el hecho de que él ya no es más un miembro del grupo?
- ¡Para nada! El motivo por el cual Calvin no está más con nosotros es porque tuvo una serie de problemas familiares en el último año. Cosas privadas... Él nos dijo que creía que ya no podía componer nada, que no se sentía capaz de seguir colaborando musicalmente con la banda. Pero ahora, él está decidido a ser nuestro mánager, así que lo vemos todos los días... Calvin sigue siendo un miembro de My Dying Bride... solo que ya no musicalmente.


- Volvamos al nuevo álbum. Teniendo en cuenta la fecha de edición del anterior, me da la sensación de que el proceso de composición fue bastante rápido...
- Sí. Como te decía antes, Calvin tuvo muchos problemas con su familia. Por eso fue que no pudimos salir de gira ni hacer ninguna otra cosa... Entonces, decidimos no perder el tiempo y empezar a componer nuevos temas. Los dos o tres meses que usualmente usamos para salir de gira los usamos esta vez para componer. Y por ese motivo, "The Light..." es el álbum que más rápido grabamos en nuestra carrera.
- ¿Qué pasó con Martin (Powell, ex-violinista)?
- Decidió que el violín ya no funcionaba en la banda. Quería probar con otros instrumentos y decidió irse. Sintió que su música ya no cuajaba con la nuestra, porque nosotros en ese momento estábamos componiendo el material de "34.788%... Complete", y realmente no había lugar para las atmósferas góticas y oscuras en aquél álbum. Ahora está tocando los teclados en Anathema y hasta está tratando de formar una banda propia. Espero que se nos una en los próximos shows, porque aún somos amigos. Ojalá pueda ayudarnos con el violín en los temas más viejos...
- Cambiando de tema, ¿me podrías contar la historia detrás de cada una de las letras del disco?
- Podría... pero no voy a hacerlo...
- ¡Sabía que me ibas a decir eso!
- Bueno... (risas) Te voy a contar sobre la nueva versión de "Sear Me". Es básicamente una canción de amor.  Punto. Realmente no hay mucho más que decir... no hay ningún concepto raro escondido detrás del nombre, no hay ningún significado metafórico... nada de eso. Es simplemente una canción romántica...
- Bueno, pero al fin y al cabo,  todas las canciones de My Dying Bride son románticas...
- Sí, bueno... de cierta forma sí.
- ¿Y qué me decís del resto? Solo unas pocas palabras... "Edenbeast", por ejemplo...
- Es una  historia fantástica. Se me ocurrió que una vez por año, en un determinado lugar, se reunirían todos los hombres y mujeres ricos y suntuosos del mundo para hacer una enorme fiesta llena de comida, vinos carísimos, y demás excesos... La idea era la celebración de la vida. Pero con el tiempo, la fiesta se tornó netamente erótica. En un principio, se la conocía como "Edenfeast" ("Fiesta Del Edén"), pero más tarde todos comenzaron a desnudarse, a tener sexo... ¡Todo se transformó en una gigantesca y salvaje orgía! (risas) De ahí surge el nombre "Edenbeast"  ("Bestia Del Edén"), porque ellos pensaban que se estaban comportando como animales sucios que solo pensaban en tener sexo (más risas) Es solo una historia loca que se me ocurrió... Pensé que sería "interesante"... Con respecto a las demás letras, preferiría que cada uno interprete la música y las letras por su propia cuenta, para así poder generar sus propias historias. No te imaginás las cosas que los fans me cuentan cuando charlo con ellos y les pregunto qué fue lo que entendieron de las letras... Cada uno me cuenta una versión que yo jamás me hubiese imaginado... Son historias realmente fantásticas, y si yo las hubiese explicado antes, ellos nunca hubieran podido inventarlas.
- ¿De dónde sacás esas ideas tan raras para tus letras?
- Algunas son muy personales. Experiencias pasadas que siento que necesito volcar a un papel. Otras son simplemente ideas locas... No se pueden explicar. Otras veces me inspira algún libro que estoy leyendo. Por ejemplo, ahora estoy leyendo nuevamente "La Odisea" de Homero. Es un clásico épico y trágico que de alguna manera me inspiró para componer "The Light At..."
- ¿En la vida real sos tan depresivo cómo uno podría deducir en base a tus letras?
- Decímelo vos. ¿Te sueno muy depresivo por teléfono?
- ¡Para nada!
- Es por que no lo soy. Cuando escribo las letras para My Dying Bride sí me siento muy depresivo y solitario. Por eso, cuando vos escuchás la música y leés las letras de los discos, estás escuchando pura y verdadera pasión... pura miseria. Pero eso significa que al momento de escribir, yo volqué y liberé todos esos sentimientos negativos... me liberé de ellos... Porque yo soy realmente una persona muy feliz. Todo el odio y la oscuridad que están en mi interior se liberan en las letras... pero una vez escritas, yo vuelvo a sentirme genial...
- Es una catarsis...
- ¡Exacto!



Depresión En Celuloide
- Hacia la mitad del tema  "The Whore, The Cook And The Mother" se pueden escuchar unas voces sampleadas... No sé si fue mi imaginación, pero ¿las sacaron de la película "Blade Runner"?
- No, ¡en realidad es mí voz mientras estoy siendo entrevistado por una periodista local! Pero vos tenés razón. Estamos hablando de esa película, y eso era justamente lo que queríamos transmitir con esa sección de la canción. A mí me encanta la idea y la historia detrás de "Blade Runner". Lo que vos escuchaste no es un sample, si no yo mismo hablando de la película...
- ¿Tenés alguna película favorita?
- Sí. "The Hunger", con David Bowie y Catherine Deneuve. Es realmente fantástica... El clima, la música, la atmósfera que se respira en las imágenes... es tan gótica, tan oscura,  tan depresiva, tan pasional...
- ¡Tan My Dying Bride!
- ¡Exacto!

El Mundo Del Fin Del Mundo
- ¿Cuál es el significado real del título "The Light At The End Of The World" ("La Luz Al Final Del Mundo")?
- Es una historia fantástica que escribí. Trata sobre un hombre y una mujer que se aman muchísimo. Pero un día, la mujer le es arrebatada al hombre por los dioses, que siempre estaban discutiendo y deliberando acerca de cómo torturar a la humanidad. Sin embargo, uno de los dioses se apiada del hombre, al verlo tan triste y desolado. Por eso, baja hasta la Tierra, lo visita en secreto y le dice: "Puedo darte una noche más con la mujer que amas, pero deberás pagar un precio muy alto. Ése sacrificio será el vivir eternamente en una isla desierta." El hombre acepta, pensando que cualquier cosa es menos dolorosa que el no ver a su amada. Así que, a la noche siguiente, ambos se reencuentran y pasan una maravillosa noche llena de amor y pasión... Pero a la mañana, cuando el hombre despierta, se encuentra a sí mismo en la isla, totalmente solo... Al principio, se lo toma con calma. Él sabía que éso sucedería, y por lo tanto no se arrepiente de su decisión. Los años pasan, y luego de 50 años de vivir en la soledad absoluta, el hombre comienza a desesperarse... Ya no puede soportarlo más. Consternado, decide ir hasta el borde de un precipicio ubicado frente al océano... para arrojarse por él y terminar de una vez por todas con su dolor. Y al levantar sus brazos para finalmente dejarse caer, unas misteriosas alas le crecen en su lugar. El hombre se da cuenta de que, en realidad, él es un ángel. Y de ahí proviene el arte de tapa del disco. Él es un ángel que ya está muerto, por lo que nisiquiera puede suicidarse... tal y como el dios se lo había dicho. Su destino es vivir por siempre en aquella solitaria isla... pero no durante toda su vida, si no durante toda la eternidad... para siempre y por siempre... Él es "la luz al final del mundo"...