Emperor no es black metal. Emperor fue black
metal, unos pocos años atrás, e incluso representó uno de los pilares
fundamentales del género durante su actualización contemporánea. El pico
creativo del ayer negro se llama “Anthems To The Welkin At Dusk”, y el
hoy se presentó grisáceo a partir de “IX Equilibrium”. La diversidad de
matices estilísticos que ello implica constituye la razón de ser de “Prometheus,
The Discipline Of Fire And Demise”, acaso una versión perfeccionada y
expandida de su predecesor, notoriamente más compleja e intencionalmente
enmarañada. Emperor fue black metal y hoy es simplemente Emperor. Tómalo
o déjalo.
“Thorns On My Grave” es black metal, pero al estilo Emperor
modelo 2001. “Prometheus, The Discipline Of Fire And Demise” es una obra
difícil de principio a fin, y por ende asombrosa en sus múltiples aristas.
Todas las etapas previas del grupo están presentes de una u otra forma, desde “In
The Nightside Eclipse” a la fecha, distribuidas y entrelazadas con la
propuesta actual a lo largo de 52 fascinantes minutos. Las influencias
de Morbid Angel y el death metal técnico pueden apreciarse en los parámetros
rítmicos de Trym, e Ihsahn continúa tratando de imitar a King Diamond (o, según
él mismo, Rob Halford) en diversos pasajes, una vez más de forma inútil. La
habilidad del cantante/guitarrista/bajista/tecladista -y, en este caso, exclusivo
compositor- para construir o destruir una canción resulta sorprendente. En “The
Eruption”, un clavicordio artificial y endeble (00:18 a 1:06) le sede el paso a
uno de los riffs más logrados y asesinos de la historia del grupo (1:24 a 1:33)
para aprobar la intransigencia a partir de 2:28 y repetir torpemente la confusión
hasta el último segundo.
De alguna forma, “Prometheus, The Discipline Of
Fire And Demise” es también Emperor en versión Peccatum; una suerte de
secuela violentada de los resultados obtenidos en el multicolor “Amor Fati”
(prestar atención, por ejemplo, a los violines sintetizados de “Empty” o el
interludio de “The Tongue Of Fire). La ambición por hacer de la placa un paso
adelante en la batalla contra los límites del metal negro puede apreciarse a
cada instante, ya sea favorable o perjudicialmente. Pocos experimentos surgidos
del frío nórdico poseen un trabajo de
guitarras tan intenso. Y cuando Ihsahn y cía. consiguen traducir sus ideas de
forma fructífera al plano musical no hay ciclón ni mafia que pueda detenerlos.
“In The Worldless Chamber” evoca panoramas que se extravían en horizontes
cinematográficos y no tiene desperdicio. La citada “Thorns On My Grave”
recuerda viejos tiempos y despide al álbum -y, tras las recientes
declaraciones, a la banda misma- en un estallido triunfal de violencia sinfónica.
Y el resto del material atrapa, seduce, desconcierta y emociona de manera
similar. Emperor nunca antes fue tan Emperor como en “Prometheus, The
Discipline Of Fire And Demise”, y al mismo tiempo nunca resultó tan
desconocido... tan personal e impredecible. El tiempo decidirá si este es
efectivamente un adiós... o un nuevo comienzo.
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