Se me ocurre que el influjo del “ñu metal”
consiguió llegar a las costas de Orphanage, y probablemente haya sido para
quedarse. Hay algo en los riffs de “Grip”, “Pain” o “Weakness Of Flesh”, por
citar sólo algunos ejemplos, que irremediablemente recuerda a la intensidad
casi viciosa, la monotemática cadencia o la violencia gratuita e inofensiva de
gente como Korn o Coal Chamber. No caben dudas: “Inside” destila fuerza
y energía por dónde se lo mire, pero cualquiera que haya escuchado “Oblivion” (1995) o “By Time Alone” (1996) comprenderá mi frustración al tratar de trazar vínculo
alguno entre las tres placas. Por momentos, pareciera que el notable y personal
estilo de los holandeses, si bien presente y fácilmente reconocible, se viera
seducido por descargas tan indeseables como agotadoras. El balance casi
perfecto entre la agresividad dinámica y la belleza emotiva del pasado aparece
hoy travestido en una propuesta acaso interesada más en los ritmos enfermizos
que las sutilezas melódicas de antaño. Basta con escuchar los primeros segundos
de “Grip” para entender a lo que me refiero. Para colmo, el virus consiguió
expandirse incluso hasta a la faceta literaria del grupo, por lo que
lamentablemente debemos soportar frases al estilo “¡voy a patear tu puto
culo!” en temas como “Kick”. Asimismo, los rugidos de George Oosthoek,
contagiosos como de costumbre, se imponen casi por completo ante los
contrapuntos melódicos de Lex Vogelaar o las encantadoras intervenciones de
Rosan van der Aa.
Sin embargo, no todo
es ruido por el ruido mismo dentro del álbum: “From The Cradle To The Grave”
consigue poner los pelos de punta, culminando en una melodía similar a una
canción de cuna que sinceramente permite perdonar los excesos anteriormente
descriptos; y lo mismo podría decirse, en menor medida, de “Behold”... Aunque
uno no pueda evitar preguntarse qué habría sido de la placa de haber seguido
esa misma línea en el resto de sus composiciones...
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