poesía (Del
lat. poēsis, y este del gr. πoίησις) :
1. Manifestación de la
belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra, en verso o en
prosa.
2. Idealidad, lirismo,
cualidad que suscita un sentimiento hondo de belleza, manifiesta o no por medio
del lenguaje.
3. Empyrium.
Cuando pienso
en poesía trasladada al ámbito musical, pienso en Empyrium. La manifestación de
la belleza queda garantizada, su esparcimiento por el sistema nervioso
inmediato, y la detonación catártica inevitable. A lo largo de los años el
grupo sufrió diversos cambios de integrantes, siendo la única constante el
multi-instrumentista, cantante y principal compositor Markus Stock (hoy
auto-rebautizado “Schwadorf”), un artista evidentemente sensible y honesto en la
exposición musical de su sentir, cual rapsoda que emplea sonidos en lugar de
palabras. En más de una oportunidad me encontré a mí mismo llorando tras
experimentar las composiciones contenidas en obras como “A Wintersunset” (1996) o “Songs Of Moors And Misty Fields” (1997); pero no se trató de un llanto de
dolor o desesperanza, sino del producto de un profundo sentimiento purgante que
reconforta y acompaña, similar al obtenido cuando un prolongado viaje
introspectivo en busca de aquel sortilegio sonoro que uno siempre buscó
encontrar llega finalmente a su término de manera exitosa. Empyrium juguetea
con las melodías que uno soñó escuchar durante toda su vida y ni siquiera era
consciente de ello. Pero una vez cara a cara con el extasío infinito y la
emoción desbordada, ya no cabe lugar para las dudas. El romanticismo seráfico
impregnado en cada arreglo, cada nota y cada entonación resulta familiar por
una razón muy sencilla: todo el tiempo estuvo en tu interior, expectante.
Empyrium simplemente lo despierta, invitándote a disfrutar de lo que durante
tanto tiempo te perdiste... Pero ya no más.
El grupo
proviene de Alemania y comenzó practicando una suerte de black/doom metal
notoriamente melódico, pero esta etapa inicial sólo consiguió plasmarse en
demos y grabaciones caseras. El álbum debut llegaría unos pocos años más tarde
y causaría un modesto aunque considerable impacto en la escena de aquel
entonces e incluso sería
el responsable del nacimiento del sello Prophecy Productions, hoy uno de los
más respetados y admirados dentro del estilo. “A
Wintersunset” ofrecía piezas extensas de carácter medieval,
extraordinariamente celestiales y con esporádicas vocalizaciones gritadas como
único resabio de los años primerizos (el resto de las voces poseían cierto aire
operístico), estructuradas fundamentalmente en torno a teclados soñadores y
arreglos cuyos crescendos parecían ser eternos. Una cierta ingenuidad
compositiva -exquisita como todo aquello que aún permanece virgen al contacto
de la experiencia- y el sonido artificial de una batería electrónica afectaban
de alguna forma al producto final, pero la innegable hermosura y el alto grado
de novedad de un trabajo que desconocía comparaciones bastaron para dejar su
marca imborrable y ansiar una continuación. “Songs Of Moors And Misty Fields” ampliaba célebremente las virtudes
de su predecesor al no delegar el protagonismo únicamente en los teclados,
expandiendo su canvas de posibilidades merced a la incorporación de una mayor
cantidad de instrumentos reales (principalmente la utilización clave de una
flauta y cuerdas clásicas) que proporcionaban una atmósfera de mayor calidez. De esa forma, la banda consolidaba su propuesta y obtenía una placa de antología
dentro del espectro de la música ambientalmente oscura y melancólica.
Y en lo que a
oscuridad y melancolía acústica respecta, existen dos obras fundamentales
dentro del género: el sublime “Kveldssanger” (1996), de Ulver, y “Where At
Night The Wood Grouse Plays” (1999), de Empyrium (el un tanto más desconocido
-pero no obstante excelente- “Kauan”, de los finlandeses Tenhi y editado en 1999, podría
también ser considerado). Este tercer trabajo marcaría un importante giro en la
discografía de los alemanes al tratarse de su primera placa íntegramente
ejecutada con instrumentos acústicos e inspirada en leyendas y tradiciones
folklóricas, ambos ingredientes previamente presentes, aunque no exclusivos.
“Weiland”
continúa una línea similar, pero su planteamiento es notoriamente más
clasicista, ambicioso y heterogéneo. Se trata de una obra que abarca tres
“capítulos” correspondientemente divididos en tres discos, cada uno de ellos
presentados en su propio digi-pack y estos, a su vez, contenidos en una
suerte de funda principal. Este es justamente el único defecto del cuarto
trabajo de Empyrium: en definitiva, los digi-packs no soportan en lo
absoluto el paso del tiempo, y el verse obligado a cambiar de disco cada veinte
minutos es francamente tedioso e irritante. El segundo capítulo (titulado
“Waldpoesie”, o “Poesía Del Bosque”) incluso consta de una única pieza de trece
minutos, y, combinadas, las tres placas no superan la hora de duración.
(Consejo Útil: de contar con una grabadora de CD, compilar los tres capítulos
en un mismo compacto y, como bonus, agregar “Where At Night The Wood
Grouse Plays” a su término... ¡Ochenta minutos de pura nostalgia otoñal!)
Pero las
quejas comienzan y terminan allí. Uno de los ingredientes fundamentales de
Empyrium siempre fue la atmósfera, y “Weiland” posee la infrecuente
virtud de generar su propio hábitat de múltiples coloraciones e intensidades
emotivas, desde la opresión devastadora hasta el regocijo absoluto. Los tres
capítulos pueden ser diferenciados particularmente desde el punto de vista
instrumental (el primero
prioriza las guitarras acústicas y el tercero las cuerdas clásicas y el piano,
por ejemplo), aunque todos conforman un fluctuar
constante en el cual participan, asimismo, flautas, voces netamente
operísticas, batería -por primera vez real-, e incluso un mellotron, todos
ellos dialogando espontáneamente sobre el arte del sentir y la infinidad de sus
matices. Curiosamente, el quinto track del primer capítulo se titula “A Capella” y posee
características similares al tema del mismo nombre aparecido en el citado “Kveldssanger”,
de Ulver. Las voces al estilo black metal reaparecen
brevemente, pero su utilización en todos los casos es adecuada y
complementaria, como ocurre en la
maravillosa “Die Schwäne Im Schilf”, el primer tema del tercer capítulo,
en el que angustia vociferada y coros solemnes son contrapuestos como las dos
caras de un mismo sentimiento.
Lo
maravilloso de “Weiland”, no obstante, es el nivel de composición
expuesto en cada una de sus piezas. Porque no nos confundamos: este no es un
disco de melodías acústicas básicas, acordes para principiantes o arpegios
pegadizos pero irrelevantes. El clasicismo impregnado en la obra es notable
(evidente sobre todo en los arreglos de piano y cuerdas del tercer capítulo) y digno de
músicos de primer nivel en plena madurez o atravesando una etapa maravillosa de
inspiración. El hecho de que la placa se haya demorado tanto en ser editada
habla por sí mismo, y ciertamente el tiempo empleado para el perfeccionamiento
y ajuste de los detalles rindió sus frutos. “Weiland” no sólo es el
álbum más apasionante de Empyrium, sino también el más musical. La citada
“Waldpoesie” es el ejemplo perfecto: alegre y jocosa, se desforma poco a poco a
lo largo de su extensa duración hasta provocar el gemido desbordado de chelos y
violines, para hacia el final vislumbrar nuevamente la esperanza. Ya se sabe:
los extremos se atraen y la línea entre el odio y el amor es muy delgada. Tal
vez Empyrium se trate justamente de eso: El matrimonio entre el éxtasis y la
agonía... y todo aquello en el medio que la poesía pueda concebir.
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