La
sobredosis contemporánea de power metal europeo por momentos consigue incluso
erradicar de nuestras mentes al viejo y querido heavy metal. Entre tanta
“gloria eterna” y esparcida por “el legado de los reyes” entre la “tierra de
los inmortales”, sin embargo, nunca está de más una vuelta a las raíces de todo
el asunto. “Thane To The Throne” representa mi primer
acercamiento a los norteamericanos Jag Panzer, y probablemente no será el
último. Ningunos novatos dentro del género, estos muchachos oriundos de
Colorado arremeten con una propuesta decididamente contundente, un tanto
ortodoxa en ocasiones, aunque bajo ninguna circunstancia un compendio de
lugares comunes. Mi desconocimiento de obras anteriores me impide realizar
comparación alguna, pero me comentan los que saben que “The Fourth
Judgement” (1997) y “The Age Of Mastery” (1998, si bien el debut de la
banda data de 1984) perseguían intereses similares. La verdadera sorpresa, sin
dudas, reside en el aspecto literario de la placa, basada íntegramente en la
tragedia “McBeth”, de la inmortal pluma de Shakespeare. Por tal motivo, varias
de las composiciones despiden una atmósfera cuasi-cinematográfica en su afán de
recrear el espíritu del texto (notables los primeros segundos de “Thane Of
Cawdor”, que de tan conmovedores me recordaron a la banda de sonido de
“Braveheart”), e incluso nos encontramos con diversos interludios
instrumentales a lo largo de la extensa lista de temas. Los violines, teclados
y demás sorpresas (reparar en los coros de la estupenda “Three Voices Of Fate”)
tampoco le son ajenos al grupo, utilizándolos con inteligencia y buen gusto
cuando las circunstancias y el accionar de la trama lo requieren (siendo
“Tragedy Of McBeth”, la melancólica conclusión, uno de los mejores ejemplos).
La voz de Harry “The Tyrant” Conklin posee un gancho francamente irresistible
(en la vena de Mat Barlow, de Iced Earth) sobre todo en la citada “Thane Of
Cawdor” o “Spectres Of The Past”, y lo mismo puede decirse de las melodías del
violero Chris Broderick, quien no le hace asco a los machaques ni a la veloz
pulcritud típica de los virtuosos. Acaso la extensión total del álbum (casi 65
minutos) constituya el principal detalle que termine por jugarle en contra al
resultado final, por demás sumamente satisfactorio y de ninguna manera trágico.
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