Wednesday, July 20, 2011

ARCTURUS “The Sham Mirrors” (Jester Records / Ad Astra Enterprises, 2002)


No existe tal cosa como un álbum de Arcturus sencillo de describir. Siempre imaginé al sonido del grupo como un bufón que se burla de tus expectativas y las lleva de paseo por territorio pedregoso para luego traerlas de regreso sumamente confundidas. El recorrido produce vértigo y no debería recomendarse a aquellos fácilmente impresionables, pero la recompensa es sin dudas fascinante. Porque tampoco existe tal cosa como dos álbumes de Arcturus que se parezcan entre sí. “Aspera Hiems Sinfonia” (1995) instaló el término “súpergrupo noruego” en boca de medio mundo, y nadie podía argumentar que el resultado no era justamente “súper”. Como una orquesta desenfrenada y delicada al mismo tiempo, la obra lograba una conjunción exquisita de black metal épico, música clásica y metal progresivo, sustentada por una atmósfera que todo lo convertía en invierno. Aún recuerdo a mi mandíbula rebotando por el suelo cinco minutos luego de escuchar maravillas como “Du Nordavind” por primera vez. Pero nada, absolutamente nada podría prepararme para lo que vendría a continuación. “La Masquerade Infernale” (1997) desafiaba fronteras estilísticas y cordura mental, se reía ante la insignificancia de sus competidores, y nos hacía la vida imposible a los periodistas que se suponía debíamos tratar de explicar de qué cuernos se trataba el asunto. Del black metal sólo quedaban algunas esporádicas descargas (el comienzo de la extraordinaria “Alone”, por ejemplo), el metal progresivo nunca antes había logrado ser tan literalmente progresivo, el invierno se transformaba en inviernoveranoprimaveraotoño, e instrumentos clásicos de cuerdas y programaciones electrónicas se entrelazaban al festín descabellado hasta obtener una sílfide sonora, tan deslumbrante como caótica.

Por lo tanto, sabía que debía esperar lo inesperado cuando “The Sham Mirrors” finalmente fue editado, luego de más de dos años de grabaciones interrumpidas y amenazas de separación. Según declaraciones recientes, este tercer trabajo de larga duración (sin contar a “Disguised Masters” de 1999, un compilado de re-mixes, rarezas y versiones inéditas) constituye, efectivamente, el último opus de Arcturus (Nota: como todo sabemos, el grupo editaría un álbum más en 2005). Y sin embargo la tristeza no me invade, porque de alguna forma la obra es un manifiesto rotundo de un conjunto de artistas al límite de sus capacidades y entregando lo mejor de sí mismos segundo a segundo, del primero al último.

Los nombres de los involucrados lo dicen todo. La formación continúa siendo casi la misma que grabara “La Masquerade Infernale”: Garm -aquí “Trickster G. Rex”- (Ulver, ex-Borknagar) en “voces de fantasmas y monos, y manipulación general”, Hellhammer (Mayhem, Winds, The Kovenant, etc...) en “baterías y llamaradas”, Sverd (ex-Kovenant) en “teclas en fuga”, y Knut M. Valle (Ulver) como “cabalgador de guitarras” (Carl August Tidemann, quien grabara todas las guitarras en “Aspera Hiems Sinfonia y algunos solos en “La Masquerade Infernale”, ya no es de la partida). El puesto de bajista -o “conductor de guitarras bajas”- lo ocupa en esta ocasión Dag F. Gravem. Asimismo, Mathias Eick se encarga de los instrumentos de viento en tres de las siete canciones, y a modo de invitado de lujo, como ocurría con Simen Hestnaes en “La Masquerade Infernale”, Ihsahn (ex-Emperor y hoy solista) se encarga de las “voces que escupen” en “Radical Cut”; como su nombre lo indica, un radical cambio en la rutina experimental que caracteriza el presente del grupo, y lo más cercano al black metal ortodoxo que hayan grabado desde el álbum debut.

Pero el resto del material, nuevamente, es cualquier cosa menos “ortodoxo”. Garm es uno de los cantantes más estupendos pero técnicamente limitados de toda la escena escandinava, y en piezas como “Kinetic” o “Nightmare Heaven” sus fronteras laríngeas quedan expuestas sin descaro alguno. Alcanzar los tonos más altos por momentos pareciera ser una tarea inútil, y son precisamente estas imperfecciones las que transforman a su registro en algo inmensurablemente único y personal. Su estilo aquí se asemeja considerablemente al que utiliza hoy en Ulver, pero la aclaración “voces de fantasmas y monos” que figura en el booklet no es de ninguna forma arbitraria. Los patrones rítmicos de Hellhammer acaso se manifiestan un tanto menos pirotécnicos que de costumbre, priorizando el trabajo en hi-hat en lugar de redoblante y bombos, si bien durante “Collapse Generation” y la citada “Radical Cut” su asombrosa labor en las áreas de contundencia y velocidad es expuesta sin anestesia. “Radical Cut”, en particular, es un torbellino devastadoramente brillante, un frenesí orgiástico que literalmente produce escalofríos y eleva el alma hasta la dimensión desconocida de nuestro propio interior. Ihsahn emplea el mismo tipo de alaridos que utilizaba en Emperor pero musicalmente la canción es Arcturus puro... si es que existe tal cosa. 

La introducción en piano clásico de “Star Crossed” y la sección intermedia de la siempre cambiante “For To End Yet Again” ponen en evidencia al tal vez mayor responsable del “sonido Arcturus” y su paleta de colores infinitos: Steinar “Sverd” Johnsen. Digámoslo de esta forma: podría incluso imaginar a Arcturus sin la participación de Hellhammer o Garm -no sería lo mismo, por supuesto, pero podría funcionar (nota: luego de "Sideshow Symphonies", hoy no estoy tan seguro)-, pero jamás, bajo ninguna circunstancia sería posible la existencia del grupo sin Sverd tras sus inenarrables, maravillosas teclas. La guitarra de Valle se entrelaza a la perfección en la estrafalaria mezcla, y sus solos alcanzan alturas excelsas de buen gusto e intrincada prestidigitación. El único resabio electrónico que entabla una conexión entre esta obra y el cuasi-bailable “Disguised Masters” lo representa el interludio de “Nigtmare Heaven”, pero en esta oportunidad las programaciones benefician a lo incorpóreo de la atmósfera en lugar de travestirla.

“The Sham Mirrors” de alguna forma constituye la obra más “accesible” de Arcturus. Y esta es una cualidad envidiable, puesto que los temas atrapan al oyente de inmediato. Las múltiples escuchas revelan sus correspondientes tesoros escondidos, claro está, pero el impacto inicial es tan extraordinario que el resultado es un verdadero clásico instantáneo. Es cierto: Arcturus viene anunciando su disolución incluso desde luego del primer álbum; pero si esta es realmente una despida, no pudo haber sido más gloriosa.  

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