Monday, December 19, 2011

EMPEROR “Prometheus, The Discipline Of Fire And Demise” (Candlelight, 2001)



Emperor no es black metal. Emperor fue black metal, unos pocos años atrás, e incluso representó uno de los pilares fundamentales del género durante su actualización contemporánea. El pico creativo del ayer negro se llama “Anthems To The Welkin At Dusk”, y el hoy se presentó grisáceo a partir de “IX Equilibrium”. La diversidad de matices estilísticos que ello implica constituye la razón de ser de “Prometheus, The Discipline Of Fire And Demise”, acaso una versión perfeccionada y expandida de su predecesor, notoriamente más compleja e intencionalmente enmarañada. Emperor fue black metal y hoy es simplemente Emperor. Tómalo o déjalo. 

“Thorns On My Grave” es black metal, pero al estilo Emperor modelo 2001. “Prometheus, The Discipline Of Fire And Demise” es una obra difícil de principio a fin, y por ende asombrosa en sus múltiples aristas. Todas las etapas previas del grupo están presentes de una u otra forma, desde “In The Nightside Eclipse” a la fecha, distribuidas y entrelazadas con la propuesta actual a lo largo de 52 fascinantes minutos. Las influencias de Morbid Angel y el death metal técnico pueden apreciarse en los parámetros rítmicos de Trym, e Ihsahn continúa tratando de imitar a King Diamond (o, según él mismo, Rob Halford) en diversos pasajes, una vez más de forma inútil. La habilidad del cantante/guitarrista/bajista/tecladista -y, en este caso, exclusivo compositor- para construir o destruir una canción resulta sorprendente. En “The Eruption”, un clavicordio artificial y endeble (00:18 a 1:06) le sede el paso a uno de los riffs más logrados y asesinos de la historia del grupo (1:24 a 1:33) para aprobar la intransigencia a partir de 2:28 y repetir torpemente la confusión hasta el último segundo. 

De alguna forma, “Prometheus, The Discipline Of Fire And Demise” es también Emperor en versión Peccatum; una suerte de secuela violentada de los resultados obtenidos en el multicolor “Amor Fati” (prestar atención, por ejemplo, a los violines sintetizados de “Empty” o el interludio de “The Tongue Of Fire). La ambición por hacer de la placa un paso adelante en la batalla contra los límites del metal negro puede apreciarse a cada instante, ya sea favorable o perjudicialmente. Pocos experimentos surgidos del  frío nórdico poseen un trabajo de guitarras tan intenso. Y cuando Ihsahn y cía. consiguen traducir sus ideas de forma fructífera al plano musical no hay ciclón ni mafia que pueda detenerlos. “In The Worldless Chamber” evoca panoramas que se extravían en horizontes cinematográficos y no tiene desperdicio. La citada “Thorns On My Grave” recuerda viejos tiempos y despide al álbum -y, tras las recientes declaraciones, a la banda misma- en un estallido triunfal de violencia sinfónica. Y el resto del material atrapa, seduce, desconcierta y emociona de manera similar. Emperor nunca antes fue tan Emperor como en “Prometheus, The Discipline Of Fire And Demise”, y al mismo tiempo nunca resultó tan desconocido... tan personal e impredecible. El tiempo decidirá si este es efectivamente un adiós... o un nuevo comienzo.

Thursday, December 15, 2011

CRUACHAN “The Middle Kingdom” (Hammerheart, 2000)



Entre un festín celta y Cruachan parecieran no existir diferencias. Una gaita sollozante de las “highlands” abre “The Middle Kingdom” en carácter de ceremonia fúnebre, pero el material precedente desconoce el significado de la tristeza. En su lugar, el grupo entrelaza rock ´n roll, heavy metal, atmósferas de diversas intensidades -¡e incluso una pizca de hardcore!- con el uso de instrumentos irlandeses autóctonos (flautas, mandolinas, “huesos” y “tin whistles”, entre otros), generando una suerte de jocoso hábitat humilde en cuanto a la extensión territorial de sus pretensiones, pero no por ello incapaz de brindar confort. En efecto, se trata de una propuesta sencilla y distendida que continúa efectivamente la tradición del un tanto más extremo “Tuatha Na Gael”, compartiendo ambos trabajos el mismo grado de  precariedad sonora que acaso favorezca de forma indirecta la evidente reivindicación de leyendas y tradiciones pasadas, todas ellas correspondientemente detalladas dentro del booklet. La voz de Karen Gilligan nunca se desvía del carril melódico, pero los resabiados berrinches blackmetaleros del también guitarrista Keith Fay aportan esporádicos baches a un terreno por demás sumamente transitable. Piezas como la bellísima “The Fianna” consiguen incluso convertir el encanto medieval en una realidad sumamente palpable, mientras que “Óró Sé Do Beata Abhaile” alterna magníficamente la euforia descontrolada con el ensueño poético de estos bardos modernos que, celebrando el ayer, facilitan un hoy más llevadero. 

Tuesday, December 13, 2011

ORPHANAGE “Inside” (Nuclear Blast, 2000)



Se me ocurre que el influjo del “ñu metal” consiguió llegar a las costas de Orphanage, y probablemente haya sido para quedarse. Hay algo en los riffs de “Grip”, “Pain” o “Weakness Of Flesh”, por citar sólo algunos ejemplos, que irremediablemente recuerda a la intensidad casi viciosa, la monotemática cadencia o la violencia gratuita e inofensiva de gente como Korn o Coal Chamber. No caben dudas: “Inside” destila fuerza y energía por dónde se lo mire, pero cualquiera que haya escuchado “Oblivion” (1995) o “By Time Alone” (1996) comprenderá mi frustración al tratar de trazar vínculo alguno entre las tres placas. Por momentos, pareciera que el notable y personal estilo de los holandeses, si bien presente y fácilmente reconocible, se viera seducido por descargas tan indeseables como agotadoras. El balance casi perfecto entre la agresividad dinámica y la belleza emotiva del pasado aparece hoy travestido en una propuesta acaso interesada más en los ritmos enfermizos que las sutilezas melódicas de antaño. Basta con escuchar los primeros segundos de “Grip” para entender a lo que me refiero. Para colmo, el virus consiguió expandirse incluso hasta a la faceta literaria del grupo, por lo que lamentablemente debemos soportar frases al estilo “¡voy a patear tu puto culo!” en temas como “Kick”. Asimismo, los rugidos de George Oosthoek, contagiosos como de costumbre, se imponen casi por completo ante los contrapuntos melódicos de Lex Vogelaar o las encantadoras intervenciones de Rosan van der Aa.  

Sin embargo, no todo es ruido por el ruido mismo dentro del álbum: “From The Cradle To The Grave” consigue poner los pelos de punta, culminando en una melodía similar a una canción de cuna que sinceramente permite perdonar los excesos anteriormente descriptos; y lo mismo podría decirse, en menor medida, de “Behold”... Aunque uno no pueda evitar preguntarse qué habría sido de la placa de haber seguido esa misma línea en el resto de sus composiciones... 

HECATE ENTHRONED "Kings Of Chaos" (Blackend, 1999)



Pocas son las bandas que tienen menos personalidad que los ingleses Hecate Enthroned. Luego de plagiar descaradamente a Cradle Of Filth en sus primeros trabajos ("The Slaughter Of Innocence, A Requiem For The Mighty" es el ejemplo más vergonzoso), pasaron a convertirse en el hazmerreír de muchos entendidos del género a lo largo y ancho del mundo, quiénes por supuesto rechazaban de inmediato cualquier registro que el grupo pusiera en las calles... con justa razón. Hoy, tras haber sufrido quintillones de cambios de integrantes (créanme que quedé literalmente mareado al intentar seguir la cronología de la gacetilla de prensa), las cosas siguen estando igual de negras (y lo digo en el sentido despectivo). "Kings Of Chaos" es otro más de los innumerables discos de death/black metal que sinceramente no aporta ni una sola melodía que despierte entusiasmo. Lo mismo de siempre, muy correctamente ejecutado, pero elevado a la sextuagésimadecimooctava potencia del martirio auditivo, y para colmo sin la más mínima promesa de mejoría alguna... Suerte que semejante bodrio sólo dura 33 minutos...

Monday, December 12, 2011

SAMAEL “Reign Of Light” (Nuclear Blast Records, 2005)



Definamos “evolución”: “acción de desarrollarse o de transformarse las cosas, pasando gradualmente de un estado a otro”. O “mudanza de conducta, de propósito o de actitud”. En ese sentido, Samael constituye una agrupación sumamente evolucionada. Su actitud, su propósito, su raison d’etre difiere hoy considerablemente de aquello que les permitiera innovar y sorprender a través de trascendentes obras como “Ceremony Of Opposites” (1994) y “Passage” (1996), tras dar sus primeros pasos dentro de los confines del black metal y el metal extremo mediante “Worship Him” (1990). La constante a lo largo de la discografía del grupo siempre fue el cambio, aquella delicada herramienta cuyo doble filo resulta aún más cortante en manos de la mayoría; aunque en el caso de los suizos la sofisticación y la calidad esgrimidas siempre conseguían engendrar piezas de memorable relevancia sonora que justificaban cualquier tipo de permutación. 

Sin embargo, la salida del fallido y controversial “Eternal” (1999) anticipaba un desvío demasiado riesgoso dentro del constante proceso “evolutivo” de los suizos. Y con “Reign Of Light” Samael demuestra finalmente que, en algunos casos, la “evolución” puede provocar consecuencias desastrosas. Terribles. Irrisorias, de hecho. La versión “evolucionada”, y por ende transformada, de Samael suena hoy a una variante electro-dance y pseudo-darkmetalera de Rammstein, Crematory y The Kovenant. Vorph utiliza su voz como un instrumento percusivo, acentuando aún más su pronunciación ya de por sí acentuada (y sin nunca poder pronunciar correctamente la palabra “basis”). Los rappeos probablemente no estén muy lejos en la lista de futuros ingredientes a “evolucionar”. La malevolencia grisácea y, fundamentalmente, adulta tan característica del pasado del grupo sólo se percibe al leer entre líneas. Y el problema justamente es que el público al cual apunta una obra como ésta no posee semejante capacidad perceptiva. 

“Reign Of Light” es un álbum que involuciona toda una carrera de logros al pretender actualizarla y “ponerla al día”. El énfasis es colocado en estructuras simplistas, letras ingenuas y ridículamente idealistas (en especial la de “On Earth”), y riffs y estribillos banales, mueve-caderas y extremadamente glutinosos. El target: la pista de baile, las luces de neón, lo anémico y lo efímero. El Samael no-evolucionado y pre-modernidad puede aún percibirse en los ritmos programados de Xy y las atmósferas místico-orientales de instancias como “High Above” (con coros de la ex-Dreams Of Sanity Sandra Schleret) u “Oriental Dawn”, pero “Moongate”, “Inch Allah” o “Telepath”, entre otras (demasiadas otras), nos refriegan toda su “evolucionado” vanguardismo en la cara. Y el impacto duele. “Reign Of Light”: el triunfo del pop-metal europeo con específicas metas puestas en la radiodifusión. El “Reino De La Luz” que arruina la belleza de la oscuridad al enceguecerlo todo con su refulgencia mainstream. Samael: el arte de “evolucionar” imitando fórmulas ajenas previamente exitosas. Y para colmo hacerlo mal. 

Thursday, December 08, 2011

RHAPSODY “Symphony Of Enchanted Lands, part II – The Dark Secret” (SPV Records, 2004)



Christopher Lee siempre fue uno de mis actores favoritos de todos los tiempos, una verdadera leyenda viva del cine mundial con más de 200 filmes (de todos los presupuestos y colores) sobre sus hombros y que hoy, con ya casi 90 años, atraviesa acaso una de sus etapas profesionales más fructíferas, como lo demuestran sus recientes participaciones en “Sleepy Hollow” y las sagas de “The Lord Of The Rings” y “Star Wars”. Que no les quepa ninguna duda, entonces, que cuando escuché a “The Dark Secret (Ira Divina)” y “Unholy Warcry” (la obligatoria intro y el subsiguiente hit de este quinto larga duración de Rhapsody) por primera vez, quedé extasiado. Atónito. Más encantado que las Tierras Encantadas. Y listo para calificar a “Symphony Of Enchanted Lands, part II – The Dark Secret” como la obra más sólida de los italianos. 

Rhapsody sencillamente nació para interpretar este tipo de cosas, y si bien Turilli y Staropolli parecieran haberse encerrado voluntariamente en una fórmula (propia, eso sí) de límites bien demarcados, aquí al menos nos demostraban que la magia todavía era posible si se movían unos pocos ingredientes de lugar. Y ese barítono maravilloso, hipnotizante e hidalgo entonado por Lee les cae como anillo élfico en dedo de Hobbit. Pero después vendrían el resto de las canciones, y la realidad dejaría bajar el telón sobre esta panorámica sinfonía ambientada en la misma geografía de siempre. Rhapsody no puede evitar ser Rhapsody, y hacia el quinto o sexto track (interludio folk, balada sentimentaloide, y la estereotipada voz “endemoniada” -¿cuándo van a cambiar el efecto?- mediantes), “Symphony Of Enchanted Lands, part II – The Dark Secret” no deja lugar para las dudas: las únicas novedades reales son aquí la expansión y calidad de grabación de la orquesta (que, no obstante, y como suele ocurrir en estos casos, no es aprovechada al máximo) y la presencia de Lee [que, lamentablemente, sólo se reduce a unos pocos minutos (para aquellos interesados, les recomiendo escuchar al bellísimo “At Dawn In Rivendell” de The Tolkien Ensemble, en el que Lee desempeña un rol mucho más amplio e incluso canta realmente)]. 

El que crea que este álbum suena como un verdadero soundtrack debería escuchar más soundtracks. Se destacan, de todas formas, piezas como las extensas “Sacred Power Of Raging Winds” (cuyo interludio goblinesco es un calco del tema principal del film “Profondo Rosso” de Dario Argento) y “Shadows Of Death”, con sus enardecidas fanfarrias; y en líneas generales la obra consigue delinearse como la más lograda del grupo desde la primera parte de esta saga interminable pero con un final que ya todos podemos adivinar. Porque, y allí radica el principal problema, entre el “Hollywood metal” y el “film-score metal”, al fin de cuentas, no existe gran diferencia. 

EDENBRIDGE “Sunrise In Eden” (NEMS, 2000)



Si Nightwish representa el summun en lo que a la ecuación “power metal + voz femenina = magnificencia orgásmica” respecta, entonces Edenbridge se ubica, por debajo del nivel de la tierra, en el extremo totalmente opuesto. Créanme que pocas veces van a poder escuchar una garganta tan anoréxica en su caudal e insulsa en su destreza como la de Sabine Edelsbacher. Puede que la muchacha se encontrase en una suerte de estado sonámbulo al momento de la grabación, o acaso la ingenuidad típica de los principiantes le haya jugado una mala pasada, pero lo cierto es que las riendas de los temas se le escurren de entre los dedos ni bien abre la boca. Para colmo, las sorpresas no van de la mano con la propuesta instrumental del resto de los miembros del grupo, tan preocupados en su afán por meter cuanto estribillo angelical se les cruce por las narices, que descuidan por completo cualquier noción de garra o gancho concebida por la humanidad y se empantanan en las arenas movedizas del aburrimiento puro. Menos esterilidad archi-ortodoxa y más bronca al pisar el acelerador podrían, sin embargo, mejorar la situación. Aunque por ahora, resulta evidente que entre este puente y el Edén queda un trecho inmenso por recorrer.

Friday, December 02, 2011

XASTHUR “Telepathic With The Deceased” / “To Violate The Oblivious” (Moribund Records, 2004)


 

La deshumanización de la música. La crisis existencial del “yo” disconforme, nihilista e incompatible con lo aceptado, trasladada al plano de la disonancia. Si el black metal ordinario produce una sensación de rabia, irritación, violencia o repugnancia anti-establishment, aquello engendrado por Xasthur constituye entonces una suerte de culto a la introversión y la angustia. El arte de auto-recluirse en la reflexión más negadora (y negativa), de invocar al vacío. Un suplicio etéreo, flotante, inarmónico, que deambula incesantemente entre lo desconsolado. El black metal en todo su refulgente ennui, llevado a los extremos de la extremidad. O acaso podríamos describir a Xasthur como una suerte de versión norteamericana del sonido tortuoso y atroz del primer Burzum, aquel rico en chillidos destroza-tweeters, guitarras lacrimosas, letras ininteligibles, y melodías decrépitas. Todo estructurado en base a un aura aún más funeraria, hermética e individualista. Y como ocurría con Burzum y tantos otros proyectos similares dentro del metal ultra-oscuro, detrás de Xasthur existe tan sólo un único, reservado y “enigmático” (“¡nada de información disponible!”, amenazan los booklets de varias de sus obras) responsable de absolutamente todo: Malefic. Su especialidad: componer, interpretar y grabar (en cuatro canales y con cero presupuesto, claro) los conciertos más miserablemente crudos y claustrofóbicos imaginables. Y en lo que al black metal reciente respecta, cualquiera sea su nacionalidad, pocas obras pueden compararse al manjar de fascinantes inmundicias que Xasthur expele incesantemente. 

E “incesante” de hecho es la palabra adecuada. De 2001 en adelante, Xasthur editó un álbum promocional (“A Darkened Winter”), cinco split-CD´s (con Acid Enema, Nachtmystium, Angra Mainyu, Leviathan, y Nortt, respectivamente), un mini-Lp (“Suicide In Dark Serenity”, 2003), un demo (“A Gate Through Bloodstained Mirror”, 2004), y cuatro larga duración: “Nocturnal Poisoning” de 2002, “The Funeral Of Being” de 2003, y, con apenas unos pocos meses de distancia, “Telepathic With The Deceased” y “To Violate The Oblivious”, ambos de 2004. En todos ellos existe una constante, un trance psíquico/espiritual que ofusca los sentidos y los desconecta de la carne, aislándolos de todo, como una suerte de ingrediente adictivo, imposible de describir correctamente, que se instala en el sistema nervioso del oyente y clama por una dosis incluso mayor. Acaso este ingrediente infecte de la misma forma a Malefic y explique su incontrolable productividad. La atmósfera y la melancolía más desnuda desempeñan aquí un rol fundamental, como ocurre en la incomprensiblemente bellísima “Murdered Echoes Of The Wind” de “Telepathic With The Deceased”; pero los blast-beats, los riffs gélidos y el bochinche apocalíptico suelen también irrumpir de forma aleatoria. Para Xasthur/Malefic no existen reglas musicales que permanezcan vírgenes ni parámetros tradicionales a seguir. Todo indicio de armonía es violado y repudiado, los ritmos se deforman hasta tornarse indefinidos, distantes y sumamente monótonos, y cada sesión de extirpación/martirio se convierte en un nuevo álbum, una nueva refregada de hostilidad y pesimismo en la cara de todo aquel que todavía cultive algún indicio de júbilo. El único proyecto unipersonal del género capaz de competir con semejante rendimiento es Nargaroth. Y para cuando lean estas líneas es probable, de hecho, que una nueva placa ya haya visto la luz, escupida desde algún recóndito estudio hogareño en el medio de la nada más azabache... 

Lo importante aquí es resaltar el hecho de que dentro del black metal aún queda lugar para la exploración y, por decirlo de alguna forma, la innovación involutiva. Xasthur emplea elementos pre-existentes pero al interiorizarlos y fusionarlos con su aversión anti-todo obtiene un modus operandi propio, un sonido que sencillamente no puede compararse con ninguna otra agrupación del género. En “To Violate The Oblivious” encontramos la re-grabación (una de las prácticas más frecuentes de Malefic) del tema “A Gate Through Bloodstained Mirrors”, compuesto originalmente en 1999, pero el resto del material, si bien comparable al estruendo viscoso y taciturno expuesto en “Telepathic With The Deceased”, evidencia una mayor solidez compositiva, una antipatía y una irritación más enfocadas y ya quizás no tan amorfas. El sonido continúa tan hogareño e indescifrable como de costumbre, pero los gemidos de Malefic adquieren mayor preponderancia en la mezcla, la batería (programada) posee un mayor cuerpo y un refuerzo notable en el departamento de las frecuencias graves, y las guitarras brillan más ennegrecidas y enmarañadas que nunca. La rigurosa “Intro” de alguna forma funciona a modo de literal “adentrarse” en esta particular cosmogonía de horrores íntimos, y de tal modo “Xasthur Within” (algo así como “Xasthur Internalizado”) implosiona extáticamente, convirtiéndose en una de las piezas más extraordinarias y cautivantes de toda la discografía del proyecto, en especial el crescendo hipnótico que se inicia a partir de 1:59. Si “Telepathic With The Deceased” invocaba hedores cadavéricos, “To Violate The Oblivious” conjura “Sueños Más Negros Que La Muerte”, como describe “Dreams Blacker Than Death” o el instrumental onírico “Walker Of Dissonant Worlds”. Pero la peste es la misma, y continúa su propagación, como sucede con todo aquello que Malefic regurgita. Y el contagio es irremediable. Xasthur deconstruye al black metal y lo convierte en una sinfonía anti-sinfónica, interpretada por un misántropo, llena de cacofonías y furia, significando nada...

YYRKOON “Occult Medicine” (The End Records, 2005)



Pocos sellos discográficos, en especial los norteamericanos, poseen un catalogo tan envidiablemente vanguardista como The End Records. Los nombres de sus artistas hablan por sí solos: Agalloch, Arcturus, Winds, The Gathering, Ulver, Green Carnation, Virgin Black, Age Of Silence, Sculptured, Peccatum, November´s Doom, Star Of Ash... La lista puede intimidar a más de uno. No obstante, con “Occult Medicine”, tercer larga duración de los franceses Yyrkoon (¿nombre tomado de la saga de “Elric Of Melnibone” de Michael Moorcock?) , irrumpe acaso en escena la inevitable excepción a la regla. Las comparaciones son odiosas pero las bandas de The End Records siempre se caracterizaron, justamente, por lo incomparable de sus propuestas. Y allí reside el problema de Yyrkoon: la despersonalización inherente a una propuesta impecablemente ejecutada pero excesivamente arraigada en los estereotipos del thrash/death/black metal de corte escandinavo, en especial el Carcass de “Necroticism” (1992) y “Heartwork” (1996). Las soberbias guitarras (verdaderas protagonistas de la obra) magnetizan de forma constante, los solos son inesperadamente frecuentes, los riffs infecciosos y palpitantes, desarrollándose a medida que la intensidad inaugura su requisitoria subida y las complicaciones rítmico-melódicas se adhieren a la ecuación, y si bien piezas como “Trapped Into Life”, “Schyzophrenic Carnage”, “Erase The Past” (con riff a lo Opeth incluido) o la misma “Occult Medicine” consiguen aprovechar al máximo una paleta de texturas sonoras policromáticas, los ingredientes restantes (en especial los rugidos de Stéphane Souteyrand) nunca consiguen alcanzar similares alturas. “Occult Medicine” demuestra abundantemente que el propósito de Yyrkoon es innovar dentro de un estilo que se caracteriza por lo espesas de sus fronteras, y desde ese punto de vista el grupo merece ser tenido en cuenta y sus logros respetados. Pero el esfuerzo resulta victorioso sólo en aquellas instancias (un 60%, aproximadamente) en las que las similitudes con innumerables otras ofertas pasadas y actuales son erradicadas de manera completa. El resto no es nada nuevo. La gente de The End Records probablemente no se haya equivocado, después de todo, pero “Occult Medicine” no despliega el verdadero potencial de Yyrkoon, sino que sencillamente lo presagia. 

Thursday, December 01, 2011

KILLING MACHINE “Killing Machine” (Candlelight, 2000)


...y en la contínua pelea por el gran premio mundial a la mediocridad absoluta tenemos hoy la presencia de cuatro ilustres combatientes. Tras los parches, y ubicado hacia el fondo del ring, démosle la bienvenida al ex W.A.S.P. y ex Impelliteri Stet “Matador” Howland. A mi derecha, y recién salido del anonimato, el guitarrista Peter “¿Quién Te Conoce?” Scheithauer... ¿Cómo?... Ah, ¿si?... Ajem... Producción me informa desde el control central que Scheithauer de hecho colaboró en varios proyectos, aunque el más relevante fue Stream, el cual vuestro humilde relator desconoce... A mi izquierda y con su bajo dispuesto a rendir batalla, sin embargo, se encuentra el gran Mike “W.A.S.P.” Duda. Y en el centro del cuadrilátero, damas y caballeros, los spots iluminan a la figura de la noche: el confundible, el igualable, el vencible... ¡¡¡Mike “Me Voy A Pique” Vescera!!! La retadora de la jornada, omnipresente por encima del cuarteto, continúa siendo la temible y despiadada ¡¡ORIGINALIDAD!! (abucheos varios)... 

...y da comienzo la pelea (ruido de campana). La Originalidad parece no darle tregua a la propuesta del debut de Vescera y cía. En efecto, ya antes de subir al ring se rumoreaba que lo de Killing Machine no sería más que otra descafeinada dosis de un insulso heavy/power metal. A juzgar por la terrible paliza que el cuarteto está recibiendo, pareciera que dichos rumores eran ciertos. “¡Los mismos riffs de siempre!” sentencian algunos en la platea. “¡Los temas no consiguen escapar a la fórmula riff-estribillo-riff-estribillo-solo-estribillo-fin”!, gritan los amantes de la complejidad compositiva. “¡Todas las canciones terminan con el mismo efecto de fade-out”, observa el resto. “La carrera de Vescera no logra levantar cabeza, y de un progresivo decline pasó directamente a la caída libre.”, concluyo yo. Si esta “maquina asesina” realmente pretende lograr alguna víctima, debería empezar por aceitar mejor sus engranajes. ¡Cobre el knock-out, referí!