Wednesday, May 18, 2011

MY DYING BRIDE “Songs Of Darkness, Words Of Light” (Peaceville Records, 2004)


“Canciones De Oscuridad, Palabras De Luz”. La mismísima esencia de My Dying Bride. Nefasta y divina. Hablando de oscuridad, sus melodías parecieran iluminarse. Como una marcha fúnebre descendida de algún oscuro paraíso para entonar sus seráficas sinfonías, confortando y desgarrando desde hace ya casi quince años. Porque si bien El Ángel Y El Río Oscuro se entrelazan litúrgicamente para Liberar A Los Cisnes de la pasión amarga (y tan deliciosa), Como Dioses De Un Sol que irradia la noche eterna, siempre existirá La Luz Al Final Del Mundo para el alivio de nuestras almas. La contradicción es única e inconfundible: My Dying Bride te acoge entre sus brazos para drenar tus penas con cascadas de lágrimas. Y te deja como nuevo.

Irónico, entonces, que un título tan representativo bautice a este octavo álbum de estudio de los ingleses, acaso su obra más redundante, inescrutable y austera hasta la fecha. “Songs Of Darkness, Words Of Light” raramente consigue invocar el perpetuo choque entre lo negro y lo blanco tan característico del grupo para en su lugar nutrirse exclusivamente de grises. Casi sesenta minutos de grises. No falta ninguno de los ingredientes requisitorios (salvo, por supuesto, el violín, una vez más emulado ocasionalmente por los teclados), y sin embargo la angustia no oprime y las desdichas ajenas no alcanzan para sojuzgar las propias. “The Wreckage Of My Flesh” se estructura en base a un riff ya escuchado en placas anteriores, aunque su profundo y resignado fluir la convierte en una de las piezas más destacadas de la ocasión, junto a “Catherine Blake” (en donde brilla -o, mejor dicho, “ensombrece”- la eminente pluma de Aaron Stainthorpe) y el escalar grandioso y emocionante de su tensión. Aaron grita, gruñe, recita, ruge, solloza y modula. Y el espiral melodramático pone en marcha su solemne vaivén. Canción Negra, Palabras Blancas. O al menos lo que uno interpreta y experimenta como tal. De eso se trata My Dying Bride. Pero el resto de “Songs Of Darkness, Words Of Light” carece de la solidez emotiva (durante la insulsa “My Wine In Silence”, por ejemplo, Aaron se limita a entonar, gemebundo, “por favor toma mi mano, por favor abrázame, mi amor... ¿dónde estás?”) o el romanticismo exuberante de los momentos cumbres del grupo. Sencillamente no es una obra que incentive numerosas audiciones, a diferencia de “Turn Loose The Swans” (1993), “The Angel And The Dark River” (1995), “Like Gods Of The Sun” (1996) o “The Dreadful Hours” (2001), todos ellos eslabones fundamentales del metal ultra-negro e hipocondríaco.

O acaso estemos ante la obra más demandante y compleja de una agrupación que siempre hizo las cosas a su manera y la de nadie más. No esperen prodigios sorpresivos ni odas al sufrimiento de acción instantánea. Todo en este disco lleva su tiempo y las recompensas no son fáciles de encontrar (sólo un verdadero amante del grupo decidirá tomarse tal molestia, de hecho) mientras uno escarba entre las subrepticias satisfacciones de “The Scarlet Garden” o “And My Fury Stands Ready”, para ampararse finalmente en la monolítica “A Doomed Lover” (prestar atención a la melodía de guitarra que se inicia en 4:35), que se arrastra desconsolada y abatida hacia el desenlace inevitable, dando esperanzas con su desesperanza y prometiendo un futuro de palabras no tan resplandecientes... y canciones aún más oscuras.  

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