Tuesday, February 22, 2011

CRADLE OF FILTH “Midian” (MFN, 2000)


Si Midian -la creación literaria de Clive Barker- representa una laberíntica y metafórica necrópolis plagada de engendros nocturnos e insospechadas pesadillas, “Midian” -el cuarto álbum de Cradle Of Filth- transita el camino exactamente opuesto al encerrar, acaso, la obra más predecible de estos controversiales británicos. 

Aquellos cuyos temores presagiaban una aproximación un tanto más accesible al habitual barroquismo gótico de  "Dusk And Her Embrace" (1996) pueden retornar tranquilos a sus respectivas criptas: el cementerio continúa tan esplendorosamente negro como de costumbre. Se trata, en esencia, de una placa que recrea a la perfección las numerosas virtudes expuestas con anterioridad por el sexteto, aunque difícilmente logre trascender de similar forma. La promesa de un País De Las Maravillas en versión black metal (acentuada aún más por el sugerente arte de tapa) quedó, por lo tanto, para la próxima. Incluso el arranque con la lovecraftiana “Cthulhu Dawn” carece del impacto inmediato que en el pasado  desplegaron clásicos instantáneos como “Heaven Torn Asunder” y, fundamentalmente, “Thirteen Autumns And A Widow”. Ni siquiera las numerosas intervenciones de cellos, violines y voces operísticas consiguen apoderarse adecuadamente de nuestra atención. De hecho, tal es el grado de “familiaridad” experimentado, que la participación especial de Doug Bradley (Pinhead en la saga de los filmes de “Hellraiser”) es confundida en un principio con una de las tantas vocalizaciones/segregaciones/regurgitaciones que Dani suele implementar para el espanto de los puristas. 

Curiosamente, sin embargo, nunca antes un álbum de Cradle Of Filth sentó tanto sus raíces sobre las hoy revaloradas espaldas del death metal. En esta ocasión, las descargas no sólo cobran vida con progresivo frenesí hasta alcanzar su apocalíptico climax en un festín de notas agudas, si no que, ayudadas por el sólido doble bombo de Adrian Erlandsson, hurgan en las profundidades casi abismales hasta  obtener un sonido más robusto; aunque, al mismo tiempo, considerablemente opaco y desprovisto de la inmediatez de “Cruelty And The Beast” (1998). 

Continúan presentes, asimismo, las referencias al metal británico clásico, sutilmente camufladas bajo el pálido maquillaje de los músicos; si bien instancias como “Amor E Morte” arremeten con un duelo de solos de guitarra al mejor estilo NWOBHM sin el menor de los pudores. Por su parte, el ex violinista y tecladista de My Dying Bride, Martin Powell, consigue brillar en diversos pasajes, abusando por momentos del clavicordio, pero inundando al mismo tiempo los temas de un delicioso y melancólico aroma a las bandas de sonido de las viejas glorias del cine de terror tan caro al grupo. Un terror que, en definitiva, nunca consigue elevarse por sobre la tumba para finalmente materializar por completo sus escalofríos de placer.

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