Tuesday, May 29, 2012

IRON MAIDEN “Rock In Rio” (Columbia / EMI, 2002)


Un nuevo álbum en vivo de Iron Maiden resulta tan poco sorpresivo como la lista de temas que la banda viene eligiendo para sus shows desde hace ya más de una década. Seis o siete canciones de los dos últimos trabajos hasta la fecha y los clásicos de siempre, salpimentados con ínfimas o nulas sorpresas. Nunca un “Alexander The Great”, un “Rime Of The Ancient Mariner”, o un “22 Acacia Avenue”, y ni que hablar de un “The Loneliness Of The Long Distance Runner”. En su lugar, “Sanctuary”, “The Evil That Men Do”, “Hallowed Be Thy Name”, “The Number Of The Beast”, “2 Minutes To Midnight”, “Fear Of The Dark”, etc., etc… y, por supuesto, “Iron Maiden”. Todas rotundas e indiscutidas piezas de antología, sin duda alguna, pero ¿cuántas versiones en vivo de esta lista de temas fueron ya editadas? (Nota: este comentario fue escrito, claro está, antes de la gira "Somewhere Back In Time") En lo que a mí respecta, el nivel de calidad tanto instrumental como sonora alcanzado por “Live After Death” (1985) -acaso la obra en vivo más lograda del género, junto con “Made In Japan” de Deep Purple- resultó ser tan alto que todos los posteriores intentos de recapturar la magia de la Doncella sobre las tablas no estuvieron a la altura de las circunstancias. El olvidable “Live At Donington” (1993) y, fundamentalmente, las entregas separadas de “A Real Live One” y “A Real Dead One” (ambos también de 1993.... ¡el año de la sobredosis maideana en vivo!) sufrieron de una mediocre calidad de grabación y mezcla, y, tal vez debido a la incipiente salida de Bruce Dickinson, un desempeño anodino por parte del quinteto.  

El caso de “Rock In Rio” es un tanto diferente. Dickinson está de vuelta, Adrian Smith se reincorporó como tercer guitarrista, y el álbum promocionado es nada más ni nada menos que “Brave New World”, el disco más interesante de los ingleses en los últimos diez años. Los defectos de siempre siguen presentes (playlist absolutamente previsible, mínimas variaciones en los temas), pero la atmósfera es de novedad y excitación pura. Por primera vez en muchos años, uno realmente tiene ganas de escuchar los nuevos temas en vivo, y las estupendas “Blood Brothers”, “Ghost Of The Navigator” y “Dream Of Mirrors” (mis favoritas) no decepcionan. “¡¡Maiden del siglo 21!!” reza un sticker pegado en la portada de la placa, y, de alguna forma, el grupo se siente renovado y distinto. Maiden continuará siendo Maiden de aquí a la eternidad, sin importar el siglo, y un cambio estilístico de consecuencias relevantes probablemente nunca ocurrirá. Mejor así. Éso es justamente lo que uno pretende de la banda, y cuando todos -o casi todos- los ingredientes correctos están presentes, el resultado es sencillamente memorable. El trono ocupado por “Live After Death” continúa desconociendo rivales, pero hoy, diecisiete años más tarde, finalmente posee una digna escolta.

Curiosamente, durante la época de Blaze Bailey no fue editado ningún álbum en vivo oficial de larga duración, prueba suficiente del crítico período que la banda atravesaba pocos años atrás. “Sign Of The Cross” y “The Clansman” constituyen los únicos resabios de esa época que, aparentemente, el grupo interpreta hoy sobre los escenarios, y ambos fueron incluidos en este álbum doble. Pero, irónicamente, el carácter sombrío y nebuloso de “Sign Of The Cross” se beneficiaba de la garganta nasal y grisácea de Bailey, y aquí, en las manos de Dickinson, pareciera no encontrar rumbo definido. “The Clansman” es otra cosa. Pocos temas en la historia reciente de Iron Maiden fueron reconocidos como “clásicos” de forma tan instantánea (“Fear Of The Dark” es otro de ellos). Las hazañas de William Wallace parecieran incluso haber sido destinadas a convertirse en una canción de la banda. Escucharlo a Dickinson aullando “freeeedoooom!!!” junto con 200.000 gargantas eufóricas me puso la piel de gallina... 

Grabado el 19 de enero del 2001 durante una de las noches del descomunal festival carioca, “Rock In Rio” constituye un fiel reflejo del presente de una de las instituciones indiscutidas de la historia de la música pesada. La adición de una tercer guitarra resulta por completo innecesaria, la garganta de Dickinson ya no es tan santificada como uno quisiera, y muchos de los arreglos, cambios de ritmo y cortes de Nicko McBrain tras los parches traslucen un dudoso gusto (ejemplos: “Dream Of Mirrors”, de 5:58 a 6:04, “Fear Of The Dark”, de  5:20 a 5:26, y “The Number Of The Beast”, de 1:49 a 2:02). La obvia excepción: Steve Harris y sus sempiternos galopes, un músico para quién los años no pasan y las cuatro cuerdas son extensiones de sus dedos. Y no obstante estas observaciones, Maiden es Maiden y la magia, afortunadamente, vuelve a irradiarlo todo. Bienvenidos, muchachos. Es bueno tenerlos de vuelta. 

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