Wednesday, October 12, 2011

JAG PANZER “Thane To The Throne” (Century Media, 2000)



La sobredosis contemporánea de power metal europeo por momentos consigue incluso erradicar de nuestras mentes al viejo y querido heavy metal. Entre tanta “gloria eterna” y esparcida por “el legado de los reyes” entre la “tierra de los inmortales”, sin embargo, nunca está de más una vuelta a las raíces de todo el asunto. “Thane To The Throne” representa mi primer acercamiento a los norteamericanos Jag Panzer, y probablemente no será el último. Ningunos novatos dentro del género, estos muchachos oriundos de Colorado arremeten con una propuesta decididamente contundente, un tanto ortodoxa en ocasiones, aunque bajo ninguna circunstancia un compendio de lugares comunes. Mi desconocimiento de obras anteriores me impide realizar comparación alguna, pero me comentan los que saben que “The Fourth Judgement” (1997) y “The Age Of Mastery” (1998, si bien el debut de la banda data de 1984) perseguían intereses similares. La verdadera sorpresa, sin dudas, reside en el aspecto literario de la placa, basada íntegramente en la tragedia “McBeth”, de la inmortal pluma de Shakespeare. Por tal motivo, varias de las composiciones despiden una atmósfera cuasi-cinematográfica en su afán de recrear el espíritu del texto (notables los primeros segundos de “Thane Of Cawdor”, que de tan conmovedores me recordaron a la banda de sonido de “Braveheart”), e incluso nos encontramos con diversos interludios instrumentales a lo largo de la extensa lista de temas. Los violines, teclados y demás sorpresas (reparar en los coros de la estupenda “Three Voices Of Fate”) tampoco le son ajenos al grupo, utilizándolos con inteligencia y buen gusto cuando las circunstancias y el accionar de la trama lo requieren (siendo “Tragedy Of McBeth”, la melancólica conclusión, uno de los mejores ejemplos). La voz de Harry “The Tyrant” Conklin posee un gancho francamente irresistible (en la vena de Mat Barlow, de Iced Earth) sobre todo en la citada “Thane Of Cawdor” o “Spectres Of The Past”, y lo mismo puede decirse de las melodías del violero Chris Broderick, quien no le hace asco a los machaques ni a la veloz pulcritud típica de los virtuosos. Acaso la extensión total del álbum (casi 65 minutos) constituya el principal detalle que termine por jugarle en contra al resultado final, por demás sumamente satisfactorio y de ninguna manera trágico. 

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