Tuesday, August 02, 2011

IN THE WOODS… “liveatthecaledonienhall” (Prophecy Productions / The End Records / Karmakosmetix Records, 2003)


“Esta es la última canción de la noche... y supongo que la última para siempre”, anuncia Jan Transit, cantante de In The Woods..., segundos antes de que la banda arremeta, acordemente, con “Closing In” (“Cerrando”). Ironía profética: “Closing In” abría “Strange In Stereo”, el último álbum de estudio de los noruegos, y hoy cierra “liveatthecaledonienhall”, su último álbum definitivo. Aunque ojalá el tiempo pruebe lo contrario. Porque In The Woods... es -era- una de esas entidades únicas dentro de la música en todas sus inconmensurables e inabarcables dimensiones. Todas. Black metal, doom metal, rock progresivo, rock sinfónico, electro-ambient… In The Woods... deambuló por todas esas posibilidades de una u otra forma y en tan sólo un demo, tres discos de estudio, tres 7”, y un compendio/compilado de covers y rarezas. Parece mucho pero no es nada. Existen bandas que en toda su discografía no consiguen generar la magia que In The Woods... genera en tan sólo una de sus canciones. Como es el caso de la excelsa “299.796 km./s”. O “The Divinity Of Wisdom”. O la maratónica “Omnio?”. O tantas, tantas otras. La clave fue nunca conformarse. Nunca limitarse a nada y entregarlo todo, extirpar frustraciones, volcar penas y compartir las más bellísimas de las emociones. Generar ilusiones y paisajes de desolación. Metamorfosear cascadas de tristeza con felicidad incondicional. Y soñar, cual poesías sonoras forajidas de estructura alguna jugueteando arbitrariamente entre torbellinos de música. Pura música. O música pura. Nótese la diferencia. Ambos casos se aplican a In The Woods... Y yo, al menos, los extraño. Mucho.

Grabado el 29 de diciembre del 2000 pero editado casi dos años más tarde, “liveatthecaledonienhall” presenta, efectivamente, el último show en vivo ofrecido por la banda; más de dos horas de los momentos cumbres del grupo plasmados en dos placas a modo de homenaje, despedida y epitafio. Todos los trabajos de estudio fueron tenidos debidamente en cuenta y son interpretados de forma cronológica en el playlist, intercalando esporádicamente rarezas y covers extraídos de “Three Times Seven On A Pilgrimage” (2000) tales como “White Rabbit” (de Jefferson Airplane), “Empty Room” o “Epitaph” (de King Crimson), e incluso la presentación de un tema inédito (que transita territorios afines a los de “Strange In Stereo” de 1999) sin título definido que para la ocasión es bautizado como “Beer” (“Cerveza”). El primer cuarto del primer CD es, por lo tanto, dedicado a “HEart Of The Ages” (1995) e incluye una nueva versión de “Yearning The Seeds Of A New Dimension” (que retiene la introducción onírica pero elimina los pasajes de black metal) combinada con “The Divinity Of Wisdom” (nuevamente sin los toques negros), más el tema que bautizaba aquel épico y vasto álbum debut. De hecho, todo vestigio de black metal, ya sea instrumental como vocal, fue intencionalmente dejado de lado para la ocasión, relegando por desgracia al olvido clásicas piezas tales como la extensa “Wotan´s Return” o la salvaje “Tell De Dode”, ladrillos primigenios de una pared que posteriormente se pintaría de negros más terrenales. Las selecciones de “Strange In Stereo” comprenden a “Titan Trascendence”, “Path Of The Righteous”, “Dead Man´s Creek” y la citada “Closing In”, todas ellas en versiones maravillosamente conmovedoras.

Pero muchos parecieran considerar a In The Woods... como un sinónimo de “Omnio” (1997), y ellos demuestran que son perfectamente conscientes del detalle al presentar este segundo trabajo de manera íntegra en todo su calidoscópico esplendor, incluyendo las tres partes de “Omnio?” (el tema). Y la decisión no pudo haber sido más bienvenida. Ciclópeo, glorioso, ensordecedoramente divino e indeleble como esos momentos en nuestras existencias que duran unos pocos segundos pero que recordamos para siempre, “Omnio” fue el álbum que cambiaría mi vida. Estas líneas las escribo, de cierta forma, gracias a “299.796 km./s”, esa entelequia de melodías y sensaciones de ensueño que se desenvuelven dramática y exaltadamente a lo largo de catorce minutos en una quimera que trasciende lo sonoro y redefine lo espiritual. Siempre me interesó escribir sobre la música, pero fue ésta canción la que me impulsó a dar el paso adelante y confrontar seriamente el teclado. Y se trataba tan sólo del principio. El principio del álbum propiamente dicho, y principio personal a la hora de sentir, experimentar y traducir en palabras lo intraducible e inexplicable. 

Una de las pocas características que las tres obras de estudio de In The Woods... comparten entre sí es su estilo espontáneo, el fluir desestructurado, casi improvisado, de ideas que nunca parecieran encontrar barreras en su camino. Ideas, en efecto, "estereofónicamente extrañas" y por momentos bizarras. Consecuentemente, resulta lógico -y reconfortante- comprobar que en vivo el grupo no suena ultra-ajustado ni se dedica a calcar las versiones de estudio. De hecho, por momentos pareciera que ni siquiera hayan ensayado algunos de los temas en los meses precedentes al evento. Así es, justamente, como surge la magia. Las cuerdas de los hermanos Botteri, verdadera fuente inagotable de escalofríos dorsales, sufren/gozan en mayor medida de esta característica, mientras que los ritmos de Anders Kobro se amoldan acordemente, acelerando o desacelerando las partes originales según lo requieran las circunstancias. Synne Soprana pone los pelos de punta (en el buen sentido) en más de una ocasión, particularmente durante “Mourning The Death Of Aese”. Y Jan Transit es Jan Transit, luciendo su personalidad en lugar de su talento, sus espasmos en lugar de sus gritos, priorizando la honestidad y el ímpetu en lugar del vigor, expresándose tímida y torpemente (“creo que tengo que decirles gracias por haber venido”), presentándole su mamá a la audiencia (“de cierta forma, “Omnio?” trata sobre las madres”) y saludando en idiomas diferentes. Pero por sobre todo, demostrando que In The Woods... no sería In The Woods... sin él, su inigualable sarcasmo y esos hechizos que su garganta entona una y otra vez.

Faltan algunos coros femeninos, algunos riffs, algunos cortes de batería e intervenciones del doble bombo, y las secciones de cuerdas clásicas de “299.796 km./s” fueron lógicamente descartadas, dotando a la canción de una energía notablemente más dinámica. Pero lo que no falta es la magia, el memorable sortilegio que uno pretende escuchar de parte de In The Woods... y que en “liveatthecaledonienhall”  ellos entregan de principio a fin. Y hasta el fin, lamentablemente. Pero estas torpes palabras apenas rozan la superficie. Porque si bien todo lo que empieza tiene que terminar, algunas cosas están más allá de meros comienzos y desenlaces. In The Woods... es una de esas cosas. Y mientras los recordemos y los llevemos dentro de nuestro ser perdurarán bajo la forma de su verdadera apariencia: eternos.

Para siempre...

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