Thursday, December 08, 2011

RHAPSODY “Symphony Of Enchanted Lands, part II – The Dark Secret” (SPV Records, 2004)



Christopher Lee siempre fue uno de mis actores favoritos de todos los tiempos, una verdadera leyenda viva del cine mundial con más de 200 filmes (de todos los presupuestos y colores) sobre sus hombros y que hoy, con ya casi 90 años, atraviesa acaso una de sus etapas profesionales más fructíferas, como lo demuestran sus recientes participaciones en “Sleepy Hollow” y las sagas de “The Lord Of The Rings” y “Star Wars”. Que no les quepa ninguna duda, entonces, que cuando escuché a “The Dark Secret (Ira Divina)” y “Unholy Warcry” (la obligatoria intro y el subsiguiente hit de este quinto larga duración de Rhapsody) por primera vez, quedé extasiado. Atónito. Más encantado que las Tierras Encantadas. Y listo para calificar a “Symphony Of Enchanted Lands, part II – The Dark Secret” como la obra más sólida de los italianos. 

Rhapsody sencillamente nació para interpretar este tipo de cosas, y si bien Turilli y Staropolli parecieran haberse encerrado voluntariamente en una fórmula (propia, eso sí) de límites bien demarcados, aquí al menos nos demostraban que la magia todavía era posible si se movían unos pocos ingredientes de lugar. Y ese barítono maravilloso, hipnotizante e hidalgo entonado por Lee les cae como anillo élfico en dedo de Hobbit. Pero después vendrían el resto de las canciones, y la realidad dejaría bajar el telón sobre esta panorámica sinfonía ambientada en la misma geografía de siempre. Rhapsody no puede evitar ser Rhapsody, y hacia el quinto o sexto track (interludio folk, balada sentimentaloide, y la estereotipada voz “endemoniada” -¿cuándo van a cambiar el efecto?- mediantes), “Symphony Of Enchanted Lands, part II – The Dark Secret” no deja lugar para las dudas: las únicas novedades reales son aquí la expansión y calidad de grabación de la orquesta (que, no obstante, y como suele ocurrir en estos casos, no es aprovechada al máximo) y la presencia de Lee [que, lamentablemente, sólo se reduce a unos pocos minutos (para aquellos interesados, les recomiendo escuchar al bellísimo “At Dawn In Rivendell” de The Tolkien Ensemble, en el que Lee desempeña un rol mucho más amplio e incluso canta realmente)]. 

El que crea que este álbum suena como un verdadero soundtrack debería escuchar más soundtracks. Se destacan, de todas formas, piezas como las extensas “Sacred Power Of Raging Winds” (cuyo interludio goblinesco es un calco del tema principal del film “Profondo Rosso” de Dario Argento) y “Shadows Of Death”, con sus enardecidas fanfarrias; y en líneas generales la obra consigue delinearse como la más lograda del grupo desde la primera parte de esta saga interminable pero con un final que ya todos podemos adivinar. Porque, y allí radica el principal problema, entre el “Hollywood metal” y el “film-score metal”, al fin de cuentas, no existe gran diferencia. 

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