Si Nightwish
representa el summun en lo que a la ecuación “power metal + voz femenina =
magnificencia orgásmica” respecta, entonces Edenbridge se ubica, por debajo del
nivel de la tierra, en el extremo totalmente opuesto. Créanme que pocas veces
van a poder escuchar una garganta tan anoréxica en su caudal e insulsa en su
destreza como la de Sabine Edelsbacher. Puede que la muchacha se encontrase en
una suerte de estado sonámbulo al momento de la grabación, o acaso la
ingenuidad típica de los principiantes le haya jugado una mala pasada, pero lo
cierto es que las riendas de los temas se le escurren de entre los dedos ni
bien abre la boca. Para colmo, las sorpresas no van de la mano con la propuesta
instrumental del resto de los miembros del grupo, tan preocupados en su afán
por meter cuanto estribillo angelical se les cruce por las narices, que
descuidan por completo cualquier noción de garra o gancho concebida por la
humanidad y se empantanan en las arenas movedizas del aburrimiento puro. Menos
esterilidad archi-ortodoxa y más bronca al pisar el acelerador podrían, sin
embargo, mejorar la situación. Aunque por ahora, resulta evidente que entre
este puente y el Edén queda un trecho inmenso por recorrer.
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