Saturday, December 17, 2011
Thursday, December 15, 2011
CRUACHAN “The Middle Kingdom” (Hammerheart, 2000)
Entre un
festín celta y Cruachan parecieran no existir diferencias. Una gaita sollozante
de las “highlands” abre “The Middle Kingdom” en carácter
de ceremonia fúnebre, pero el material precedente desconoce el significado de
la tristeza. En su lugar, el grupo entrelaza rock ´n roll, heavy metal,
atmósferas de diversas intensidades -¡e incluso una pizca de hardcore!- con el
uso de instrumentos irlandeses autóctonos (flautas, mandolinas, “huesos” y “tin
whistles”, entre otros), generando una suerte de jocoso hábitat humilde en
cuanto a la extensión territorial de sus pretensiones, pero no por ello incapaz
de brindar confort. En efecto, se trata de una propuesta sencilla y distendida
que continúa efectivamente la tradición del un tanto más extremo “Tuatha Na
Gael”, compartiendo ambos trabajos el mismo grado de precariedad sonora que acaso favorezca de
forma indirecta la evidente reivindicación de leyendas y tradiciones pasadas,
todas ellas correspondientemente detalladas dentro del booklet. La voz de Karen
Gilligan nunca se desvía del carril melódico, pero los resabiados berrinches
blackmetaleros del también guitarrista Keith Fay aportan esporádicos baches a
un terreno por demás sumamente transitable. Piezas como la bellísima “The
Fianna” consiguen incluso convertir el encanto medieval en una realidad
sumamente palpable, mientras que “Óró Sé Do Beata Abhaile” alterna
magníficamente la euforia descontrolada con el ensueño poético de estos bardos
modernos que, celebrando el ayer, facilitan un hoy más llevadero.
Tuesday, December 13, 2011
ORPHANAGE “Inside” (Nuclear Blast, 2000)
Se me ocurre que el influjo del “ñu metal”
consiguió llegar a las costas de Orphanage, y probablemente haya sido para
quedarse. Hay algo en los riffs de “Grip”, “Pain” o “Weakness Of Flesh”, por
citar sólo algunos ejemplos, que irremediablemente recuerda a la intensidad
casi viciosa, la monotemática cadencia o la violencia gratuita e inofensiva de
gente como Korn o Coal Chamber. No caben dudas: “Inside” destila fuerza
y energía por dónde se lo mire, pero cualquiera que haya escuchado “Oblivion” (1995) o “By Time Alone” (1996) comprenderá mi frustración al tratar de trazar vínculo
alguno entre las tres placas. Por momentos, pareciera que el notable y personal
estilo de los holandeses, si bien presente y fácilmente reconocible, se viera
seducido por descargas tan indeseables como agotadoras. El balance casi
perfecto entre la agresividad dinámica y la belleza emotiva del pasado aparece
hoy travestido en una propuesta acaso interesada más en los ritmos enfermizos
que las sutilezas melódicas de antaño. Basta con escuchar los primeros segundos
de “Grip” para entender a lo que me refiero. Para colmo, el virus consiguió
expandirse incluso hasta a la faceta literaria del grupo, por lo que
lamentablemente debemos soportar frases al estilo “¡voy a patear tu puto
culo!” en temas como “Kick”. Asimismo, los rugidos de George Oosthoek,
contagiosos como de costumbre, se imponen casi por completo ante los
contrapuntos melódicos de Lex Vogelaar o las encantadoras intervenciones de
Rosan van der Aa.
Sin embargo, no todo
es ruido por el ruido mismo dentro del álbum: “From The Cradle To The Grave”
consigue poner los pelos de punta, culminando en una melodía similar a una
canción de cuna que sinceramente permite perdonar los excesos anteriormente
descriptos; y lo mismo podría decirse, en menor medida, de “Behold”... Aunque
uno no pueda evitar preguntarse qué habría sido de la placa de haber seguido
esa misma línea en el resto de sus composiciones...
HECATE ENTHRONED "Kings Of Chaos" (Blackend, 1999)
Pocas son las
bandas que tienen menos personalidad que los ingleses Hecate Enthroned. Luego
de plagiar descaradamente a Cradle Of Filth en sus primeros trabajos ("The Slaughter Of Innocence, A Requiem
For The Mighty" es el
ejemplo más vergonzoso), pasaron a convertirse en el hazmerreír de muchos
entendidos del género a lo largo y ancho del mundo, quiénes por supuesto
rechazaban de inmediato cualquier registro que el grupo pusiera en las calles...
con justa razón. Hoy, tras haber sufrido quintillones de cambios de integrantes
(créanme que quedé literalmente mareado al intentar seguir la cronología de la
gacetilla de prensa), las cosas siguen estando igual de negras (y lo digo en
el sentido despectivo). "Kings Of
Chaos" es otro más de los innumerables discos de death/black metal que
sinceramente no aporta ni una sola melodía que despierte entusiasmo. Lo mismo
de siempre, muy correctamente ejecutado, pero elevado a la
sextuagésimadecimooctava potencia del martirio auditivo, y para colmo sin la
más mínima promesa de mejoría alguna... Suerte que semejante bodrio sólo dura
33 minutos...
Monday, December 12, 2011
SAMAEL “Reign Of Light” (Nuclear Blast Records, 2005)
Definamos “evolución”: “acción de desarrollarse o
de transformarse las cosas, pasando gradualmente de un estado a otro”. O “mudanza
de conducta, de propósito o de actitud”. En ese sentido, Samael constituye
una agrupación sumamente evolucionada. Su actitud, su propósito, su raison
d’etre difiere hoy considerablemente de aquello que les permitiera innovar
y sorprender a través de trascendentes obras como “Ceremony Of Opposites”
(1994) y “Passage” (1996), tras dar sus primeros pasos dentro de los
confines del black metal y el metal extremo mediante “Worship Him”
(1990). La constante a lo largo de la discografía del grupo siempre fue el
cambio, aquella delicada herramienta cuyo doble filo resulta aún más cortante
en manos de la mayoría; aunque en el caso de los suizos la sofisticación y la
calidad esgrimidas siempre conseguían engendrar piezas de memorable relevancia
sonora que justificaban cualquier tipo de permutación.
Sin
embargo, la salida del fallido y controversial “Eternal” (1999)
anticipaba un desvío demasiado riesgoso dentro del constante proceso
“evolutivo” de los suizos. Y con “Reign Of Light” Samael demuestra
finalmente que, en algunos casos, la “evolución” puede provocar consecuencias
desastrosas. Terribles. Irrisorias, de hecho. La versión “evolucionada”, y por
ende transformada, de Samael suena hoy a una variante electro-dance y pseudo-darkmetalera
de Rammstein, Crematory y The Kovenant. Vorph utiliza su voz como un
instrumento percusivo, acentuando aún más su pronunciación ya de por sí
acentuada (y sin nunca poder pronunciar correctamente la palabra “basis”). Los rappeos
probablemente no estén muy lejos en la lista de futuros ingredientes a
“evolucionar”. La malevolencia grisácea y, fundamentalmente, adulta tan
característica del pasado del grupo sólo se percibe al leer entre líneas. Y el
problema justamente es que el público al cual apunta una obra como ésta no
posee semejante capacidad perceptiva.
“Reign Of Light” es un álbum que
involuciona toda una carrera de logros al pretender actualizarla y “ponerla al
día”. El énfasis es colocado en estructuras simplistas, letras ingenuas y
ridículamente idealistas (en especial la de “On Earth”), y riffs y estribillos
banales, mueve-caderas y extremadamente glutinosos. El target: la pista
de baile, las luces de neón, lo anémico y lo efímero. El Samael no-evolucionado
y pre-modernidad puede aún percibirse en los ritmos programados de Xy y las
atmósferas místico-orientales de instancias como “High Above” (con coros de la
ex-Dreams Of Sanity Sandra Schleret) u “Oriental Dawn”, pero “Moongate”, “Inch
Allah” o “Telepath”, entre otras (demasiadas otras), nos refriegan toda
su “evolucionado” vanguardismo en la cara. Y el impacto duele. “Reign Of Light”:
el triunfo del pop-metal europeo con específicas metas puestas en la
radiodifusión. El “Reino De La Luz” que arruina la belleza de la oscuridad al
enceguecerlo todo con su refulgencia mainstream. Samael: el arte de
“evolucionar” imitando fórmulas ajenas previamente exitosas. Y para colmo
hacerlo mal.
Thursday, December 08, 2011
RHAPSODY “Symphony Of Enchanted Lands, part II – The Dark Secret” (SPV Records, 2004)
Christopher
Lee siempre fue uno de mis actores favoritos de todos los tiempos, una
verdadera leyenda viva del cine mundial con más de 200 filmes (de todos los
presupuestos y colores) sobre sus hombros y que hoy, con ya casi 90 años, atraviesa acaso una de sus etapas profesionales más fructíferas, como lo
demuestran sus recientes participaciones en “Sleepy Hollow” y las sagas de
“The Lord Of The Rings” y “Star Wars”. Que no les quepa ninguna duda, entonces, que
cuando escuché a “The Dark Secret (Ira Divina)” y “Unholy Warcry” (la
obligatoria intro y el subsiguiente hit de este quinto larga
duración de Rhapsody) por primera vez, quedé extasiado. Atónito. Más encantado
que las Tierras Encantadas. Y listo para calificar a “Symphony Of Enchanted
Lands, part II – The Dark Secret” como la obra más sólida de los italianos.
Rhapsody sencillamente nació para interpretar este tipo de cosas, y si
bien Turilli y Staropolli parecieran haberse encerrado voluntariamente en una
fórmula (propia, eso sí) de límites bien demarcados, aquí al menos nos
demostraban que la magia todavía era posible si se movían unos pocos
ingredientes de lugar. Y ese barítono maravilloso, hipnotizante e hidalgo
entonado por Lee les cae como anillo élfico en dedo de Hobbit. Pero después
vendrían el resto de las canciones, y la realidad dejaría bajar el telón sobre
esta panorámica sinfonía ambientada en la misma geografía de siempre. Rhapsody
no puede evitar ser Rhapsody, y hacia el quinto o sexto track
(interludio folk, balada sentimentaloide, y la estereotipada voz “endemoniada”
-¿cuándo van a cambiar el efecto?- mediantes), “Symphony Of Enchanted Lands,
part II – The Dark Secret” no deja lugar para las dudas: las únicas
novedades reales son aquí la expansión y calidad de grabación de la orquesta
(que, no obstante, y como suele ocurrir en estos casos, no es aprovechada al
máximo) y la presencia de Lee [que, lamentablemente, sólo se reduce a unos
pocos minutos (para aquellos interesados, les recomiendo escuchar al bellísimo “At
Dawn In Rivendell” de The Tolkien Ensemble, en el que Lee desempeña un rol
mucho más amplio e incluso canta realmente)].
El que crea que este álbum
suena como un verdadero soundtrack debería escuchar más soundtracks.
Se destacan, de todas formas, piezas como las extensas “Sacred Power Of Raging
Winds” (cuyo interludio goblinesco es un calco del tema principal del
film “Profondo Rosso” de Dario Argento) y “Shadows Of Death”, con sus
enardecidas fanfarrias; y en líneas generales la obra consigue delinearse como
la más lograda del grupo desde la primera parte de esta saga interminable pero
con un final que ya todos podemos adivinar. Porque, y allí radica el principal
problema, entre el “Hollywood metal” y el “film-score metal”, al fin de
cuentas, no existe gran diferencia.
EDENBRIDGE “Sunrise In Eden” (NEMS, 2000)
Si Nightwish
representa el summun en lo que a la ecuación “power metal + voz femenina =
magnificencia orgásmica” respecta, entonces Edenbridge se ubica, por debajo del
nivel de la tierra, en el extremo totalmente opuesto. Créanme que pocas veces
van a poder escuchar una garganta tan anoréxica en su caudal e insulsa en su
destreza como la de Sabine Edelsbacher. Puede que la muchacha se encontrase en
una suerte de estado sonámbulo al momento de la grabación, o acaso la
ingenuidad típica de los principiantes le haya jugado una mala pasada, pero lo
cierto es que las riendas de los temas se le escurren de entre los dedos ni
bien abre la boca. Para colmo, las sorpresas no van de la mano con la propuesta
instrumental del resto de los miembros del grupo, tan preocupados en su afán
por meter cuanto estribillo angelical se les cruce por las narices, que
descuidan por completo cualquier noción de garra o gancho concebida por la
humanidad y se empantanan en las arenas movedizas del aburrimiento puro. Menos
esterilidad archi-ortodoxa y más bronca al pisar el acelerador podrían, sin
embargo, mejorar la situación. Aunque por ahora, resulta evidente que entre
este puente y el Edén queda un trecho inmenso por recorrer.
Friday, December 02, 2011
XASTHUR “Telepathic With The Deceased” / “To Violate The Oblivious” (Moribund Records, 2004)
La deshumanización de la música. La crisis existencial del “yo” disconforme, nihilista e incompatible con lo aceptado, trasladada al plano de la disonancia. Si el black metal ordinario produce una sensación de rabia, irritación, violencia o repugnancia anti-establishment, aquello engendrado por Xasthur constituye entonces una suerte de culto a la introversión y la angustia. El arte de auto-recluirse en la reflexión más negadora (y negativa), de invocar al vacío. Un suplicio etéreo, flotante, inarmónico, que deambula incesantemente entre lo desconsolado. El black metal en todo su refulgente ennui, llevado a los extremos de la extremidad. O acaso podríamos describir a Xasthur como una suerte de versión norteamericana del sonido tortuoso y atroz del primer Burzum, aquel rico en chillidos destroza-tweeters, guitarras lacrimosas, letras ininteligibles, y melodías decrépitas. Todo estructurado en base a un aura aún más funeraria, hermética e individualista. Y como ocurría con Burzum y tantos otros proyectos similares dentro del metal ultra-oscuro, detrás de Xasthur existe tan sólo un único, reservado y “enigmático” (“¡nada de información disponible!”, amenazan los booklets de varias de sus obras) responsable de absolutamente todo: Malefic. Su especialidad: componer, interpretar y grabar (en cuatro canales y con cero presupuesto, claro) los conciertos más miserablemente crudos y claustrofóbicos imaginables. Y en lo que al black metal reciente respecta, cualquiera sea su nacionalidad, pocas obras pueden compararse al manjar de fascinantes inmundicias que Xasthur expele incesantemente.
E “incesante” de hecho es la palabra adecuada. De 2001 en adelante, Xasthur editó un álbum promocional (“A Darkened Winter”), cinco split-CD´s (con Acid Enema, Nachtmystium, Angra Mainyu, Leviathan, y Nortt, respectivamente), un mini-Lp (“Suicide In Dark Serenity”, 2003), un demo (“A Gate Through Bloodstained Mirror”, 2004), y cuatro larga duración: “Nocturnal Poisoning” de 2002, “The Funeral Of Being” de 2003, y, con apenas unos pocos meses de distancia, “Telepathic With The Deceased” y “To Violate The Oblivious”, ambos de 2004. En todos ellos existe una constante, un trance psíquico/espiritual que ofusca los sentidos y los desconecta de la carne, aislándolos de todo, como una suerte de ingrediente adictivo, imposible de describir correctamente, que se instala en el sistema nervioso del oyente y clama por una dosis incluso mayor. Acaso este ingrediente infecte de la misma forma a Malefic y explique su incontrolable productividad. La atmósfera y la melancolía más desnuda desempeñan aquí un rol fundamental, como ocurre en la incomprensiblemente bellísima “Murdered Echoes Of The Wind” de “Telepathic With The Deceased”; pero los blast-beats, los riffs gélidos y el bochinche apocalíptico suelen también irrumpir de forma aleatoria. Para Xasthur/Malefic no existen reglas musicales que permanezcan vírgenes ni parámetros tradicionales a seguir. Todo indicio de armonía es violado y repudiado, los ritmos se deforman hasta tornarse indefinidos, distantes y sumamente monótonos, y cada sesión de extirpación/martirio se convierte en un nuevo álbum, una nueva refregada de hostilidad y pesimismo en la cara de todo aquel que todavía cultive algún indicio de júbilo. El único proyecto unipersonal del género capaz de competir con semejante rendimiento es Nargaroth. Y para cuando lean estas líneas es probable, de hecho, que una nueva placa ya haya visto la luz, escupida desde algún recóndito estudio hogareño en el medio de la nada más azabache...
Lo importante aquí es resaltar el hecho de que dentro del black metal aún queda lugar para la exploración y, por decirlo de alguna forma, la innovación involutiva. Xasthur emplea elementos pre-existentes pero al interiorizarlos y fusionarlos con su aversión anti-todo obtiene un modus operandi propio, un sonido que sencillamente no puede compararse con ninguna otra agrupación del género. En “To Violate The Oblivious” encontramos la re-grabación (una de las prácticas más frecuentes de Malefic) del tema “A Gate Through Bloodstained Mirrors”, compuesto originalmente en 1999, pero el resto del material, si bien comparable al estruendo viscoso y taciturno expuesto en “Telepathic With The Deceased”, evidencia una mayor solidez compositiva, una antipatía y una irritación más enfocadas y ya quizás no tan amorfas. El sonido continúa tan hogareño e indescifrable como de costumbre, pero los gemidos de Malefic adquieren mayor preponderancia en la mezcla, la batería (programada) posee un mayor cuerpo y un refuerzo notable en el departamento de las frecuencias graves, y las guitarras brillan más ennegrecidas y enmarañadas que nunca. La rigurosa “Intro” de alguna forma funciona a modo de literal “adentrarse” en esta particular cosmogonía de horrores íntimos, y de tal modo “Xasthur Within” (algo así como “Xasthur Internalizado”) implosiona extáticamente, convirtiéndose en una de las piezas más extraordinarias y cautivantes de toda la discografía del proyecto, en especial el crescendo hipnótico que se inicia a partir de 1:59. Si “Telepathic With The Deceased” invocaba hedores cadavéricos, “To Violate The Oblivious” conjura “Sueños Más Negros Que La Muerte”, como describe “Dreams Blacker Than Death” o el instrumental onírico “Walker Of Dissonant Worlds”. Pero la peste es la misma, y continúa su propagación, como sucede con todo aquello que Malefic regurgita. Y el contagio es irremediable. Xasthur deconstruye al black metal y lo convierte en una sinfonía anti-sinfónica, interpretada por un misántropo, llena de cacofonías y furia, significando nada...
YYRKOON “Occult Medicine” (The End Records, 2005)
Pocos sellos
discográficos, en especial los norteamericanos, poseen un catalogo tan
envidiablemente vanguardista como The End Records. Los nombres de sus artistas hablan por sí solos:
Agalloch, Arcturus, Winds, The Gathering, Ulver, Green Carnation, Virgin Black,
Age Of Silence, Sculptured, Peccatum, November´s Doom, Star Of Ash... La lista puede intimidar a más de uno. No obstante,
con “Occult Medicine”, tercer larga duración de los franceses Yyrkoon
(¿nombre tomado de la saga de “Elric Of Melnibone” de Michael Moorcock?) ,
irrumpe acaso en escena la inevitable excepción a la regla. Las comparaciones
son odiosas pero las bandas de The End Records siempre se caracterizaron,
justamente, por lo incomparable de sus propuestas. Y allí reside el problema de
Yyrkoon: la despersonalización inherente a una propuesta impecablemente
ejecutada pero excesivamente arraigada en los estereotipos del
thrash/death/black metal de corte escandinavo, en especial el Carcass de “Necroticism”
(1992) y “Heartwork” (1996). Las soberbias guitarras (verdaderas
protagonistas de la obra) magnetizan de forma constante, los solos son
inesperadamente frecuentes, los riffs infecciosos y palpitantes,
desarrollándose a medida que la intensidad inaugura su requisitoria subida y
las complicaciones rítmico-melódicas se adhieren a la ecuación, y si bien
piezas como “Trapped Into Life”, “Schyzophrenic Carnage”, “Erase The Past” (con
riff a lo Opeth incluido) o la misma “Occult Medicine” consiguen aprovechar al
máximo una paleta de texturas sonoras policromáticas, los ingredientes
restantes (en especial los rugidos de Stéphane Souteyrand) nunca consiguen
alcanzar similares alturas. “Occult Medicine” demuestra abundantemente
que el propósito de Yyrkoon es innovar dentro de un estilo que se caracteriza
por lo espesas de sus fronteras, y desde ese punto de vista el grupo merece ser
tenido en cuenta y sus logros respetados. Pero el esfuerzo resulta victorioso
sólo en aquellas instancias (un 60%, aproximadamente) en las que las
similitudes con innumerables otras ofertas pasadas y actuales son erradicadas
de manera completa. El resto no es nada nuevo. La gente de The End Records
probablemente no se haya equivocado, después de todo, pero “Occult Medicine”
no despliega el verdadero potencial de Yyrkoon, sino que sencillamente lo
presagia.
Thursday, December 01, 2011
KILLING MACHINE “Killing Machine” (Candlelight, 2000)
...y en la contínua pelea por el gran premio mundial a la mediocridad absoluta tenemos hoy la presencia de cuatro ilustres combatientes. Tras los parches, y ubicado hacia el fondo del ring, démosle la bienvenida al ex W.A.S.P. y ex Impelliteri Stet “Matador” Howland. A mi derecha, y recién salido del anonimato, el guitarrista Peter “¿Quién Te Conoce?” Scheithauer... ¿Cómo?... Ah, ¿si?... Ajem... Producción me informa desde el control central que Scheithauer de hecho colaboró en varios proyectos, aunque el más relevante fue Stream, el cual vuestro humilde relator desconoce... A mi izquierda y con su bajo dispuesto a rendir batalla, sin embargo, se encuentra el gran Mike “W.A.S.P.” Duda. Y en el centro del cuadrilátero, damas y caballeros, los spots iluminan a la figura de la noche: el confundible, el igualable, el vencible... ¡¡¡Mike “Me Voy A Pique” Vescera!!! La retadora de la jornada, omnipresente por encima del cuarteto, continúa siendo la temible y despiadada ¡¡ORIGINALIDAD!! (abucheos varios)...
...y da comienzo la pelea (ruido de campana). La Originalidad parece no darle tregua a la propuesta del debut de Vescera y cía. En efecto, ya antes de subir al ring se rumoreaba que lo de Killing Machine no sería más que otra descafeinada dosis de un insulso heavy/power metal. A juzgar por la terrible paliza que el cuarteto está recibiendo, pareciera que dichos rumores eran ciertos. “¡Los mismos riffs de siempre!” sentencian algunos en la platea. “¡Los temas no consiguen escapar a la fórmula riff-estribillo-riff-estribillo-solo-estribillo-fin”!, gritan los amantes de la complejidad compositiva. “¡Todas las canciones terminan con el mismo efecto de fade-out”, observa el resto. “La carrera de Vescera no logra levantar cabeza, y de un progresivo decline pasó directamente a la caída libre.”, concluyo yo. Si esta “maquina asesina” realmente pretende lograr alguna víctima, debería empezar por aceitar mejor sus engranajes. ¡Cobre el knock-out, referí!
Wednesday, November 30, 2011
FORGOTTEN TOMB “Love´s Burial Ground” (Adipocere Records, 2005)
El website de estos italianos nos da la
bienvenida con una animación sumamente didáctica en la que explican la forma correcta
de cortarse las venas con una hoja de afeitar. “Somos la lepra sobre la
carne corrupta de la juventud de hoy”, exclaman en la contratapa de “Love´s
Burial Ground” (“El Lugar De Entierro Del Amor”), su tercer larga duración.
“Oscuridad En Estéreo Desde 1999”, reza por su parte el interior del booklet,
del lado opuesto a la tapa original del disco que, por supuesto, fue censurada
y sólo puede admirarse una vez adquirido el producto. Y el resto se deduce
fácilmente: “obras maestras de negatividad y agonía”. Doom metal interpretado
en versión black. O black metal en cámara lenta, babeando misantropía y
aborrecimiento en lugar de escupirla toda al mismo tiempo en un único blast-beat.
Sea como sea, el sonido es negro. Negrísimo. Y perturbador. La obra se estructura
en base a seis composiciones anti-optimismo de extensa duración, más tres
interludios ambient/industriales (titulados “Malus Vivendi”) a cargo de Mr.
Nordvargr (del grupo MZ412), repeliendo luz y esperanzas por igual y combinando
la lobreguez de exponentes tan dispares como Darkthrone [el riff principal de
“Kill Life” recuerda a la época de “Transylvanian Hunger” (1994)], Thergothon (por momentos, los segundos entre
cada golpe de bombo se tornan interminables) o los primeros Katatonia (escuchen
la parte final de “Alone”, por ejemplo). Una “tumba olvidada” en la que el
grupo sepulta desgracias y odio. “Me lastimo a mí mismo / buscando una
salida / en mis ojos ves / el horror de estar vivo / la vida es dolor ”,
rezan en la citada “Kill Life”, o “Matar La Vida”. El mensaje es claro. Doom
metal sin un ápice de poesía. Black metal que va en serio. Tragedias sin
teatro. O, mejor dicho, un teatro vacío, sucio y frío en el cual Forgotten Tomb
proyecta sus miserias en un telón negro, ante ojos ciegos... y para los oídos
de nadie.
Tuesday, November 29, 2011
ARCANA “Le Serpent Rouge” (Projekt / Displeased Records, 2005)
Del ocaso occidental al misticismo oriental. De lo
gótico y barroco a lo ambiental y desolado. De los teclados y sintetizadores a
la percusión étnica y pseudo-ritual. Y apenas un sólo indicio de voces o coros.
El giro estilístico emprendido por Arcana no sólo resulta tan dramático como
inesperado, sino que obliga categóricamente a olvidarnos de todo aquello que
precedió a este quinto álbum de larga duración. Adiós catedrales románticamente
decadentes, bienvenidos desiertos del medio oriente. Uno incluso siente la
arena entre los dedos de los pies, la vislumbra dibujando extrañas figuras en
el nebuloso y espectral horizonte, y la respira en el mismísimo aire. Desde sus
comienzos con el monumental y fastuoso “Dark Age Of Reason” (1996),
Arcana fue siempre comparada a los incomparables Dead Can Dance, pero el
proyecto del sueco Peter Bjärgö nunca antes se aproximó tanto al de Lisa Gerrad
y Brendan Perry como en este “Le Serpent Rouge”. Al distanciarse por
completo del Arcana de ayer, Bjärgö consigue hoy realmente sonar como su
máximo ideal musical.
“Le Serpent Rouge” es la respuesta de Arcana a “The
Serpent´s Egg” (1988) de Dead Can Dance. Arena, magia, belleza, éxtasis,
añoranza, evocación, contemplación... y la danza de la serpiente. El trance
extra-sensorial es orquestado de manera exclusiva a través de instrumentos
sumamente atípicos, incluso para Arcana, como el timbal egipcio, el “duduk
armenio”, la “cabasa”, el tamborín o la “dulcinea”. Obras pasadas como “Cantar
De Procella” (1997) o “The Last Embrace” (2000) sencillamente no
poseen punto de comparación alguno con las vistas ciclópeas conjuradas por esta
Serpiente Roja, sensual e hipnótica.
Ida Bengtsson, antigua vocalista del ayer
dúo, ya no forma parte del emprendimiento, y en esta oportunidad Bjärgö (voces,
samples, arreglos y programación) es acompañado por su esposa Cecilia (coros),
Stefan Eriksson (percusión y coros) y Ann-Marie Thim (coros). Los cuatro
hilvanan paisajes estoicamente sugestivos, de sutiles crescendos que
abren verdaderas puertas de percepción cual tesoros escondidos entre una
aparente monotonía rítmico-melódica que espantará a gran parte de aquellos no
familiarizados con el estilo; y acaso también a los que esperaban algo similar
a la primera etapa de Arcana. El nombre sigue siendo el mismo, pero el
propósito es aquí otro. Las voces ocupan un plano netamente secundario,
casi sepultadas a la distancia para nunca más ser perturbadas. “Le Serpent
Rouge” ignora despreocupadamente cualquier tipo de expectativas,
constituyendo una obra de texturas inmemoriales y paisajes inexpresables. Los
muertos bailan al compás del ritual de la Serpiente, y Arcana finalmente se nos
presenta majestuosamente arcana.
Wednesday, November 16, 2011
OLD MAN´s CHILD “In Defiance Of Existence” (Century Media, 2003)
Hay que decir
las cosas como realmente son: Old Man´s Child me aburre. Siempre lo hizo, sin
dudas lo hace hoy en día, y a este paso siempre lo seguirá haciendo. “In
Defiance Of Existence” es el álbum más logrado del proyecto semi-autónomo
de Thomas Rune “Galder” Andersen desde “The
Pagan Prosperity” (1997), y sin embargo los resultados siguen aburriéndome. Y
mucho. Sabido es que Old Man´s Child continúa existiendo meramente por razones
contractuales desde que Galder se incorporara a Dimmu Borgir como guitarrista
de forma definitiva, e “In Defiance Of Existence” es el primero de varios trabajos pendientes que deben ser entregados a Century Media durante los
próximos años. Cuando Galder disponía del tiempo necesario para dedicarse exclusivamente
a Old Man´s Child los resultados eran mediocres en el mejor de los casos.
Imaginen cómo son las cosas hoy en día. La agenda está llena y las ideas
escasean aún más. Cruzen al Dimmu Borgir de “Enthrone Darkness Triumphant” (1997) y “Spiritual Black Dimensions” (1999) con “The Pagan Prosperity” y
obtienen “In Defiance Of Existence”. En otras palabras: Dimmu Borgir en
versión sonámbula y funcionando con respirador artificial, Nick Barker a modo
de baterista invitado incluido. Mucho colchón de teclado que se pincha para
volver a inflarse una y otra vez, mucho riff inofensivo con olor a sobras de “Puritanical
Euphoric Misanthropia” (2001), y mucho afano a “The Mourning Palace” distribuido a
lo largo de 9 agotadoras canciones de puro black metal al estilo “o compongo
algo o me como un juicio”. Uno o dos pasos adelante con respecto a los
irremediablemente soporíferos “Ill-Natured Spiritual Invasión” (1998) y “Revelation
666 - The Curse Of Damnation” (2000), pero eso no es decir mucho. No es decir
nada, de hecho.
Wednesday, November 02, 2011
VIRGIN STEELE “Hymns To Victory” / “The Book Of Burning” (Noise Records / Sanctuary Music, 2002)
Suposición:
Manowar no existe. En
tal caso, Virgin Steele es una gran banda cuyo sonido de aires memorables y
notable porte melódico consigue resaltar por sobre sus competidores con suma
facilidad. El fuerte del grupo nunca fue el doble bombo perpetuo o la
sobredosis de alegría descafeinada, sino una propuesta notoriamente más galana
que bebe de las aguas de la literatura y la historia clásica en busca de inspiración,
refinada en sus ataques de furia épica, incluso teatral y enfática por
momentos, y siempre distinguida por el buen gusto, maleabilidad y poderío vocal
de David DeFeis. Realidad: Manowar sí existe, y Virgin Steele, en
la gran mayoría de sus composiciones, suena indefectiblemente a Manowar
(pruebas irrefutables: “Rain Of Fire”, “Children Of The Storm”, “Kingdom Of The
Fearless (The Destruction Of Troy)”, “The Redeemer”, “Invictus”, etc, etc...). Aclaración:
Ambas bandas provienen de Estados Unidos y comenzaron sus respectivas carreras
prácticamente al mismo tiempo. Duda: ¿exceso de influencias o mera
jugada del destino? Pregunta: ¿podrá Virgin Steele escaparle alguna vez
a la sombra de Manowar y alcanzar un mayor reconocimiento en base a sus propias
virtudes? Respuesta: Tarea improbable, francamente.
Para celebrar los veinte años de trayectoria dentro
del género, el grupo decidió editar dos placas que básicamente podrían ser
descriptas como de “grandes éxitos”, aunque un tanto particulares. “The Book
Of Burning” contiene 16 temas, 8 inéditos y 8 nuevas versiones de
material previamente disponible. “Hymns To Victory” contiene 13
canciones, dos de ellas inéditas y el resto versiones re-mezcladas,
re-masterizadas o acústicas de material clásico. Estos compilados evidencian en
gran parte la considerable variedad estilística que Virgin Steele maneja
exitosamente, y si bien un alto porcentaje del material recuerda demasiado a
las estructuras tanto musicales como retóricas empleadas usualmente por Joey
DeMaio y Eric Adams, resulta injusto no reconocer que, en efecto, Virgin Steele
merece mayor deferencia.
Todas las nuevas versiones del material previamente
editado fueron re-grabadas por la formación actual del grupo, y tanto la
calidad sonora como la producción y mezcla, consecuentemente, se beneficiaron
de gran forma. La nueva variante de “A Symphony Of Steele” (aquí subtitulada
como “Mezcla De Batalla”) suena incluso más a Manowar que la versión
original, y si a alguien le quedaba alguna duda -por más ínfima que fuese-
sobre si DeFeis y cía. alguna vez escucharon “Kings Of Metal” con sumo
detenimiento, he aquí la comprobación definitiva. A su vez, el estilo vocal que
DeFeis emplea en piezas como “I Am The One” difiere considerablemente del que
utilizara en la grabación original, predominando en esta oportunidad los tonos
altos y, por momentos, casi chillones y al estilo de Rob Halford. El resto de
la puesta al día depara sorpresas similares, y los temas inéditos ofrecen un
abanico estilístico que pareciera abarcar todas las décadas por las que el
grupo atravesó. “Hellfire Woman” y “The Final Days”, por ejemplo, destilan una
atmósfera ochentera, mientras que otras composiciones huelen a resabios
de la época de “Invictus” (1998) o ambos volúmenes de “The House Of Atreus” (1999 / 2000).
Todas ellas, no obstante, se dejan disfrutar con creces, salvo por la kissera
-y, por ende, vomitiva- “Saturday Night” (¿acaso se trató de una broma interna?
Que alguien venga y me explique la gracia, porque todavía me estoy retorciendo
del asco...).
Afirmación: Como primer acercamiento a Virgin Steele, no existe
mejor prefacio que estos compilados heterogéneos y sobrecargados (nueva
pregunta: ¿no se cansa DeFeis de editar discos dobles?). Efecto secundario:
Más vale ingerir de a dosis controladas, sin importar el grado de fanatismo
para con el grupo, o se corre el riesgo de atragantarse con alguna espada. Dilema:
Si por momentos incluso me cuesta trabajo tomarme en serio a los mismísimo
Manowar, ¿puedo tomarme en serio a Virgin Steele? Conclusión idiota:
¿Acaso estoy logrando algo con tanto cuestionamiento y tanta observación? Respuesta
final: evidentemente no. Remate: Una vez más, el acero triunfa por
sobre la carne.
Tuesday, November 01, 2011
NILE “Black Seeds Of Vengeance” (Relapse, 2000)
Así como en
Europa el black metal goza de una envidiable salud, los norteamericanos aún
prefieren al viejo y querido death metal a la hora de revolear sus melenas. Sin
embargo, pocos fueron los intentos por continuar desarrollando aquello que
pilares como Deicide, Cannibal Corpse o Napalm Death cimentaron a comienzos de
los ´90. Entre las sutilezas y complejidades aristocráticas del antiguo
continente y la bestialidad casi gratuita del gran país del norte existe -y
nunca mejor dicho- todo un océano por cruzar... Aunque no es el caso de Nile.
Oriundos de Greenville, este cuarteto se las ingenió para infligirle nueva vida
al “metal muerto” incorporando a sus descargas una peculiar dosis de melodías étnicas
egipcias (interpretadas con instrumentos reales autóctonos), combinadas con una
sorprendente y densa atmósfera que por momentos alcanza un misticismo que roza
lo cinematográfico. Incluso las letras incorporan plenamente el concepto, por
lo que no es extraño toparse con títulos como “Invocation Of The Gate Of
Aat-Ankh-es-en-Amenti” o “Libations Unto The Shades Who Lurk In The Shadows Of
The Temple Of Anhur”. El resultado es una propuesta que, si bien subordinada a
los parámetros convencionales del death metal, cobra vuelo propio en las
instancias en las que el grupo apela a su poco convencional arsenal de
influencias orientales. Acaso el factor sorpresa que tan efectivamente
funcionaba en el debut “Amongst The Catacombs Of Nephren-Ka” ya no lo
haga demasiado en “Black
Seeds Of Vengeance”, en el que la balanza pareciera preferir inclinarse más
hacia las raíces del género en vez de explotar en mayor profundidad la
singularidad que la banda posee. No obstante, a la hora de nuevas ideas dentro del
death metal contemporáneo, no existe mejor opción.
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