Wednesday, May 18, 2011

MY DYING BRIDE “Songs Of Darkness, Words Of Light” (Peaceville Records, 2004)


“Canciones De Oscuridad, Palabras De Luz”. La mismísima esencia de My Dying Bride. Nefasta y divina. Hablando de oscuridad, sus melodías parecieran iluminarse. Como una marcha fúnebre descendida de algún oscuro paraíso para entonar sus seráficas sinfonías, confortando y desgarrando desde hace ya casi quince años. Porque si bien El Ángel Y El Río Oscuro se entrelazan litúrgicamente para Liberar A Los Cisnes de la pasión amarga (y tan deliciosa), Como Dioses De Un Sol que irradia la noche eterna, siempre existirá La Luz Al Final Del Mundo para el alivio de nuestras almas. La contradicción es única e inconfundible: My Dying Bride te acoge entre sus brazos para drenar tus penas con cascadas de lágrimas. Y te deja como nuevo.

Irónico, entonces, que un título tan representativo bautice a este octavo álbum de estudio de los ingleses, acaso su obra más redundante, inescrutable y austera hasta la fecha. “Songs Of Darkness, Words Of Light” raramente consigue invocar el perpetuo choque entre lo negro y lo blanco tan característico del grupo para en su lugar nutrirse exclusivamente de grises. Casi sesenta minutos de grises. No falta ninguno de los ingredientes requisitorios (salvo, por supuesto, el violín, una vez más emulado ocasionalmente por los teclados), y sin embargo la angustia no oprime y las desdichas ajenas no alcanzan para sojuzgar las propias. “The Wreckage Of My Flesh” se estructura en base a un riff ya escuchado en placas anteriores, aunque su profundo y resignado fluir la convierte en una de las piezas más destacadas de la ocasión, junto a “Catherine Blake” (en donde brilla -o, mejor dicho, “ensombrece”- la eminente pluma de Aaron Stainthorpe) y el escalar grandioso y emocionante de su tensión. Aaron grita, gruñe, recita, ruge, solloza y modula. Y el espiral melodramático pone en marcha su solemne vaivén. Canción Negra, Palabras Blancas. O al menos lo que uno interpreta y experimenta como tal. De eso se trata My Dying Bride. Pero el resto de “Songs Of Darkness, Words Of Light” carece de la solidez emotiva (durante la insulsa “My Wine In Silence”, por ejemplo, Aaron se limita a entonar, gemebundo, “por favor toma mi mano, por favor abrázame, mi amor... ¿dónde estás?”) o el romanticismo exuberante de los momentos cumbres del grupo. Sencillamente no es una obra que incentive numerosas audiciones, a diferencia de “Turn Loose The Swans” (1993), “The Angel And The Dark River” (1995), “Like Gods Of The Sun” (1996) o “The Dreadful Hours” (2001), todos ellos eslabones fundamentales del metal ultra-negro e hipocondríaco.

O acaso estemos ante la obra más demandante y compleja de una agrupación que siempre hizo las cosas a su manera y la de nadie más. No esperen prodigios sorpresivos ni odas al sufrimiento de acción instantánea. Todo en este disco lleva su tiempo y las recompensas no son fáciles de encontrar (sólo un verdadero amante del grupo decidirá tomarse tal molestia, de hecho) mientras uno escarba entre las subrepticias satisfacciones de “The Scarlet Garden” o “And My Fury Stands Ready”, para ampararse finalmente en la monolítica “A Doomed Lover” (prestar atención a la melodía de guitarra que se inicia en 4:35), que se arrastra desconsolada y abatida hacia el desenlace inevitable, dando esperanzas con su desesperanza y prometiendo un futuro de palabras no tan resplandecientes... y canciones aún más oscuras.  

Tuesday, May 17, 2011

MY DYING BRIDE “The Voice Of The Wretched” (Peaceville Records, 2002)


Siempre soñé con un álbum en vivo de My Dying Bride... En realidad, siempre soñé con ver en vivo a My Dying Bride, pero, a medida que pasan los años, uno aprende a conformarse con poco. “The Voice Of The Wretched” puede llegar a confundir con su título, pero se trata en efecto del primer álbum en vivo oficial de los ingleses, si descontamos al Mini-Cd grabado en el festival Dynamo Open Air e incluido como bonus en la re-edición de “The Angel And The Dark River” (1995). Por desgracia, lo triste no es aquí exclusivamente la música contenida en la placa, sino el resultado de un lanzamiento al que debió habérsele dado mayor importancia.

El primer inconveniente salta a la vista en lugar de los oídos, y lo proporciona el formato de edición elegido: las duraciones maratónicas de la gran mayoría del repertorio del grupo ameritan, cuanto menos, un álbum doble. Para muchos se trataría de una sobredosis letárgica, pero para cualquiera realmente interesado en My Dying Bride -los que compran el disco, en definitiva... como yo- hubiese constituido la opción lógica. 74 minutos sencillamente no son suficientes. Asimismo, diseño e ilustración siempre constituyeron un aspecto destacado de los trabajos del quinteto que suele correr por cuenta de Aaron Stainthorpe, vocalista y compositor literario. En esta oportunidad, no obstante, el arte de tapa resulta una decepción rotunda, incoherente si se lo trata de vincular a la obra en cuestión, e insustancial al ser evaluado de manera aislada. Ni siquiera fue incluido un booklet con fotos de las giras recientes o ilustraciones adicionales que complementen la edición. Visual y estéticamente, nunca antes un álbum de My Dying Bride resultó ser tan vulgar.

La totalidad de la discografía del grupo es representada al menos por una canción, salvo por “As The Flower Whiters” (1992), y, debido a que la grabación fue llevada a cabo el 4 de marzo del 2001, durante la gira de promoción de “The Light At The End Of The World” (1999), sólo un único tema de “The Dreadful Hours” (2001) es de la partida (“A Cruel Taste Of Winter”), en este caso a modo de adelanto. El playlist incluye afortunadamente varios clásicos tales como “Your River”, “The Cry Of Mankind” (lógicamente sin la mitad atmosférica que pareciera no concluir jamás), “Turn Loose The Swans”, “The Snow In My Hand” y “A Kiss To Remember”, pero afuera quedaron varios favoritos personales, incluyendo “Sear Me” (cualquiera de las tres versiones, aunque la de 1993 hubiese sido ideal), “Two Winters Only”, “The Light At The End Of The World”, “The Dark Caress”, “Black Voyage” o “The Crown Of Symphaty”. Sin embargo, la lista seleccionada constituye un efectivo compendio, aunque una vez escuchada de principio a fin uno se queda, de alguna forma, con la sensación de que la prioridad le fue dada al costado más extremo y rudimentario de la banda (“The Fever Sea” y “Symphonaire Infernus Et Spera Empyrium” seguidas pueden llegar a agotar incluso al más acérrimo).

El principal problema, básicamente, no es la elección de las canciones, sino la interpretación. TODAS suenan de forma casi idéntica a las versiones originales, y la interacción del público es nula, al igual que la labor de Aaron como frontman, quien en este caso se limita a agradecer y presentar los temas. Desde el punto de vista instrumental y sonoro, no existe posibilidad de queja, y sorprende, de hecho, el nivel técnico y lo aceitada que la banda suena. La consecuencia negativa de una cualidad tan positiva es que uno pareciera estar escuchando los trabajos de estudio. La ausencia del violín, al igual que lo ocurrido en “The Dreadful Hours”, no ocasiona daño alguno. Todas las melodías originales son suplidas, en mayor medida, por la participación especial de Yasmin Ahmed en teclados, y en el resto de los casos es empleada una grabación de las pistas originales. “A Kiss To Remember” sale perjudicada levemente en este sentido, sobre todo la sección inicial (00:53 a 1:13), pero “Your River” adquiere nuevas dimensiones de belleza y melancolía, dos ingredientes fundamentales de My Dying Bride que en vivo deberían haber sido aún más resaltados.

Acaso las expectativas eran demasiadas, o simplemente excedían los límites de lo razonable. “The Voice Of The Wretched” constituye una opción más lograda y sólida que los compilados “Meisterwerk” (2000 / 2001) para aproximarse por primera vez al océano de miserias poéticas y atormentada lujuria de My Dying Bride; pero si de liberar los cisnes de la pasión de aquellos ya iniciados en el arte del sufrimiento se trata, la luz al final del mundo aún se vislumbra demasiado lejana. En lo que a mí respecta, por lo tanto, sólo queda una cosa por hacer: seguir soñando. 

Monday, May 16, 2011

MY DYING BRIDE “The Dreadful Hours” (Peaceville Records, 2001)


En 1993 My Dying Bride destruyó la concepción que tenía sobre la música hasta aquel entonces. Destruyó los límites entre lo extremo y lo hermoso, la agonía y el éxtasis. Me destruyó a mí. Y las consecuencias perduran hasta el día de hoy. Jamás volví a percibir una obra sonora de la misma forma. A partir de aquel entonces, las vivía en carne propia. El culpable: “Turn Loose The Swans”, piedra fundamental dentro del resurgimiento y posterior redefinición del “doom metal” en la década de los '90, y el trabajo más admirado de los ingleses hasta la fecha. El “metal gótico” tal y cómo lo conocemos hoy adquiere su verdadera dimensión en este álbum (junto con “Gothic”, Paradise Lost, y “Serenades”, de Anathema, editados en 1991 y 1993 respectivamente), para luego diseminarse por una miríada de nuevas y fascinantes posibilidades. La belleza emanada por la placa resultaba intolerable en su lujuria, un manjar de miserias y romanticismo retorcido que se fijaba al paladar del corazón para nunca jamás desprenderse. En My Dying Bride las guitarras no producen melodías, sino que lloran. Y el llanto es conmovedor. Piano y violín se incorporaban al vocabulario del metal de forma definitiva, luego de numerosos experimentos previos. La combinación exudaba una magnificencia exquisita, y rociaba a las canciones de un perfume tan clasicista como fúnebre. El reloj parecía detenerse en clásicos como “The Crown Of Sympathy”, “The Snow In My Hand” o la estupenda “Your River”, insólitamente extensas y repletas de ritmos lánguidos y riffs que se ubican más allá del nivel de aquello que conocemos como “negro”. Desde ese día, la edición de cada nuevo álbum del grupo representa una ceremonia profundamente personal para mí. Y si bien las expectativas no siempre fueron colmadas (“34.788%... Complete” de 1998 no resultó la abominación definitiva del género, después de todo, pero aún lo considero un trabajo mediocre), sigo pensando que sencillamente no existe ninguna otra banda como My Dying Bride.

Placas como “The Dreadful Hours”, justamente, reafirman mis sentimientos. Si “The Light At The End Of The World” (1999) constituyó una suerte de “regreso a las raíces” un tanto obligado y apresurado por las circunstancias (léase el fracaso comercial y crítico del mencionado “34.788 %... Complete”), este séptimo larga duración consolida de forma definitiva las intenciones del ahora quinteto. De haber sido editado por alguna otra banda de menor envergadura dentro del género, “The Dreadful Hours” sería considerado una obra maestra o, cuanto menos, una revelación. Pero al tratarse de My Dying Bride resulta tan sólo un reencuentro; aunque acaso el más reconfortante de los últimos 5 años. El arte de tapa más extraño y fallido que haya adornado la presentación gráfica de la banda (por sí misma, un fascinante portfolio de fotografías ambiguas y bizarras) no le hace justicia alguna al material contenido en su interior. El tema que da nombre al disco se encarga también de abrirlo, y su hechizo es inmediato. La voz de Aaron Stainthorpe vuelve a ser desgarradora y gemebunda sin priorizar ninguno de ambos estados de ánimo, y sonando, de hecho, más efectiva que nunca. Nada hay de virtuosismo en su garganta, por supuesto, pero el rol de trasladar las tragedias trazadas por su propia pluma del papel al ámbito sonoro lo desempeña con sumo afianzamiento. Tanto Andrew Craighan (guitarra) y Ade Jackson (bajo) constituyen los miembros originales restantes, y sus estilos evidencian similar solidez. El puesto de segundo guitarrista es ocupado en esta oportunidad por Hamish Glencross, y Shaun Steels (ex-Anathema) continúa tras los bombos y platillos al igual que en “The Light At The End Of The World”, esta vez implementando incluso una efectiva descarga de blast beats (“The Raven And The Rose”, de 04:03 a 04:26), un bienvenido resabio del pasado, y priorizando los ritmos trabados y repetitivos al estilo de Rick Miah (baterista original) en los trabajos iniciales del grupo. Y por primera vez desde el alejamiento de Martin Powell, la ausencia del violín -aquel distintivo y distinguido ingrediente del sonido de My Dying Bride- consigue ser sobrellevada con suma facilidad gracias a dos factores específicos: la soberbia delicadeza de los teclados a cargo de Johnny Maudlin (de Bal Sagoth, aquí a modo de invitado), y la decisión por parte de Craigham de emular el sonido de las tres cuerdas con las seis de forma simplista, evitando sabiamente recargar las atmósferas. Esta técnica ya había sido explorada anteriormente en “The Light At The End Of The World” con resultados dispares, pero aquí su efectividad es absoluta. My Dying Bride nunca será 100% My Dying Bride sin la presencia del arrume melódico de un violín real (electrónico o no), pero la forma en la que el grupo perpetúa su sonido exitosamente sin el -para muchos- ingrediente fundamental, es en verdad notable. El comienzo de “My Hope, The Destroyer” recuerda de alguna forma a la sublime “For My Fallen Angel” (de “Like Gods Of The Sun”, 1996), pero la inesperada entrada de la batería transforma el sufrimiento en adrenalina, produciendo acaso la canción más lograda de toda la placa. Por el contrario, la nueva versión de la monumental “The Return Of The Beautiful” (de “As The Flower Whiters”, el álbum debut de 1992), aquí re-titulada “The Return To The Beautiful”, resulta una adición por completo innecesaria debido a las escasas novedades de su puesta al día.

El álbum posee una cierta monotonía estructural y lírica que se torna aún más evidente al compararse con el material previo, pero esta es una consecuencia lógica y esperable tanto del género como de la estética sonora y literaria que la banda adoptó como estilo (acaso la enfermiza prosa de Aaron sea la más perjudicada a medida que los años transcurren). No obstante, “Black Heart Romance” y “La Figlie Della Tempesta” sorprenden por su fluir mayormente calmo y sereno. Uno puede incluso predecir las direcciones que algunos de los temas toman; o acaso se trate en realidad de un deseo no cumplido sobre la forma en la que uno quisiera que los temas continuaran, como es el caso de la citada “My Hope, The Destroyer”. A partir de 06:21 los teclados  desatan un bellísimo torbellino emocional que sin embargo es detenido 3 segundos más tarde, al finalizar impredeciblemente la canción. Y cada vez que la escucho puedo imaginar cómo hubiese proseguido y me golpeo la cabeza ante la torpeza de la banda por no haber tomado tal decisión, prueba suficiente para demostrar el extraño lazo afectivo que la música de My Dying Bride entabla en mi persona.

Porque no caben dudas: My Dying Bride no es para el gusto de cualquiera; pero yo, al menos, me alegro de poder incluirme en la minoría. Y casi veinte años más tarde (ADVERTENCIA: frase estereotipada a continuación) -¡cómo pasa el tiempo!-, sigo siendo la misma persona en la que me convertí luego de que “Turn Loose The Swans” irrumpiera en mi vida para darle un vuelco considerable. Se trató, en efecto, de una experiencia imborrable... Esas que probablemente nunca se repiten.

Sunday, May 15, 2011

Entrevista: MY DYING BRIDE - La Oscuridad & La Luz


Reportaje a Aaron Stainthorpe, cantante y compositor lírico de My Dying Bride
(originalmente publicado en Marzo de 2000 en la revista Epopeya)

Volvió la melancolía. 
Volvieron los riffs ultra-lentos. 
Volvieron las letras románticas y la poesía retorcida. 
No más bases electrónicas ni ritmos semi-bailables. 
Los ingleses My Dying Bride se desvían (al menos momentáneamente) 
del camino "experimental", y nos sorprenden con un disco repleto 
de lo que a ellos mejor les sale: depresión.

- "The Light At The End Of The World" es definitivamente una vuelta a las raíces. ¿Qué fue lo que los llevó a componer nuevamente este tipo de canciones un tanto más extremas y depresivas?
- Bueno, básicamente fue porque teníamos ganas.  En "34.788%... Complete" quisimos probar con nuevos sonidos, y llevemos ese experimento hasta los limites. Sin embargo, si hubiésemos continuado en la misma línea para este nuevo trabajo, hubiéramos perdido el rastro de nuestras raíces; y, por supuesto, no queríamos hacer eso. Por lo tanto, en vez de continuar experimentando,  decidimos volver a los viejos días para componer lo que a nuestros fans más les gusta: las canciones bien densas, con riffs depresivos y atmósferas góticas.
- ¿Tenías en mente desde un principio que volverías a usar los rugidos y los gritos, además de las voces limpias?
- ¡Sí! En realidad, yo siempre le decía a la gente que alguna vez iba a volver a usar las voces más death metal, ¡pero el problema es que nunca nadie me creía! Todos se pensaban que ya nunca más podría volver a cantar de esa manera. Pero a mí me encantan esas voces. Además, de esta forma puedo recrear una vez más aquella vieja atmósfera de la cual hablábamos antes.
- ¿Pero el hecho de que a la mayoría de los fans pareció no gustarle para nada "34.788%... Complete" les significó algún tipo de presión a la hora de componer los nuevos temas?
- Realmente no. Quiero aclarar que a todos en la banda nos gusta mucho ese álbum, y la repercusión por parte de la gente fue muy buena. Es verdad que en un principio, cuando el disco recién salía a la calle, todo el mundo parecía estar muy sorprendido con el cambio. Pero hoy, un año más tarde, nos enteramos de que muchos cambiaron su forma de pensar. Les llevó un año y unas cuantas oídas, pero finalmente parece que el álbum está surtiendo su efecto...
- ¿Por qué no continuar entonces en el mismo camino de "34.788%... Complete" si les gustaba tanto aquel trabajo?
- Porque pensamos que ya no podíamos ir más allá en el sentido de continuar con la experimentación, y por eso quisimos tomarnos un tiempo de descanso y componer cosas que pudiéramos disfrutar. Ya le demostramos a la gente que podíamos hacer otro tipo de canciones. Ahora queremos demostrarles que también somos capaces de volver a nuestras raíces y tocar el tipo de canciones que mejor nos salen y que todos aman.
- ¿Y cuál es tu opinión hoy por hoy acerca de "34.788%... Complete"? ¿Te sigue pareciendo tan bueno como al principio?
- Sí. Pienso que es un álbum genial. Realmente pienso eso. Y ya sé que a muchos les costó agarrarle la mano, pero si te ponés a pensar, tan solo había dos canciones que se salían del todo de los parámetros tradicionales de My Dying Bride... el resto eran bien heavys... Pero yo amo a ese disco, y no me arrepiento para nada de haberlo hecho.


- El tema "Heroin Chic" sin duda fue una sorpresa para todos los fans del grupo... yo incluido...
- ¡Sí! (risas) Es verdad. Pero también fue una sorpresa para nosotros, porque mientras experimentábamos con esa idea no pensamos que fuera a funcionar... Pero de todas formas seguimos adelante, porque nuestros corazones realmente sentían la necesidad de experimentar... El resultado es una canción muy bizarra. Muchos la aman y muchos la odian, pero a nosotros nos gusta, y eso es lo más importante.
- Corregime si me equivoco, pero tengo entendido que el concepto y la idea general de aquel álbum le pertenecen a Calvin  ( Robertshaw, ex-guitarrista), ¿no?
- Bueno, no todo... pero él tuvo la mayor parte de las ideas. Por ejemplo, el título se le ocurrió a él. Además, a Calvin le encantan los sonidos más electrónicos y el drum ´n bass, el rave y todo eso, y pensó que sería una idea interesante el incorporar esos elementos a nuestra música...
- ¿Y eso no tiene nada que ver con el hecho de que él ya no es más un miembro del grupo?
- ¡Para nada! El motivo por el cual Calvin no está más con nosotros es porque tuvo una serie de problemas familiares en el último año. Cosas privadas... Él nos dijo que creía que ya no podía componer nada, que no se sentía capaz de seguir colaborando musicalmente con la banda. Pero ahora, él está decidido a ser nuestro mánager, así que lo vemos todos los días... Calvin sigue siendo un miembro de My Dying Bride... solo que ya no musicalmente.


- Volvamos al nuevo álbum. Teniendo en cuenta la fecha de edición del anterior, me da la sensación de que el proceso de composición fue bastante rápido...
- Sí. Como te decía antes, Calvin tuvo muchos problemas con su familia. Por eso fue que no pudimos salir de gira ni hacer ninguna otra cosa... Entonces, decidimos no perder el tiempo y empezar a componer nuevos temas. Los dos o tres meses que usualmente usamos para salir de gira los usamos esta vez para componer. Y por ese motivo, "The Light..." es el álbum que más rápido grabamos en nuestra carrera.
- ¿Qué pasó con Martin (Powell, ex-violinista)?
- Decidió que el violín ya no funcionaba en la banda. Quería probar con otros instrumentos y decidió irse. Sintió que su música ya no cuajaba con la nuestra, porque nosotros en ese momento estábamos componiendo el material de "34.788%... Complete", y realmente no había lugar para las atmósferas góticas y oscuras en aquél álbum. Ahora está tocando los teclados en Anathema y hasta está tratando de formar una banda propia. Espero que se nos una en los próximos shows, porque aún somos amigos. Ojalá pueda ayudarnos con el violín en los temas más viejos...
- Cambiando de tema, ¿me podrías contar la historia detrás de cada una de las letras del disco?
- Podría... pero no voy a hacerlo...
- ¡Sabía que me ibas a decir eso!
- Bueno... (risas) Te voy a contar sobre la nueva versión de "Sear Me". Es básicamente una canción de amor.  Punto. Realmente no hay mucho más que decir... no hay ningún concepto raro escondido detrás del nombre, no hay ningún significado metafórico... nada de eso. Es simplemente una canción romántica...
- Bueno, pero al fin y al cabo,  todas las canciones de My Dying Bride son románticas...
- Sí, bueno... de cierta forma sí.
- ¿Y qué me decís del resto? Solo unas pocas palabras... "Edenbeast", por ejemplo...
- Es una  historia fantástica. Se me ocurrió que una vez por año, en un determinado lugar, se reunirían todos los hombres y mujeres ricos y suntuosos del mundo para hacer una enorme fiesta llena de comida, vinos carísimos, y demás excesos... La idea era la celebración de la vida. Pero con el tiempo, la fiesta se tornó netamente erótica. En un principio, se la conocía como "Edenfeast" ("Fiesta Del Edén"), pero más tarde todos comenzaron a desnudarse, a tener sexo... ¡Todo se transformó en una gigantesca y salvaje orgía! (risas) De ahí surge el nombre "Edenbeast"  ("Bestia Del Edén"), porque ellos pensaban que se estaban comportando como animales sucios que solo pensaban en tener sexo (más risas) Es solo una historia loca que se me ocurrió... Pensé que sería "interesante"... Con respecto a las demás letras, preferiría que cada uno interprete la música y las letras por su propia cuenta, para así poder generar sus propias historias. No te imaginás las cosas que los fans me cuentan cuando charlo con ellos y les pregunto qué fue lo que entendieron de las letras... Cada uno me cuenta una versión que yo jamás me hubiese imaginado... Son historias realmente fantásticas, y si yo las hubiese explicado antes, ellos nunca hubieran podido inventarlas.
- ¿De dónde sacás esas ideas tan raras para tus letras?
- Algunas son muy personales. Experiencias pasadas que siento que necesito volcar a un papel. Otras son simplemente ideas locas... No se pueden explicar. Otras veces me inspira algún libro que estoy leyendo. Por ejemplo, ahora estoy leyendo nuevamente "La Odisea" de Homero. Es un clásico épico y trágico que de alguna manera me inspiró para componer "The Light At..."
- ¿En la vida real sos tan depresivo cómo uno podría deducir en base a tus letras?
- Decímelo vos. ¿Te sueno muy depresivo por teléfono?
- ¡Para nada!
- Es por que no lo soy. Cuando escribo las letras para My Dying Bride sí me siento muy depresivo y solitario. Por eso, cuando vos escuchás la música y leés las letras de los discos, estás escuchando pura y verdadera pasión... pura miseria. Pero eso significa que al momento de escribir, yo volqué y liberé todos esos sentimientos negativos... me liberé de ellos... Porque yo soy realmente una persona muy feliz. Todo el odio y la oscuridad que están en mi interior se liberan en las letras... pero una vez escritas, yo vuelvo a sentirme genial...
- Es una catarsis...
- ¡Exacto!



Depresión En Celuloide
- Hacia la mitad del tema  "The Whore, The Cook And The Mother" se pueden escuchar unas voces sampleadas... No sé si fue mi imaginación, pero ¿las sacaron de la película "Blade Runner"?
- No, ¡en realidad es mí voz mientras estoy siendo entrevistado por una periodista local! Pero vos tenés razón. Estamos hablando de esa película, y eso era justamente lo que queríamos transmitir con esa sección de la canción. A mí me encanta la idea y la historia detrás de "Blade Runner". Lo que vos escuchaste no es un sample, si no yo mismo hablando de la película...
- ¿Tenés alguna película favorita?
- Sí. "The Hunger", con David Bowie y Catherine Deneuve. Es realmente fantástica... El clima, la música, la atmósfera que se respira en las imágenes... es tan gótica, tan oscura,  tan depresiva, tan pasional...
- ¡Tan My Dying Bride!
- ¡Exacto!

El Mundo Del Fin Del Mundo
- ¿Cuál es el significado real del título "The Light At The End Of The World" ("La Luz Al Final Del Mundo")?
- Es una historia fantástica que escribí. Trata sobre un hombre y una mujer que se aman muchísimo. Pero un día, la mujer le es arrebatada al hombre por los dioses, que siempre estaban discutiendo y deliberando acerca de cómo torturar a la humanidad. Sin embargo, uno de los dioses se apiada del hombre, al verlo tan triste y desolado. Por eso, baja hasta la Tierra, lo visita en secreto y le dice: "Puedo darte una noche más con la mujer que amas, pero deberás pagar un precio muy alto. Ése sacrificio será el vivir eternamente en una isla desierta." El hombre acepta, pensando que cualquier cosa es menos dolorosa que el no ver a su amada. Así que, a la noche siguiente, ambos se reencuentran y pasan una maravillosa noche llena de amor y pasión... Pero a la mañana, cuando el hombre despierta, se encuentra a sí mismo en la isla, totalmente solo... Al principio, se lo toma con calma. Él sabía que éso sucedería, y por lo tanto no se arrepiente de su decisión. Los años pasan, y luego de 50 años de vivir en la soledad absoluta, el hombre comienza a desesperarse... Ya no puede soportarlo más. Consternado, decide ir hasta el borde de un precipicio ubicado frente al océano... para arrojarse por él y terminar de una vez por todas con su dolor. Y al levantar sus brazos para finalmente dejarse caer, unas misteriosas alas le crecen en su lugar. El hombre se da cuenta de que, en realidad, él es un ángel. Y de ahí proviene el arte de tapa del disco. Él es un ángel que ya está muerto, por lo que nisiquiera puede suicidarse... tal y como el dios se lo había dicho. Su destino es vivir por siempre en aquella solitaria isla... pero no durante toda su vida, si no durante toda la eternidad... para siempre y por siempre... Él es "la luz al final del mundo"...

Thursday, May 12, 2011

MY DYING BRIDE "The Light At The End Of The World" (MFN, 1999)


Cuando todos ya la daban por muerta (bueno, al menos ése era mi caso), la novia más dolorosamente hermosa del metal vuelve a estar moribunda... ¡como corresponde! El papelón pseudo-moderno de "34.788 %... Complete" (1998) afortunadamente quedó en el más bienvenido de los olvidos, y los ingleses no tuvieron mejor idea que reconquistar a sus fans brindándonos más de 70 minutos de pura infelicidad y desdicha sonora, como en los viejos tiempos. "The Light At The End Of The World" representa, sin vueltas, un exitoso regreso a la época de "Turn Loose The Swans" (1993, voz podrida y logo ilegible incluidos) y "The Angel And The Dark River" (1995), aunque lamentablemente sin la emotiva magia de aquellos dos clásicos del doom metal moderno. Porque si bien estamos frente a un gran álbum, hay que reconocer que "The Night He Died" o "The Isis Script", por ejemplo, no llevan impregnadas la misma pasión, la misma mísera poesía o la misma belleza que sí destilaban "Two Winters Only" o "Your River". Ya de entrada, la ausencia del violín le juega definitivamente en contra a las melodías, y a pesar de que las guitarras se esfuercen, resulta imposible suplir el tal vez más característico de los ingredientes del grupo. Por otra parte, "She Is The Dark", "Into The Lake Of Ghosts" y "Edenbeast" tienen material de sobra como para dejar conformes a los corazones que disfrutan entristeciéndose, y los maníaco depresivos y demás enfermos suicidas sin dudas se regocijaran ad infinitum con los 10 minutos del tema que da nombre a la placa, cuya lírica es una de las más tristes y conmovedoras que hayan salido de la retorcida mente de Aaron. Si a semejante maravilla le sumamos una breve dosis de pura brutalidad como "The Fever Sea" (en la vena del "The Forever People" de "As The Flower Withers" de 1992),  una nueva versión de la vieja y querida "Sear Me" (hasta la fecha, la tercera), y uno de los mejores artes de tapa de los últimos tiempos, no hay más remedio que pasar las quejas por alto, y dignarse a disfrutar de la contradicción más reconfortante que me pueda imaginar: alegrarse deprimiéndose. 

Monday, May 09, 2011

FEAR OF ETERNITY “Toward The Castle”/ “Spirit Of Sorrow” / “Ancient Symbolism” (Moribund Records, 2005/2006)





El black metal y el cine y la literatura de horror, directa o indirectamente, siempre estuvieron emparentados. De alguna forma, dichas manifestaciones artísticas concentran su atención en las múltiples aristas de los extremos de la condición humana; aquello que nos fascina y seduce de los peligros y los misterios inherentes a nuestros rincones oscuros, nuestros temores y debilidades. Explicar el porqué de esta atracción no es tarea sencilla y de hecho podría demandar volúmenes enteros de elucidaciones pseudo-psicológicas que terminarían indefectiblemente por contradecirse a sí mismas. La más antigua y poderosa emoción de la humanidad es el miedo, y la clase más antigua y poderosa de miedo es el miedo a lo desconocido”, explica H.P. Lovecraft en su “El Horror Sobrenatural En La Literatura”, para luego exponer que, como seres humanos, tal miedo hacia lo desconocido “roza la fascinación”. Algo de eso hay justamente en el efecto que Fear Of Eternity, proyecto unipersonal del italiano Andrea Tilenni (ex baterista de Sinoath) surte enigmáticamente en el oyente. El suyo podría definirse como una suerte de black metal sereno, aplacado y etéreo, focalizado de forma exclusiva en la atmósfera resultante de una sucesión extremadamente sencilla de notas, y desprovisto del factor estridente tan característico del género. Son estas particularidades las que permiten trazar comparaciones entre Fear Of Eternity y los soundtracks de filmes de horror de compositores coterráneos a Tilleni, como Fabio Frizzi, Claudio Simonetti, Walter Rizzati, Riz Ortolani, Bruno Nicolai, Alessandro Alessandroni, Gianni Ferrio  y, por supuesto, Goblin, una agrupación especializada en bandas de sonido cuyos orígenes y verdadera alma se encuentran, empero, en el rock progresivo y sinfónico, sumamente influyente en lo que al metal italiano respecta (los mismísimos Rhapsody incluso grabaron un par de covers). Una vez más, el cine de horror y la música cruzan caminos. El clima de angustia abstracta y metafísica de filmes como “L´Aldilá”, “Suspiria”, “Profondo Rosso” o “Quella Villa Accanto Al Cimitero”, por nombrar tan sólo algunos ejemplos relativamente conocidos entre los seguidores del cine de culto italiano, pareciera ser constantemente recreado por Tilenni a través de un modesto conjunto de teclados (sí: la batería es programada) y un sistema de grabación inocultablemente hogareño. Aquí no hay blast-beats, guitarras chillonas o desaforos barbáricos (aunque sí vocalizaciones grim y berrinches de varios ímpetus), y sin embargo las composiciones de Fear Of Eternity demandan ser, bajo toda circunstancia, consideradas como “extremas”. El sentido común, no obstante, dictaría que los ingredientes expuestos y, más importante aún, la manera en la que son expuestos (precaria, torpe por momentos), deberían rechazar lisa y llanamente cualquier intento de análisis o elogio. Muchos probablemente “no entiendan” a Fear Of Eternity, o no consigan “tomarse en serio” a la propuesta de un intérprete acaso más interesado en los efectos que su música produce en lugar de en la música misma. Pero sea como sea, Tilenni se las arregla, limitados como son sus recursos compositivos e interpretativos, para excitar nuestra imaginación y permitirnos conectar con lo inexplicable, lo impenetrable y lo indescriptible. Y el resultado es puramente mágico.

Como suele ocurrir con la gran mayoría de los proyectos unipersonales (y “caseros”) de black metal, Fear Of Eternity pareciera editar un álbum detrás de otro sin intenciones de frenar la racha. En el último año vieron la luz “Toward The Castle”, “Spirit Of Sorrow” y  “Ancient Symbolism” (todos ellos de larga duración, promediando los 45 minutos), y otros dos trabajos aparecieron en el 2007. “Toward The Castle” sería la más rudimentaria de las tres obras, mientras que “Ancient Symbolism” ofrece una mayor cuota de variedad estructural, si bien los paisajes de desolación y desánimo se mantienen estrictamente inalterables. Todo es blanco y negro en el universo de Fear Of Eternity. Su ennui es omnipresente y se hace palpable de manera instantánea. “Spirit Of Sorrow”, por su parte, es el más “cinematográfico” de todos, pero en el sentido, digamos, de la “Clase B” para abajo, por supuesto. Piezas como las patéticamente conmovedoras “Staring At The Dark”, “Sad Dreams” o “Tormented Hearts”, por ejemplo, parecieran sacadas de alguna película imaginaria que Lucio Fulci, Sergio Martino o Umberlo Lenzi bien pudieron haber dirigido a fines de los ´70 o comienzos de los ´80, mientras que “Atrocious Pain” (“Dolor Atroz” es, seguramente, lo que muchos experimentarán cuando la escuchen), en cambio, destila semejantes cuotas de melodrama y pantomima que casi podría hacerse pasar como una especie de bizarra cortina sonora de alguna telenovela criolla de Alberto Migré. Es sólo un rejunte de melodías baratas en un contexto de horror y penumbra, sí... ¡pero cómo me gusta!

Los tres discos exploran similares panoramas y, hay que reconocerlo, es probable que constituyan la consecuencia espontánea de meras improvisaciones que a Tilenni se le antojen durante alguna noche de insomnio, o tras una sobredosis de cinefilia bizarra. El procedimiento debe ser siempre el mismo: Idea musical de tres notas le viene a la cabeza, las tres notas se repiten una y otra vez pero en diferentes intensidades y velocidades, la idea se registra mediante un teclado doméstico conectado al rígido de la PC del dormitorio de Tilenni, el registro se moldea levemente, se agregan más colchones de teclados, Tilenni vocifera alguna oda a la misantropía encima de todo eso, se aprieta “guardar como” y listo. Primer track terminado. Tiempo total: unos 20 minutos, a lo sumo. Repetir. Modificar levemente la melodía principal, usando por supuesto las mismas notas. Agregar siempre la misma base de batería. Revisar. Listo. “Guardar Como”. Mandar e-mail al presidente de Moribund Records. “¡Ya tengo otro disco terminado!”. Listo. Tiempo total: un viernes por la noche, hora más, hora menos. A lo mejor un sábado por la madrugada. Llega la respuesta del presidente de Moribund, que también está en su casa a esa hora. “Mandálo que lo sacamos la semana que viene. Total, sólo imprimimos unas dos mil copias (más no se puede pretender... después de todo, ¿quién cuernos puede disfrutar de semejante cosa?), le metemos una tapa en blanco y negro de algo que no se pueda descifrar, le hacemos un poco de prensa al asunto diciendo que sos un músico muy misterioso, misantrópico (faltaría más) y recluido que nunca sale a la calle porque se la pasa viendo películas de terror del año del pelo, y ¡pum! ¡Black metal “de culto” instantáneo!”. Nunca falla.

Pero hay que leer entre líneas. Fear Of Eternity representa mucho más que una misma melodía de esas que te enseñan en primer grado, interpretada en un órgano Casio de no más de 300 pesos. Algo ocurre al experimentar a Fear Of Eternity; una atracción tan mórbida como hermosa, un embrujo irresistible, un detonante inadvertido que activa engranajes grotescamente placenteros de nuestra psique. Hay aquí algo que tal vez está más allá de lo meramente musical, más allá de la simpleza o la complejidad instrumental, más allá de un análisis ordinario. Algo tan básico como el miedo. En otras palabras, la consecuencia de la manifestación sonora del “miedo a lo desconocido”, o, precisamente, el “Miedo De La Eternidad”. Y, por lo tanto, algo universal que sólo un lenguaje igualmente universal (es decir, la música) puede conseguir transmitir con éxito. Deberíamos concluir, entonces, que a través de Fear Of Eternity, Tilenni, queriendo o no, le habla a nuestros instintos más primordiales y esenciales. A aquello que nos define. Y el que quiera escuchar de forma detenida, dejando de lado la superficialidad de las apariencias y la irrelevancia de las limitaciones técnicas, comprenderá por qué toda esta cuestión no sólo es en extremo importante, sino también elementalmente vital. Tan vital como el miedo a la muerte. 

BLOODBATH “Resurrection Through Carnage” (Century Media, 2002)


El debut de Bloddbath en formato de Ep, “Breeding Death”, fue grabado en un fin de semana por mera diversión y sin un posterior lanzamiento en mente. La idea era sencillamente homenajear al death metal sueco de fines de los ´80/comienzos de los ´90, pasar un buen rato, y olvidarse del asunto. Pero el talento es más fuerte. Imposible juntar a Mikael Åkerfeldt (Opeth) en voces, Anders “Blakkheim” Nyström (Katatonia, Diabolical Masquerade, Bewitched) en guitarras, Jonas Renkse (Katatonia, October Tide) en bajo, y Dan Swanö (Edge Of Sanity, Nightingale, Unicorn, Infestdead, Pan-Thy-Monium, Odyssey, etc.) en batería, y no obtener un todo superior a sus partes. El álbum fue finalmente editado en 1999 y se convirtió en ítem de culto de manera instantánea. “Resurrection Through Carnage”, primer larga duración, confirma las intenciones de Bloodbath transitando similar camino de riffs putrefactos, atmósferas enfermizas y gore añejo. Puro death sueco al estilo old-school, similar a aquel sonido que irrumpía cual vendaval de aire fresco entre el asfixiante monopolio norteamericano una década atrás y se viera popularizado en manos de Grave, Entombed y Dismember. Todo sazonado con la marca registrada de cada uno de los integrantes del grupo: las voces de ultratumba de Åkerfeldt (cada día más cercano a su ídolo David Vincent) que seducen/horrorizan al unísono, los ritmos de batería de Swanö, cuadrados en apariencia pero repletos de toques y arreglos personales, y el hipnótico fluir de las cuerdas de Nyström y Renkse. Eso es precisamente lo que convierte a “Resurrection Through Carnage” en una obra distinta, distintiva y distinguida que suena a superproducción de terror hollywoodense pero conserva el encanto de la Clase “B” europea. Los cuatro fantásticos del metal sueco consiguen lo imposible: un álbum de death metal que no aburre, no satura y no puede dejar de escucharse. 

ALASTIS “Unity” (Century Media, 2001)


Disco a disco, la razón de ser de los suizos Alastis pareciera meramente consistir en seguirle los pasos a sus compatriotas Samael. Y las coincidencias no son casuales: ambos suelen utilizar al mismo productor (Waldemar Sorychta, si bien en este caso la elección recayó en Terje Refnes), ambos editan sus discos bajo el mismo sello, el bajista Masmiseim (actualmente en Samael) formó parte del grupo durante sus comienzos, y ambos persiguen un mismo sonido, oscuro, majestuoso y seductor, cuyo principal atractivo depende de la orquestación de teclados y programaciones varias. Incluso las inflexiones vocales del también guitarrista War D., rasposas pero dinámicas, recuerdan inevitablemente a Vorph (y, en menor medida, a los primeros pasos de Johan Edlund en Tiamat), y las mismas observaciones resultan francamente aplicables a la atmósfera que se respira a lo largo y ancho de este “Unity”, quinto ofrecimiento del grupo hasta la fecha. De alguna forma, se trata de una alternativa un tanto más sucia y agresiva a la grandilocuencia sinfónico-espacial actualmente practicada por Samael. El gancho está presente, por supuesto, y las melodías invitan a sumergirse constantemente en sus negras vorágines, ricas en climas oníricos y lúgubres ensueños (“Antidote” o “The Elect”, por ejemplo), pero las similitudes continúan irrumpiendo desde los cuatro costados sin descaro alguno. Y no hay más remedio, entonces. Queda confirmado que la mala fama se la tienen merecida.  

Tuesday, May 03, 2011

HORNA “Envaatnags Eflos Solf Esgantaavne” (Woodcut Records, 2005)


Las agrupaciones finlandesas de black metal raramente reciben la atención de la que gozan exponentes de otras vertientes musicales extremas (similares, pero no obstante más “accesibles”) dentro del territorio Suomi, tales como Impaled Nazarene, Finntroll, Reverend Bizarre, Imsomnium, Moonsorrow, Shape Of Despair, Ensiferum, etc., sin mencionar, por supuesto, a figuras de la talla de Stratovarius, Nightwish, Amorphis o Children Of Bodom, cuyo nivel de ventas a nivel mundial los posiciona en una categoría completamente distinta. Pero lo cierto es que el underground más insondable y herrumbroso de Finlandia oculta una infinidad de notables bandas (como Satanic Warmaster, Sargeist, Behexen, Beherit, Musta Surma, etc.) que, en su conjunto, conforman una de las escenas más saludables y fascinantes dentro del espectro de la música más oscura y salvaje. Saludable, porque su crecimiento y expansión pareciera nunca dar señales de detenerse, y fascinante por el eficaz y fidedigno modo en el que muchas de estas bandas consiguen retomar los orígenes del estilo. 

De entre todas ellas se destacan los siempre persistentes Horna, poseedores de una lista interminable de 7”, splits, Ep´s y demos, sin mencionar las siempre ineludibles re-ediciones. “Envaatnags Eflos Solf Esgantaavne”, su sexto larga duración, encapsula básicamente todas sus tradicionales virtudes (para muchos indudablemente defectos) hasta conseguir una de las obras más sólidas del grupo, aunque por supuesto carente de novedad alguna. Las metas se sentaron desde un principio y aquí continúan alcanzándose impecablemente: (ultra)necro black metal de mediados de la década pasada, monotemático, grim, y abrasivo como pocos. Las vocalizaciones, casi vomitadas, recuerdan al primer Burzum, y la atmósfera cavernosa e intencionalmente primitiva, en la vena del Dark Throne más icónico, es recreada de manera notable. El tempo no siempre desafía la velocidad de la luz, pero los timbales y el redoblante de la batería suelen ser vapuleados, el sonido tremolo de las guitarras hechiza constantemente, y la atmósfera es impagable. El logo del grupo incluso incluye los omnipresentes cuernos de cabra, y las letras (y todo el interior del booklet) son (anti)religiosamente redactadas en finlandés. Los amantes del estilo tienen la gloria garantizada. Los detractores, una lista interminable de aspectos a criticar. Como siempre.

Monday, May 02, 2011

THE GATHERING “Sleepy Buildings - A Semi Acoustic Evening” (Century Media, 2004)


El actual interés para con las posibilidades de los sonidos electrónicos demostrado por The Gathering en sus obras recientes (fundamentalmente en el descomunal “How To Measure A Planet?” -1998- y el intimista “Souvenirs” -2003-) convierte a “Sleepy Buildings - A Semi Acoustic Evening” en una sorpresa inesperada. Grabado en vivo en el Teatro Lux de Nijmegen, Holanda, durante dos veladas de Agosto de 2003 (y ofreciendo la última presentación en vivo del bajista Hugo Geerligs antes de ser reemplazado por Marjolein Kooijman, un segundo miembro femenino), el álbum confirma que el sonido de The Gathering trasciende las propiedades inherentes a una serie determinada de condiciones instrumentales o parámetros estilísticos. La meta es siempre una. Con o sin electricidad (o la combinación de ambas cosas, como anticipa el subtítulo de la placa), The Gathering explora el vaivén de todas aquellas particularidades que nos convierten en humanos; el éxtasis y la agonía de la vida cotidiana sirvieron y sirven de contexto para la prosa de Anneke van Giersbergen, pero los riffs devinieron en texturas etéreamente apócrifas, honestas, y huérfanas de prejuicios. En otras palabras: menos metal pesado y más pesadez de esa que uno tiene que levantar todos los días cuando abre los ojos. Menos sentimentalismo romántico y más amor genuino en los sentimientos expresados. Ellos le dicen “trip-rock”. Algo así como “rock-viaje”. Y “Sleepy Buildings - A Semi Acoustic Evening” lo corrobora: The Gathering es un viaje de ida. 

A diferencia de lo que ocurría en el fallido “Superheat (A Live Album)” (2000), el único registro en vivo oficial editado previamente por los holandeses, “Sleepy Buildings - A Semi Acoustic Evening” consigue trasladar del estudio a las tablas la calidez y fragilidad tan características del grupo con rotundo éxito. Las condiciones y el entorno son aquí distintas: del estadio al teatro, del césped a las butacas, y de la pila de amplificadores a los micrófonos estratégicamente ubicados. Piezas como “Shrink”, “Locked Away”, “Marooned” y “Red Is A Slow Colour” parecieran haber sido creadas justamente para la modalidad unplugged, y la mera imagen de Anneke y sus muchachos cómodamente acariciando cuerdas (algunas de ellas aún subordinadas a los cables), teclas (mayormente piano, aunque los sintetizadores y teclados siguen presentes) y tambores (nada de doble bombo, lógicamente) desde sus respectivos asientos de alguna forma se me presenta como algo inevitable, una suerte de serena y contemplativa culminación de una etapa que sacudiría los paradigmas de la música pesada en todas sus dimensiones y posibilitaría la existencia de propuestas como las de Evanescence o Lacuna Coil. La punzantemente bella “Travel” (una de mis piezas favoritas de toda la discografía del quinteto) adquiere incluso mayor profundidad, dramatismo y autenticidad al ser entonada frente a una audiencia. “Tu música se quedaría para siempre”, canta Anneke, acaso amplificando los pensamientos de los (muy afortunados) presentes. “Tu música se quedaría para siempre”. En efecto. Una vez abierta la puerta, The Gathering se queda para siempre adentro. 

No hay introducciones, anuncios, aplausos ni agradecimientos innecesarios en “Sleepy Buildings - A Semi Acoustic Evening”. El álbum se inicia sin pompa, pero las circunstancias tornan la velada en algo memorable. La lista de temas abarca la faceta más pasional, tierna y delicada de la banda (dentro de una discografía que básicamente se rige por tales términos) y constituye todo un acierto, desde la cándida simpleza de “My Electricity” al despertar ingenuo de “Eleanor” o la catarsis purificadora de la maravillosa “Saturnine” y sus desbordes (aquí contenidos) de frustración. Todos pasamos en algún momento por aquello que describe la letra de esta canción, pero aquí la experiencia se presenta virgen. Y los adjetivos me fallan para describir a “In Motion #2”, el verdadero clásico de “Mandylion” -1995- (“Strange Machines” curiosamente no es de la partida) que hoy, a casi diez años de su versión original, todavía me obliga a “beber de sus lágrimas mientras llora”. Sin palabras. “Strange Machines” te entra por los ojos, pero uno se enamora de The Gathering gracias a maravillas como ésta. Para siempre. 

La novedad corre por cuenta de la pieza que bautiza al álbum, más un interludio (por su brevedad y simpatía) que una canción en el sentido tradicional. Pero lo realmente asombroso resultan ser las nuevas versiones de “The Mirror Waters”, “Stonegarden” (del debut “Always...” -1992-) y “Like Fountains” (de “Almost A Dance” -1993-), todas ellas absolutamente desprovistas de cualquier indicio de brutalidad o, por supuesto, guturalidad, sin que esto las transforme en experimentos irreconocibles. Faltarían “Kevin´s Telescope”, “Leaves”, “Nighttime Birds” y “Great Ocean Road” para que el playlist alcanzara la perfección absoluta. Y, lamentablemente, razones contractuales impidieron la inclusión de material tanto de “Souvenirs” como del Ep “Black Light District” (ambos editados independientemente por el mismo grupo tras su desvinculación de Century Media y posteriormente sub-licenciados a diferentes sellos a lo largo del mundo). Tal vez la mera existencia de “Sleepy Buildings - A Semi Acoustic Evening” se deba al cumplimiento de una cláusula contractual inconclusa entre la banda y Century Media, pero afortunadamente este “grandes éxitos en vivo” merece su lugar al lado de clásicos como “Nighttime Birds” (1997) o “If_Then_Else” (2000). Corolario: 73 hermosísimos minutos que se multiplican una y otra vez, y, contra toda lógica, generan electricidad. Esa que recorre la espina dorsal en ráfagas de éxtasis.

Friday, April 08, 2011

THE GATHERING “Accessories: Rarities & B Sides” (Century Media Records, 2005)


A no engañarse: la razón por la cual este compilado doble de rarezas, demos y “lados B” ve la luz del día es exclusiva y estrictamente contractual: The Gathering, hoy una agrupación independiente, le debía un álbum a su antiguo sello editor, Century Media; y aquí está el resultado. No esperen encontrar, por lo tanto, ninguna rareza post-“How To Measure A Planet?” (1998). Hay que reconocer, no obstante, que ambas partes optaron por desvincularse de sus obligaciones legales de manera admirable, porque si bien “Accessories: Rarities & B Sides” no constituye una obra esencial dentro de la discografía de The Gathering, resulta indudable que todo amante de estos maravillosos holandeses le encontrará considerable valor al emprendimiento, tanto anecdótico como coleccionable. 

Económicamente, la cosa también vale la pena: casi dos horas y media de música al precio de un CD simple. El primero de ellos (“Los Lados B”) incluye todo tipo de reliquias (en su mayoría disponibles previamente y esparcidas a lo largo de diversos Ep’s, ediciones especiales y compilados), desde hermosísimos covers (“When The Sun Hits” de Slowdive, la jazzera e informal “Life’s What You Make It” de Talk Talk, e “In Power We Entrust The Love Advocated” de Dead Can Dance, este último imperdible) a versiones en vivo (en el caso de “Leaves” y “Strange Machines”, con orquesta y arreglos clásicos incluidos), pasando por “Theme From ‘The Cyclist’”, una pieza que la banda compusiera para el cortometraje “The Cyclist”, dirigido por el cineasta belga Jaques Presser, durante la época de “If_Then_Else” (2000). El segundo CD (“Las Rarezas”) contiene demos y versiones preliminares de aquello que luego se convertiría en “Nighttime Birds” (1997) y “How To Measure A Planet?”. En el primero de los casos, resulta fascinante descubrir las diferencias entre el material inicial y aquel que finalmente salió a la venta (la preciosa “Kevin’s Telescope”, por ejemplo, era originalmente un instrumental, y al menos dos otros instrumentales -aquí incluidos- fueron descartados de la versión definitiva del álbum). En el segundo caso, las versiones originales de “My Electricity” y “Probably Built In The Fifties” (donde Anneke suena intencionalmente desprolija) se estructuran en base a arreglos (vocales e instrumentales) tan atípicos como interesantes, que evidentemente terminaron siendo descartados. El mismo grupo incluso se encarga, en un bienvenido gesto, de documentar los detalles y pormenores detrás de cada track en un completísimo e informativo booklet. Obligaciones legales o no, todo este material vale indudablemente la pena. “Accessories: Rarities & B Sides” ejemplifica, entonces, la forma correcta de encarar y ejecutar este tipo de lanzamientos “por compromiso”. Muy recomendado. 

Wednesday, April 06, 2011

THE GATHERING “If_Then_Else” (Century Media, 2000)


“¿Qué rayos te llevó a tomar semejante decisión?” pregunta Anneke van Giersbergen, consternada, en la bellísima “Saturnine”. Porque no caben dudas: entre este The Gathering y el de “Mandyllion” (1995) prácticamente no hay ni punto de comparación. Cuanto menos virtuosa la garganta de la hermosa cantante, más conmovedora. Cuanto más extrañas, experimentales y soñadoras las composiciones del grupo, más desoladoras y complejas a la hora del análisis, pero sin dudas infinitamente apasionantes. Ni heavy metal, doom atmosférico, rock progresivo, ni nada. “If_Then_Else” es el álbum que deja en claro, de una vez y para siempre, que a los sentimientos no se los puede categorizar. Y The Gathering reboza sentimientos. Pasiones. Las mezcla, juega con ellas, las coquetea, seduce y moldea a su total antojo, para finalmente otorgarles vida propia y ponerlas a bailar en un maravilloso estado de pura efervescencia musical. Los instrumentos, empleados cada vez de forma menos convencional, son meras herramientas para lograr arrancarle una lágrima a tu ser. Y créeme que en la mayoría de los casos (“Bad Movie Scene”, “Amity”, “Herbal Movement”), lo hacen. ¿Pero qué mejor que así sea? “How To Measure A Planet?” (1998) fue el punto de partida, la semilla inicial del nuevo rumbo, pero “If_Then_Else” extiende gloriosamente sus hermosas ramas, poniendo en evidencia la amarga dulzura de todos sus frutos. Solo resta que vos te animes a probarlos.

THE GATHERING "Superheat, A Live Album" (Century Media, 2000)


Vengo fantaseando con un álbum en vivo de The Gathering desde el primer momento en el que el maravilloso "Mandyllion" (1995) se cruzó en mi camino, y obviamente las ganas no hicieron más que incrementarse a medida que los años fueron transcurriendo. Problema 1: "Superheat" no sólo no satisface aquellas ganas, si no que te deja todavía con más... muchas más. Problema 2: Evidentemente, la elección del tema de apertura no pudo haber sido peor. "The Big Sleep" es sin lugar a dudas una pieza conmovedora, capaz de hechizarte con su frágil belleza, pero a la hora de abrir un show las cosas son totalmente diferentes. Si la idea era sumergir al público en un clima de relax previo a la descarga del material más pesado, temo confirmar que el resultado no convence. ¿Por qué no abrir en su lugar con algo como "On Most Surfaces", en vez de relegar a ésta a un segundo puesto? Problema 3: La mayor parte del repertorio está compuesto por temas de "How To Measure A Planet?" (1998). Nadie se atrevería a objetar la calidad de los mismos, pero acaso piezas como "Marooned" o "Rescue Me" requieran indefectiblemente del ámbito introspectivo que sólo un trabajo de estudio, y su correspondiente reparo en los detalles más ínfimos, pueden brindar. Para colmo, si las versiones expuestas son un calco exacto de las originales, la gracia es aún menor. Problema 4 (éste es personal): ¡Ninguno de mis temas favoritos está incluido en el disco! ¿Qué pasó con "Kevin´s Telescope", "Travel", "Confusion", "In Motion 1 y 2" o "Great Ocean Road"? Por supuesto, están las obligatorias "Strange Machines" (lamentablemente sin la fuerza ni el brillo que uno hubiera esperado), "Liberty Bell" y "Nighttime Birds", pero francamente no alcanzan. Problema 5: Se pudieron haber tomado la molestia de editar un álbum doble, y de paso agregar algún tema de "Always..." (1992) o "Almost A Dance" (1993), que si bien no contaron originalmente con la presencia de Anneke, constituyen dos obras más que interesantes. Punto A Favor 1: La fabulosa "Sand And Mercury"; 11 minutos de pura gloria luego de tanta penuria. Punto A Favor 2: Las fotos de Anneke en el booklet, claro está... Aunque me gustaba más sin rastas... (¡Igual te queremos!) ¿Conclusión? Si les digo que estoy desilusionado, me quedo corto.

Tuesday, April 05, 2011

DRAGONFORCE “Valley Of The Damned” (Noise Records, 2003)


Otra categórica demostración de la apuballante originalidad que caracteriza actualmente al power metal descartable y su constante esparcimiento: El nombre inicial de esta agrupación inglesa era “Dragonheart”, pero para evitar conflictos legales con el sello discográfico, varias agrupaciones de similar monicker, y la película propiedad de Universal Pictures, el quinteto optó por auto-rebautizarse como “Dragonforce”. Para mayor creatividad, por favor cambiar de género. Pero lo cierto es que este álbum debut amerita mayor interés del que el rutinario marco de poderosos dragones, “valles malditos” y (agregar cualquier otro ingrediente de la fauna y flora powermetalera) pueden llegar a proporcionar. Cero novedad, toda la garra. Hay galope, doble bombo, gritito agudo, duelos de teclados y guitarras, baladita simpática y mucho meeettaaaaalllll que lo pone a uno en modalidad “tráiganme la armadura que hoy me levanté con ánimos de dar batalla”. Y todo funciona a la perfección, irónicamente. De punta a punta, “Valley Of The Damned” se deja disfrutar mientras disfruta destrozando prejuicios y bajas expectativas al unísono. La por momentos enervante garganta de Z.P. Theart constituye el único eslabón débil dentro de una cadena por demás instrumental y compositivamente ultra-rígida. Resta decir que ni Sonata Arctica, Freedom Call, Gamma Ray, ni mucho menos Rhapsody o Blind Guardian enfrentan amenaza alguna, pero agreguen otro nombre a la lista de promesas... total, uno más no hace diferencia. “Invocation Of Apocalyptic Evil” o “Revelations” (¡y dale con la originalidad!) me hicieron mover el pie y alzar los puños sin que siquiera me percate de ello hasta que ya era demasiado tarde, y en lo que a mí respecta, esa es la única prueba necesaria para diferenciar la basura de lo aceptable/entretenido/no-está-mal/mirá-vos-que-lindo dentro de todo aquello relacionado con el power metal. Y Dragonforce pasó la prueba sin problema alguno.