Tuesday, May 17, 2011

MY DYING BRIDE “The Voice Of The Wretched” (Peaceville Records, 2002)


Siempre soñé con un álbum en vivo de My Dying Bride... En realidad, siempre soñé con ver en vivo a My Dying Bride, pero, a medida que pasan los años, uno aprende a conformarse con poco. “The Voice Of The Wretched” puede llegar a confundir con su título, pero se trata en efecto del primer álbum en vivo oficial de los ingleses, si descontamos al Mini-Cd grabado en el festival Dynamo Open Air e incluido como bonus en la re-edición de “The Angel And The Dark River” (1995). Por desgracia, lo triste no es aquí exclusivamente la música contenida en la placa, sino el resultado de un lanzamiento al que debió habérsele dado mayor importancia.

El primer inconveniente salta a la vista en lugar de los oídos, y lo proporciona el formato de edición elegido: las duraciones maratónicas de la gran mayoría del repertorio del grupo ameritan, cuanto menos, un álbum doble. Para muchos se trataría de una sobredosis letárgica, pero para cualquiera realmente interesado en My Dying Bride -los que compran el disco, en definitiva... como yo- hubiese constituido la opción lógica. 74 minutos sencillamente no son suficientes. Asimismo, diseño e ilustración siempre constituyeron un aspecto destacado de los trabajos del quinteto que suele correr por cuenta de Aaron Stainthorpe, vocalista y compositor literario. En esta oportunidad, no obstante, el arte de tapa resulta una decepción rotunda, incoherente si se lo trata de vincular a la obra en cuestión, e insustancial al ser evaluado de manera aislada. Ni siquiera fue incluido un booklet con fotos de las giras recientes o ilustraciones adicionales que complementen la edición. Visual y estéticamente, nunca antes un álbum de My Dying Bride resultó ser tan vulgar.

La totalidad de la discografía del grupo es representada al menos por una canción, salvo por “As The Flower Whiters” (1992), y, debido a que la grabación fue llevada a cabo el 4 de marzo del 2001, durante la gira de promoción de “The Light At The End Of The World” (1999), sólo un único tema de “The Dreadful Hours” (2001) es de la partida (“A Cruel Taste Of Winter”), en este caso a modo de adelanto. El playlist incluye afortunadamente varios clásicos tales como “Your River”, “The Cry Of Mankind” (lógicamente sin la mitad atmosférica que pareciera no concluir jamás), “Turn Loose The Swans”, “The Snow In My Hand” y “A Kiss To Remember”, pero afuera quedaron varios favoritos personales, incluyendo “Sear Me” (cualquiera de las tres versiones, aunque la de 1993 hubiese sido ideal), “Two Winters Only”, “The Light At The End Of The World”, “The Dark Caress”, “Black Voyage” o “The Crown Of Symphaty”. Sin embargo, la lista seleccionada constituye un efectivo compendio, aunque una vez escuchada de principio a fin uno se queda, de alguna forma, con la sensación de que la prioridad le fue dada al costado más extremo y rudimentario de la banda (“The Fever Sea” y “Symphonaire Infernus Et Spera Empyrium” seguidas pueden llegar a agotar incluso al más acérrimo).

El principal problema, básicamente, no es la elección de las canciones, sino la interpretación. TODAS suenan de forma casi idéntica a las versiones originales, y la interacción del público es nula, al igual que la labor de Aaron como frontman, quien en este caso se limita a agradecer y presentar los temas. Desde el punto de vista instrumental y sonoro, no existe posibilidad de queja, y sorprende, de hecho, el nivel técnico y lo aceitada que la banda suena. La consecuencia negativa de una cualidad tan positiva es que uno pareciera estar escuchando los trabajos de estudio. La ausencia del violín, al igual que lo ocurrido en “The Dreadful Hours”, no ocasiona daño alguno. Todas las melodías originales son suplidas, en mayor medida, por la participación especial de Yasmin Ahmed en teclados, y en el resto de los casos es empleada una grabación de las pistas originales. “A Kiss To Remember” sale perjudicada levemente en este sentido, sobre todo la sección inicial (00:53 a 1:13), pero “Your River” adquiere nuevas dimensiones de belleza y melancolía, dos ingredientes fundamentales de My Dying Bride que en vivo deberían haber sido aún más resaltados.

Acaso las expectativas eran demasiadas, o simplemente excedían los límites de lo razonable. “The Voice Of The Wretched” constituye una opción más lograda y sólida que los compilados “Meisterwerk” (2000 / 2001) para aproximarse por primera vez al océano de miserias poéticas y atormentada lujuria de My Dying Bride; pero si de liberar los cisnes de la pasión de aquellos ya iniciados en el arte del sufrimiento se trata, la luz al final del mundo aún se vislumbra demasiado lejana. En lo que a mí respecta, por lo tanto, sólo queda una cosa por hacer: seguir soñando. 

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