Saturday, November 12, 2005

OPETH & NEVERMORE (en vivo / Culture Room, Florida, USA)

"no seré tan lindo como Anneke, pero igual te dejo que me saqués una foto".
Mikael Akerfeldt dixit.

Acabo de llegar de ver a dos de mis bandas actuales favoritas en vivo: Opeth y Nevermore. Acá en el sur de la Florida, ya tuve la suerte de verlas a ambas en tres ocasiones distintas. Curiosamente, en la primera de ellas las dos también compartían cartel, pero en aquel entonces los suecos abrían para los norteamericanos (los que tengan aquel viejo número -ahora no recuerdo cuál era- de la revista Epopeya van a poder encontrar la crónica ahí, junto con fotos del grupo y yo... ¡en la playa!). Esta noche, en cambio, Mikael Akerfeldt y los suyos eran la principal atracción, despachándose con un set de dos horas repleto de perlas como "Face Of Melinda", "The Grand Conjuration", "In My Time Of Need", "Deliverance", "The Drapery Falls" o "Bleak". Hubo para todos los gustos.

una panorámica de Opeth (click para agrandar)

Per y Peter de Opeth, más la omnipresente Maelström


La incorporación de Per Wiberg como tecladista estable hace diferencia, y de hecho el reciente "Ghost Of Perdition" pareciera haber sido compuesto con este detalle en mente. Wiberg solía acompañar al grupo durante las giras de los últimos años, y ya se lo podía ver en el (sublime) DVD "Lamentations". Opeth es una banda de una delicadeza exquisita, y el mellotron es uno de esos instrumentos que les queda como anillo al dedo, sobre todo cuando se tiran para el lado de las atmósferas setenteras o al estilo de los soundtracks italianos que tanto le apasionan a Akerfeldt (somos dos).

El grupo entero posa para una sesión de fotos. El rubio es el nuevo batero
temporario de gira, Martin Axenrot (Bloodbath, Witchery)


Lo que me sorprendió fue encontrarme con un nuevo baterista. Sabía que Martín López estaba en Suecia por problemas de salud, pero tenía entendido que su reemplazante era Gene Hoglan (ex-Death, hoy en Strapping Young Lad). Calculo que las agendas eran incompatibles, y en definitiva siempre es más fácil pedirle una mano a un compatriota, así que la labor recayó en Martin (sí, otro Martín, pero este sin tilde) Axenrot, de Bloodbath y Witchery.

Lo cierto es que Axenrot tiene un estilo bastante menos fluído e intrincado que el de López, y el cambio se sintió. El bajo de Martín Mendez tampoco parecía terminar de cuajar con la base de batería, como si los dos todavía no se pudieran entender del todo. Pero al tercer o cuarto tema la cosa mejoró, aunque sin llegar al vuelo que la dupla uruguaya ya nos tiene acostumbrados.

Akerfeldt es el que se volvió a llevar las palmas, contando chistes, organizando un "torneo de voces death", y deleitando a todo el mundo con su característica ironía ("es lo único que tengo", aclaró, después de auto-proclamarse, en broma,"el mejor cantante de death metal del mundo"). Un grande, un melómano, un alto compositor, y una nueva performance para el recuerdo.

"Ahhh.... ¡Qué música tan alegre!"

Nevermore, por su parte, no tuvo una buena noche. Los problemas de sonido los castigaron desde todos los costados y la garganta de Warrel Dane fue la más perjudicada. Tocaron unas pocas canciones de sus dos últimos discos y se vieron forzados a cederles el paso a Opeth para evitar retrasos en el itinerario. Una lástima, porque las otras dos veces que los había visto me parecieron una de las bandas más arrolladoras sobre la faz del planeta.

"¡arréglenme este maldito micrófono!"

la gente de Nevermore también reclamaba una copia de Maelström

una rara: Nevermore ensayando.

Un detalle: Opeth tocó las tres veces en el mismo lugar. La primera vez (2001, presentando "Blackwater Park") apenas habría unas 300 personas. Podía moverme a mi gusto entre el público y sacar fotos a milímitros de distancia del grupo. La segunda vez (2003, gira de "Deliverance" y "Damnation", ver #5 de la revista) el lugar se empezó a llenar, los hombros se rozaban unos con otros, pero el aire seguía siendo respirable. Hoy, el recinto rebalsaba de gente, literalmente, y todos estaban con la remerita de Opeth. Mínimo, creo que conté unas mil personas. En un lugar que no soporta más de 500. Y todos coreaban las letras. Y por momentos no me dejaban ver nada (de ahí la escacez de buenas fotos). Quedé sorprendido ante el cambio. Opeth está creciendo a nive popularidad, de eso no caben dudas, y la cosa pareciera recién haber empezado. Ellos se merecen todo el reconocimiento del mundo, al fin y al cabo. Y no, no creo que los temas bajen de los 10 minutos en el próximo disco. Con o sin Roadrunner.

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