Wednesday, February 23, 2011

CRADLE OF FILTH “Nymphetamine” (Roadrunner Records, 2004)


El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente. Cradle Of Filth tiene sobrada experiencia en ambos rubros: poder y corrupción. Desde “Dusk And Her Embrace” (1996) en adelante, los ingleses pasaron a convertirse en la agrupación de black metal más exitosa a nivel mundial, y de allí en adelante los números no hicieron más que incrementarse, los devotos se multiplicaban año a año, y los sensacionalismos visuales a los que la banda viene recurriendo desde un principio supieron rendir sus inevitables y premeditados frutos marketineros entre una audiencia preferentemente femenina y adolescente (el resto sabe que los vampiros en realidad no existen y Dani nunca sale de su casa sin sus plataformas).

Pero también estaban los detractores iracundos de turno, como ocurre con cualquier banda que goza de semejante exposición multimediática. Las aguas se dividen y los grises están fuera de la discusión. Cradle Of Filth se ama o se odia, como debe ser; en este negocio la cosa siempre fue así, probablemente siempre lo sea, y ellos no podrían estar más a gusto con la posición alcanzada. Y no obstante tal parafernálico estatus de diligencias extra-musicales, el grupo siempre se las arreglaba para engendrar obras impresionantemente fastuosas, ornamentadas con las más lujosas tonalidades negras, excéntricas aunque sólidas, aptas para todo público y al mismo tiempo capaces de espantar categóricamente a más de un iniciado en el género (los berrinches de Dani, al fin y al cabo, no son para cualquiera). Todos los elementos colisionaban libertinamente y ellos se revolcaban en los excesos resultantes: velocidad, eroticismo, extravagancia, morbidez y tenebrosidad.

Sin embargo, recientemente el grupo pasó del tope de las ligas menores a los puestos inferiores de las ligas superiores, firmando contrato por tan sólo un disco con el gigante multi-nacional Sony Music. La placa resultante, “Damnation And A Day” (2003), terminó siendo un lanzamiento fallido desde su mismísimo planteamiento de obra conceptual, excesivamente dilatada, grandilocuente y ambiciosa. El ruido era mucho, pero a las nueces se las podía contar con los dedos de una sola mano. Y ocurrió lo inevitable: fracaso comercial y crítico, y la imposibilidad de renovar contrato. Una vez más, Cradle Of Filth volvía a cambiar de sello. El nuevo destino: Roadrunner Records, una cima alta de alcanzar, aunque independiente de las garras de lo corporativo. Y a un año desde el mal trago, una nueva placa: “Nymphetamine”. Pero el desconcierto no sólo continúa, sino que se acrecienta.

El principal problema de “Nymphetamine” es sencillo: el álbum carece de una línea estilística definida, y las canciones van desfilando sin pena ni gloria. El grupo se pasea por numerosos territorios (death/thrash furioso, metal clásico, gothic quinceañero y, por supuesto, black metal del más majestuoso) sin conseguir sentirse ya cómodo en ninguno de ellos, y la duración vuelve contraproducentemente a rozar los 80 minutos. Los interminables cambios de formación siguen haciéndose notar, y las canciones (en especial “Coffin Fodder”, “Medusa And Hemlock” o “Filthy Little Secret”) parecieran haberse estructurado de manera estocástica, como si el grupo hubiese simplemente forzado la unión de piezas aisladas e incompatibles hasta formar un puzzle sin brillo ni gracia.

La producción de Rob Caggiano (guitarrista de Anthrax) marginaliza el costado sinfónico, ultra-barroco y orquestal del grupo para en su lugar priorizar los riffs, las guitarras gemelas y los blast-beats (como ocurre sobre todo en la salvaje “Gilded Cunt”), pero el efecto secundario de esta decisión creativa termina siendo un Cradle Of Filth “desnudado” de su esplendor característico. Incluso el mediocre y simplista arte de tapa pareciera haberse aprobado sin antes haberse finalizado.

Los momentos destacables son pocos: las guitarras, el frenesí melódico y el estribillo (“¡negro es mi corazón!”) de “Nemesis” se tornan irresistibles. El tema recuerda a la época de “Cruelty And The Beast” (1998) y confirma que cuando Cradle Of Filth aceita su particular arsenal de trucos, la resistencia es fútil. La romántica y contenida “Absinthe With Faust” consigue seducir los sentidos sin inconveniente alguno (prestar atención a la melodía de guitarra que aparece por primera vez de 2:54 a 3:07), mientras que la extensa “Nymphetamine (Overdose)” cambia de forma una y otra vez, y se beneficia de la participación de Liv Kristine (ex-Theatre Of Tragedy, Leaves´ Eyes) en su segunda mitad (incomprensiblemente, el tema vuelve a aparecer hacia el final del disco en una versión reducida). Y, finalmente, “Mother Of Abominations” [secuela del tema “Cthulhu Dawn” de “Midian” (2000)] consigue poner a burbujear la sangre de una buena vez al compás de un conjuro lovecraftiano (“Ia, Ia, Cthulhu Fhtagn!”) y una cacofonía rítmico-melódica digna de los pasajes más salvajes de la discografía del sexteto.

Pero no alcanza. Cuatro momentos de interés de entre catorce. Cradle Of Filth requiere de un mejor balance a la hora de recuperar no tan sólo su credibilidad, sino todo aquello que los convertía en una banda dinámica, infalible, híper-extrema y personal. Jugar en las ligas mayores tiene su precio, y cuando uno le vende su alma al Diablo (¿de qué otra forma podríamos denominar a los sellos multinacionales?), lo barato sale caro. “Nymphetamine”, entonces, constituye una nueva cuota del pago. 

Tuesday, February 22, 2011

CRADLE OF FILTH - El Día De La Bestia



(reportaje originalmente publicado en MAELSTROM #3 - Septiembre 2003)


La banda más exitosa del black metal vende su alma al Diablo y firma contrato con Sony Music. Consecuencia lógica: una obra descomunal basada en Lucifer y el Apocalipsis. Los días están contados. 

- “Damnation And A Day” es el álbum más ambicioso, más caro, más extenso y con mayor producción de toda la discografía de Cradle Of Filth, pero también es el que más trabajo le da al oyente para ser disfrutado. En lo personal, tuve que escucharlo unas cuantas veces hasta que comencé a agarrarle la mano...

- Como siempre, nos gusta ir en contra de la marea. Cuando firmamos contrato con Sony todo el mundo esperaba que nos “vendiésemos” y editáramos un álbum corto lleno de canciones de 3 minutos y melodías poperas listas para ser convertidas en el hit de la semana. Básicamente se pensaron que nos íbamos a convertir en los nuevos Back Stret Boys, con pasitos de baile y todo...

- ...así que ustedes hicieron exactamente lo opuesto...
- Bueno, sí, pero no fue a propósito. Queríamos hacer algo épico en el sentido descomunal de la palabra. Y para mí los mejores discos son los que más trabajo te dan, los que llevan tiempo de descifrar. Esos son los discos que duran. A lo mejor otros trabajos te atrapan de entrada, pero a las pocas semanas probablemente ya estés aburrido de escuchar algo así. Con este nuevo disco pasa lo contrario.

- La duración total es de 78 minutos. Casi no entra en un CD. ¿Consideraron la idea de editar un álbum doble?
- No, la verdad que no estuvo en los planes. En realidad no hicimos ningún plan. Simplemente empezamos a componer y la bola empezó a rodar. Pero la idea de editar algo doble nunca estuvo en juego.

- ¿Qué les comentaron los productores y la gente de Sony cuando escucharon el disco?
- Les encantó. Están muy conformes y el disco está vendiendo muy bien. No pretendían que cambiáramos nuestro estilo de forma dramática. A lo mejor algunos ingredientes, si demuestran dar resultado, pero nunca un cambio radical de estilo. Lo bueno de la gente de Sony es que ellos te hacen sugerencias. Vos las aceptás o las ignorás. Eso es todo. Creo que el disco en muchas partes se asemeja a nuestros primeros trabajos. Las canciones son más simples, más concisas y pesadas, la producción es mucho mejor, hay cosas de los ´80, cosas del thrash, cosas del metal más tradicional... Hay un poco de todo.

- Hay canciones como “Better To Reign In Hell” o “Thank God For The Suffering” que tienen estribillos ultra-pegadizos y gancheros, algo totalmente nuevo para ustedes. ¿Están tratando de “ampliar sus horizontes”, por decirlo de alguna forma, y este es tal vez el primer paso en esa dirección?
- Para mí es todo una cuestión de variedad. Hay un poco de todo porque simplemente hay muchas canciones. Tenés canciones rápidas y otras no tanto, tenés cosas bien extremas y otras más pegadizas... Algunas de las canciones son bien góticas y otras muy tradicionales al estilo del heavy metal británico. La naturaleza de un disco como este, que tiene 17 canciones, básicamente te demanda esta clase de variedad. Lo mismo pasó con las letras. Diversidad es acá la palabra clave. Un álbum de 17 canciones que suenan todas iguales sería extremadamente aburrido.

- ¿Cuál de las canciones dirías que es la más lograda de todo el álbum?
- Hay varias, pero mi favorita personal es “Thank God For The Suffering”. Me gusta que esté estructurada en base a una melodía de la orquesta. Tiene el balance perfecto entre la orquesta, el coro y la banda, y para mí funciona muy bien. Es una canción triste y romántica.

- ¿Por qué eligieron exactamente a Sony? ¿Les ofrecieron el mejor contrato, o fue por otra razón?
- Fue un muy buen ofrecimiento, sí. Hay cosas que entran en juego que no podés dejar pasar, ya sea la posibilidad de trabajar con un mayor presupuesto como con una distribución y marketing masivos. A veces esta clase de oportunidades te pasan delante de las narices y te arrepentís el resto de tu vida por no haberlas agarrado. No queríamos hacer eso, así que la agarramos... Tal vez fue la decisión equivocada, pero nunca lo sabríamos sin antes aceptar. Todo el mundo nos decía que los sellos grandes son todos iguales y siempre hay problemas... pero lo pensamos mucho y dijimos “¡a la mierda! Cradle Of Filth es justamente eso: hacemos todo lo contrario de lo que la gente espera”. Si esto implica que a partir de ahora todos van a empezar a hablar de nosotros y los rumores van a empezar a dar vueltas, entonces de alguna forma valió la pena (risas).

- ¿Tuvieron alguna oferta de otros sellos grandes, como Universal o Warner?
- Sí, tuvimos varias ofertas. No me acuerdo cuál fue la otra más importante, creo que era Virgin...

- ¿Cómo fue el cambio de lo independiente a lo corporativo? No podés decirme que Sony no les dio ni un solo problema o algún dolor de cabeza...
- Hay que ponerse de los dos lados. Esta clase de música es nueva para ellos. Pero son buena gente, y no hay tantas diferencias entre una cosa y la otra. Nuestra relación con Music For Nations fue muy buena, y ellos tenían un excelente staff de empleados. El staff de Sony también es muy amistoso. Las diferencias no son tan enormes. Nos alojan en mejores hoteles y nos cuidan más, sí, pero más allá de eso no hay muchas otras diferencias.

- Cuando una banda como ustedes firma para una compañía multinacional siempre se citan las mismas razones: la posibilidad de vender más discos y llegar a muchas más personas. Algo total y absolutamente comprensible, pero ¿no extrañas los días en los que el underground era mágico y escuchar cada nuevo disco de cada nueva banda desconocida era una experiencia única?
- Sí, claro, claro. Pero hay una diferencia entre lo que hacemos y lo que la gente pretende que hagamos. Esa época que vos describís ya pasó, quedó atrás y la disfrutamos mucho mientras duró. Pero no podés recrearla. Esas cosas no se recrean, sino que pasan por una razón. No se supone que tenés que forzarlas para que vuelvan a pasar. Era un conjunto de cosas: la edad que todos teníamos hace unos años atrás, el estar en el momento justo a la hora justa, el clima musical que se respiraba en esa época a nivel general... No podés recrear eso de la nada, así que tenés que seguir adelante. Muchas bandas dedican sus vidas a recrear ese sentimiento, pero nunca va a pasar porque lo están forzando. Tiene que pasar por sí solo...

- Esa es la ironía de todo esto. Ustedes, por ejemplo, suenan mejor cada día. La producción mejora disco a disco, los videos y las fotos de prensa ciertamente también mejoran... pero la magia ya no está. Es así de sencillo...
- Bueno, depende de a quién le preguntás. El otro día, estando de gira por Europa, conocí a un pibe del Himalaya que nos acababa de descubrir. Hay toda una nueva generación que está descubriendo a la banda gracias a este disco o el anterior, y eso se nota en los recitales. Para esta gente el último disco es algo completamente nuevo y diferente, y para ellos la magia sí está ahí. Esta gente no tiene idea de lo que fue el black metal noruego, la quema de iglesias, Mercyful Fate o Bathory...

- Mis discos favoritos de ustedes siguen siendo “Dusk And Her Embrace” y “Cruelty And The Beast”... Supongo que me podés llamar “anticuado”...
- Yo estoy entre “Cruelty And The Beast” y el nuevo. “Cruelty And The Beast” porque tengo excelentes recuerdos de esa etapa y me encanta el sentimiento del disco y la magia de aquella época, como decíamos antes. El nuevo me gusta porque es algo distinto y fresco, y lo estoy descubriendo a medida que pasa el tiempo a pesar de que yo estuve involucrado en él. Nos tomó un año entero entre la composición y la grabación, y lo grabamos en un estudio hermoso en una época hermosa del año. Y la pasamos bárbaro.

- En “Cruelty And The Beast” participó Ingrid Pitt (actriz de culto) y en “Midian” estaba Doug Bradley (“Pinhead” en la serie de películas de “Hellraiser”). En “Damnation And A Day” no hay ningún invitado especial...
- No. El disco simplemente no lo necesitaba. Aunque la voz del narrador es la de Dave McEuan, que hacía de malo en la película “Cradle Of Fear”. A propósito, hace poco grabé mi voz para una nueva serie de dibujos animados llamada “Dominator”, y Doug e Ingrid también participan en un episodio...

- Una vez más sufrieron cambios en la formación del grupo para este nuevo disco. ¿Qué fue lo que pasó con Gian (Pyres, guitarrista)?
- Tuvo una serie de problemas personales. Eso es todo lo que puedo decir, realmente... Estaba a punto de casarse, y la verdad que su contribución últimamente era del 1%. Así que era un tanto ridículo que siguiera en la banda bajo esas condiciones. Nos sentamos todos y le dijimos, “mirá, ¿realmente querés seguir estando en esta banda?”. Esto fue después de que volviera de su luna de miel y cuando ya estábamos a punto de entrar a grabar. Le explicamos que su participación nos llevaba a pensar que ya no estaba contento o con ganas de seguir en la banda. Después de unas cuantas charlas separamos los caminos. No hubo peleas. Todavía nos mantenemos en contacto. Ahora está en Italia trabajando con una banda llamada Theatre Des Vampires y también hizo de sesionista para Christian Death. Somos buenos amigos pero desafortunadamente ya no trabajamos juntos. Por ahora la banda es un quinteto, aunque tenemos un nuevo guitarrista que nos está ayudando en las giras. Pero como banda y unidad, a la hora de escribir, hoy somos cinco personas en lugar de seis.

- Esa es una de las principales diferencias entre este disco y los anteriores. El estilo de las guitarras ya no es el mismo, y se nota que Gian no está más en el grupo.
- Sí, es diferente. Hay más “puntuación” en las guitarras del nuevo material, son más pesadas y no tan black metal, y también las afinamos bastante abajo para lograr ese sonido. Tenés que afinarlas de esa forma porque sino una orquesta de 40 músicos como la que usamos te pasa por encima cuando todos tocan al mismo tiempo.

- Vos sos el único miembro original que queda en el grupo. ¿Sos un tipo duro para trabajar?
- No. Soy demandante, pero nada más. Y Paul Allender estaba en el primer disco, se fue y después volvió, así que también se podría decir que es un miembro original. Todo se reduce a que si la máquina deja de funcionar y para arreglarla tenés que reemplazar una pieza.. bueno, la reemplazás y listo. En otros casos hay gente que no me puede seguir o no está de acuerdo con mis ideas, como pasó con Robin, nuestro anterior bajista. Decidió irse porque no podía seguir con nuestro ritmo y prefirió crear su propio proyecto en el cual llevar las riendas. Otros son simplemente vagos, y estar en una banda demanda un montón de trabajo. Un montón. Tenés las giras, los reportajes, las sesiones de fotos, componer, grabar, alejarte de tu familia por meses... Yo ahora tengo una hija de cuatro años a la cual cuidar y educar. No es un picnic en el parque el estar lejos, te lo puedo asegurar... Pero por eso lo hacemos, ¡porque amamos esto!

- ¿Por qué estructuraron al álbum en varias partes divididas por los interludios orquestales y corales?
- Actúan como una especie de “titulares” de cada capítulo. “A Bruise Upon The Silent Moon” es como la introducción de todo el disco, y después tenés al epílogo, “End Of Daze”, y el resto son los interludios que separan los cuatro cuartos del disco. Son “generadores de atmósfera” que le otorgan al disco una suerte de misterio y permiten relajar los sentidos entre tema y tema. Trabajar con la orquesta fue una tarea descomunal. Necesitamos un director, traductores, vuelos de aquí para allá, meses y meses de preparación, hoteles... Era una orquesta húngara que suele grabar soundtracks de películas de Hollywood, así que encararon al disco como si fuese una película más. Durante los primeros días grabamos los interludios, pero tendrías que haberle visto las caras a los tipos cuando usamos las canciones de fondo para que grabasen las otras partes. ¡Tenían una mirada de miedo y asco que fue impagable! (risas) Todo junto nos habrá costado como 55 mil dólares. Y eso es un regalo. Si hubiésemos grabado esto en Inglaterra nos hubiese costado el doble o más.

- Pero hoy en día grabar junto a una orquesta no resulta tan sorpresivo o interesante como antes, ¿no te parece?
- Pero nosotros lo quisimos hacer siempre y nunca pudimos, por razones de presupuesto. Con “Midian” estuvimos bastante cerca, pero no fue lo mismo. En ese disco usamos a cinco músicos clásicos de cámara, pero antes todo era samples y teclados. El nuevo álbum tiene ese sonido de “producción grande” que tanto buscábamos, y con suerte Sony va a poder llevarlo a todas partes. Nuestra popularidad crece día a día, y esto no lo digo con ánimos de sonar como un soberbio. Es la verdad. Y el contrato con Sony es sencillamente otro paso en esa dirección. No estamos tratando de ser estrellas de rock, no nos interesa para nada eso. Pero sí nos interesa hacer la nuestra, componer lo que se nos de la gana. No componemos pensando en la gente, sino en nosotros mismos. Eso viene primero.

- Pero no podés ignorar el hecho de que muchas bandas iniciaron su decadencia justamente después de firmar contrato y grabar para sellos grandes.
- Sí, y nosotros grabamos el nuestro.

- ¿Por cuánto discos firmaron el contrato?
- Por dos, pero hay una opción en el segundo. Si no vendemos las suficientes copias o la gente del sello se cansa de nosotros, nos pueden echar después de este disco.

- ¿Pensás que eso va a pasar?
- Espero que no. 






Gracias A Dios Por El Diablo 
La Historia De “Damnation And A Day” según Dani Filth 

“Damnation And A Day” cuenta en realidad dos historias separadas. La primera mitad trata sobre la expulsión del Paraíso, y la segunda narra los eventos que conducen a lo que generalmente se conoce como “El Fin De Los Tiempos”, la era bíblica en la cuál estamos viviendo actualmente. Algunos la llaman El Apocalipsis. El protagonista de la historia es un ángel llamado Feriluc (N. Del R.: mezclen las letras). A medida que pasan las canciones se ve involucrado en una serie de conflictos. Se distancia de su Creador al considerarse más importante que él, y como consecuencia lo expulsan al Purgatorio. Su cuestionamiento es válido, no obstante “¿Por qué debo arrodillarme frente a un Dios? ¡Todos somos nuestros propios dioses!”, piensa Feriluc, y gracias a sus pensamientos herejes se desata toda una rebelión en el Paraíso. Pero como sus debilidades son de origen humano, algunos terminan sintiendo lástima por él... Los eventos se dan vuelta y Feriluc se da cuenta de que todo estaba predestinado a ocurrir. Él también es una mera pieza del Apocalipsis y sufrirá como todo el resto. El disco termina con una especie de signo de interrogación (“ahora las pesadillas comienzan nuevamente”), y la overtura de la Introducción se repite en el Epílogo, al igual que la cita del Narrador: “...Y la Tierra era sin forma, y el Vació y la Oscuridad enfrentaban lo profundo”... Por supuesto que la historia está repleta de referencias bíblicas, pero también políticas y sociales...”.





Del Génesis A Némesis
O De Cómo Lucifer Se Convirtió En Satanás
(por E.M.)

La historia de cómo Lucifer fue expulsado del Paraíso tras su sacrílega rebelión funcionó como inspiración para infinidad de artistas a lo largo de los siglos. Pero contrariamente a las creencias predominantes, la leyenda no es de origen bíblico ni religioso. En ningún momento puede encontrarse párrafo alguno en la Biblia que mencione la caída de este desdichado ángel, sino tan sólo un par de ambiguas referencias que muchos expertos adjudican, de hecho, a errores o mal interpretaciones por parte de los traductores.

Numerosas son las teorías sobre la procedencia del término “Lucifer”. Algunos afirman que su origen es persa, cultura en la que era considerado el arcángel preferido de Dios y el encargado de la música en el Paraíso. Al pedirle Dios que se encargue a su vez de servir a la Humanidad, Lucifer se niega y explica que su amor por Dios es tan grande que jamás podría servir a nadie más que a él. Es esta desobediencia la que provoca su expulsión.

El término “Satanás” es de origen hebreo y significa “adversario”. Por su parte, se cree también que “Lucifer” es una palabra de origen romano, erróneamente vinculada al “Lucero De La Mañana”, o Venus, y traducida de esa forma gracias a la leyenda que sostiene que Satanás representaba al ángel o la estrella más “brillante” que cayó de los cielos. Y si bien el origen de Satanás, o Lucifer, a modo de “ángel caído” se remonta a la Edad Media, su masificación dentro de la imaginación popular sucedió posteriormente, hacia alrededores del año 1667. Por aquel entonces, un poeta llamado John Milton reinterpretó la historia en forma de verso y la tituló “El Paraíso Perdido”, un clásico fundamental de la historia de la literatura universal. Precisamente de allí proviene el vínculo de Satanás con todo aquello relacionado con “La Oscuridad” y la forma en la que hoy conocemos al “Príncipe De Las Tinieblas”. Milton convirtió al villano de su obra en un héroe rebelde, una noble figura venida a menos y maldita como consecuencia de su oposición a la injusta tiranía de Dios, estableciendo las raíces del satanismo moderno e inaugurando miles de nuevas interpretaciones y leyendas. Según Milton, “Satanás” era el nombre adoptado por Lucifer tras su caída. Ejemplos posteriores de esta dualidad entre el “antes y el después” o el “bien y el mal” pueden encontrarse en incontables textos. En la obra de J.R.R. Tolkien, por ejemplo, la caída de Melkor (Lucifer) da origen a Morgoth (Satanás). Desde entonces, rebeldes y figuras reales a lo largo y ancho de los siglos se vieron identificados con el Satanás de Milton, exclamando a modo de defensa que “es mejor reinar en el Infierno que servir en el Cielo”.

CRADLE OF FILTH “Damnation And A Day” (Sony Music, 2003)


“Damnation And A Day” constituye el álbum más ambicioso, más caro, más extenso y más variado de toda la discografía de Cradle Of Filth... pero también el que más trabajo cuesta disfrutar. 78 minutos. 17 tracks. Una orquesta de 60 músicos. Un coro de 32 voces. Un presupuesto de seis cifras. Meses y meses dentro del estudio. Y, no obstante, la apoteosis definitiva del black metal en versión cinemascope no logra materializarse en ningún momento. 

El tan controversial y temido traspaso de Music For Nations a Sony Music resultó, efectivamente, en un Cradle Of Filth distinto y con mayores recursos a su disposición, pero los berrinches de Dani Filth continúan presentes, la longitud de las canciones no se acopla al formato radial y el público norteamericano seguramente seguirá prefiriendo a Eminem. Porque Cradle Of Filth hoy podrá sonar levemente más accesible en canciones como “Hurt And Virtue” y las extremadamente pegajosas “Better To Reign In Hell” y “Babalon A.D. (So Glad For The Madness”), pero el problema en “Damnation And A Day” es otro: la obra sencillamente no consigue involucrar al oyente y carece de clásicos instantáneos de la talla de “Heaven Torn Asunder”, “Thirteen Autumns And A Widow” o “Her Ghost In The Fog”, tornándose su exagerada extensión problemática y contraproducente. Podría escuchar “Dusk And Her Embrace” (1996) o “Cruelty And The Beast” (1998) tres veces seguidas sin el más ínfimo atisbo de agotamiento, pero “Damnation And A Day” es una placa para desmenuzar en intervalos preferentemente breves.

Acaso por eso la obra se divida en cuatro capítulos, cada uno de ellos inaugurados por las hollywoodenses y apocalípticas intervenciones de la orquesta, a esta altura tan poco imaginativas como absolutamente superfluas. “A Bruise Upon The Silent Moon”, la introducción principal a partir de la cual se desprenden las tres restantes, deja el portal del Infierno a medio abrir, pero en líneas generales la mera presencia de músicos clásicos pareciera hablar más de una estrategia de marketing en lugar de una preocupación musical sincera por parte del ahora quinteto. Por otra parte, en la actualidad post-Therion tales emprendimientos no sorprenden ya a nadie. 

Lamentablemente, el grupo se amalgama a violines, cellos y gargantas en escasas ocasiones, siendo las maravillosas “Thank God For The Suffering” (en la que Dani experimenta con un tono vocal sorpresivamente calmo que recuerda a Type O Negative) y “The Promise Of Fever” las excepciones más trascendentales. La propuesta de Cradle Of Filth es ya lo suficientemente barroca y ultra-rebosada de texturas como para no requerir necesariamente de tal lujoso atavío, más aún cuando los resultados no están ni a la mitad de la altura de las expectativas; y si en efecto fueron empleados 60 músicos excluyendo al coro, uno no puede evitar preguntarse dónde quedaron los otros 40.

La ausencia de Gian Pyres como guitarrista representa uno de los factores principales que permiten trazar marcadas diferencias entre este sexto trabajo y clásicos como los citados “Dusk And Her Embrace”, “Cruelty And The Beast” o incluso el un tanto inferior “Midian” (2000). En esta ocasión la responsabilidad de las seis -y siete- cuerdas recayó exclusivamente en Paul Allender, asistido en varias instancias por el tecladista Martin Powell, y piezas como “An Enemy Led The Tempest” o “Carrion” carecen del frenesí que Pyres infligía en la articulación de sus voraginosos riffs y melodías que estallaban en crescendos contínuos. 

En lugar de priorizar al black metal bombástico de antaño, la totalidad de la obra se debate estilísticamente entre múltiples parámetros que abarcan ingredientes del death metal, el thrash de los ´80, el gothic-doom, el dark, e incluso el metal británico ortodoxo, todos ellos repartidos a lo largo de las numerosas y heterogéneas canciones. En definitiva, el Infierno encierra placeres para todos los gustos, y Dani y cía. siempre se caracterizaron por su indulgencia. 

Cradle Of Filth nunca antes editó una obra tan enmarañada, fascinante, calidoscópica y, contrariamente a lo predicho, no apta realmente para el consumo masivo, y tales delicias se descubren en “Damnation And A Day” indudablemente tras largos y tendidos acercamientos que en un principio no producen más que frustración y angustia. Pero gracias a Dios por el sufrimiento.

CRADLE OF FILTH “Bitter Suites To Succubi” (Spitfire/ AbraCadaver, 2001)


Dicen que el Diablo está en los detalles, y la música de Cradle Of Filth posee montones de ellos. Tantos, de hecho, que el resultado es una suerte de sinfonía barrocamente cacofónica, un verdadero descenso al Maelstrom instrumental, vocal y visual en el que la extremidad -llámese black metal, death, doom, gótico, o thrash- adquiere formas indescifrables pero fascinantes. Y en “Bitter Suites To Sucubi” pueden apreciarse gran parte de dichas facetas con particular detenimiento, al tratarse de una placa que compila material inédito, un cover, nuevas versiones de dos viejos clásicos, y una secuela de un tercero. La duración total es de aproximadamente 50 minutos, por lo cual resulta inapropiado hablar tanto de un álbum propiamente dicho como de un Ep convencional. Se trata, en realidad, de una obra que marca un "antes y después" en la carrera de los ingleses. 

Tras el considerable éxito acumulado luego de diez años de trayectoria, el grupo finalizó su vínculo con sellos independientes (Cacophonous primero, y Music For Nations a continuación) para enrolarse definitivamente en las filas de un gigante corporativo: Sony Music. “Bitter Suites To Sucubi”, mientras tanto, se edita bajo el nombre de “AbraCadaver”, una subsidiaria de Spitfire Records propiedad de los mismos músicos. ¿Consecuencia? Al igual que dichos entretelones contractuales, la calidad fluctúa constantemente a lo largo y ancho de la placa. Seis piezas conforman el material inédito (incluyendo la rigurosa intro y un interludio, ambos carentes del impacto usual), compuesto e interpretado recientemente por la misma formación que grabó “Midian” (2000). Pero a diferencia de aquel registro, “Bitter Suites To Succubi” ofrece a unos Cradle Of Filth notoriamente consolidados como entidad instrumental en la que todos los componentes tienen oportunidad de iluminar la noche. 

El riff principal de “All Hope In Eclipse” (por primera vez de 1:14 a 1:36) desencadena una de las piezas más enérgicas, pegadizas y logradas de la banda, para dar paso poco más tarde a una sección intermedia en la cual los teclados de Martin Powell (ex My Dying Bride, y aquí Martin “Foul”) se expresan magníficamente con toda su fúnebre belleza. Tanto él como Adrian Erlandsson en la batería demuestran ser incorporaciones sumamente bienvenidas. “Born In A Burial Gown” y “Suicide And Other Comforts” contienen sobradas muestras de sus dotes, y, una vez más, sirven para ejemplificar las numerosas capas de detalles con los que el grupo desata constantemente el Infierno sobre la Tierra. 

Por otra parte, las nuevas versiones de “The Principle Of Evil Made Flesh” y “Summer Dying Fast” resultan innecesarias al no presentar grandes diferencias con respecto a los originales (salvo, claro está, a nivel sonoro), y la secuela de “The Black Goddess” no es realmente tal, sino más bien otra copia del material inicial con leves novedades. Y como todo cover -o, al menos, la gran mayoría de ellos-, el de “No Time To Cry” (de The Sisters Of Mercy) representa una inofensiva forma de pasar el tiempo... y extender disimuladamente la longitud del producto final, cuyo balance, si bien un tanto confuso, satisface lo suficiente como para anticipar la próxima entrega. Y es justamente en ese punto dónde, para Cradle Of Filth, comienza el verdadero horror: lidiar con una discográfica multinacional. 

CRADLE OF FILTH “Midian” (MFN, 2000)


Si Midian -la creación literaria de Clive Barker- representa una laberíntica y metafórica necrópolis plagada de engendros nocturnos e insospechadas pesadillas, “Midian” -el cuarto álbum de Cradle Of Filth- transita el camino exactamente opuesto al encerrar, acaso, la obra más predecible de estos controversiales británicos. 

Aquellos cuyos temores presagiaban una aproximación un tanto más accesible al habitual barroquismo gótico de  "Dusk And Her Embrace" (1996) pueden retornar tranquilos a sus respectivas criptas: el cementerio continúa tan esplendorosamente negro como de costumbre. Se trata, en esencia, de una placa que recrea a la perfección las numerosas virtudes expuestas con anterioridad por el sexteto, aunque difícilmente logre trascender de similar forma. La promesa de un País De Las Maravillas en versión black metal (acentuada aún más por el sugerente arte de tapa) quedó, por lo tanto, para la próxima. Incluso el arranque con la lovecraftiana “Cthulhu Dawn” carece del impacto inmediato que en el pasado  desplegaron clásicos instantáneos como “Heaven Torn Asunder” y, fundamentalmente, “Thirteen Autumns And A Widow”. Ni siquiera las numerosas intervenciones de cellos, violines y voces operísticas consiguen apoderarse adecuadamente de nuestra atención. De hecho, tal es el grado de “familiaridad” experimentado, que la participación especial de Doug Bradley (Pinhead en la saga de los filmes de “Hellraiser”) es confundida en un principio con una de las tantas vocalizaciones/segregaciones/regurgitaciones que Dani suele implementar para el espanto de los puristas. 

Curiosamente, sin embargo, nunca antes un álbum de Cradle Of Filth sentó tanto sus raíces sobre las hoy revaloradas espaldas del death metal. En esta ocasión, las descargas no sólo cobran vida con progresivo frenesí hasta alcanzar su apocalíptico climax en un festín de notas agudas, si no que, ayudadas por el sólido doble bombo de Adrian Erlandsson, hurgan en las profundidades casi abismales hasta  obtener un sonido más robusto; aunque, al mismo tiempo, considerablemente opaco y desprovisto de la inmediatez de “Cruelty And The Beast” (1998). 

Continúan presentes, asimismo, las referencias al metal británico clásico, sutilmente camufladas bajo el pálido maquillaje de los músicos; si bien instancias como “Amor E Morte” arremeten con un duelo de solos de guitarra al mejor estilo NWOBHM sin el menor de los pudores. Por su parte, el ex violinista y tecladista de My Dying Bride, Martin Powell, consigue brillar en diversos pasajes, abusando por momentos del clavicordio, pero inundando al mismo tiempo los temas de un delicioso y melancólico aroma a las bandas de sonido de las viejas glorias del cine de terror tan caro al grupo. Un terror que, en definitiva, nunca consigue elevarse por sobre la tumba para finalmente materializar por completo sus escalofríos de placer.

Monday, February 21, 2011

AMORPHIS “Eclipse” (Nuclear Blast Records, 2006)


Hay cosas que son cantadas: Todo lo que sube tiene que bajar y, según lo vienen demostrando los últimos años, toda banda de metal que cambió considerablemente su estilo suele, tarde o temprano, “volver a sus raíces”. Es sólo una cuestión de tiempo para aquellas que no lo hicieron aún. Pero más que un regreso a los días de “Elegy” (1996), como tanto se había publicitado por ahí, “Eclipse” vendría a ser el álbum que Amorphis debería haber editado tras “Tuonela” (1999). El resultado sería una vuelta “a medias”, entonces, porque la época de “Tales From The Thousand Lakes” (1994) quedó definitivamente atrás para estos finlandeses; o tal vez “un paso atrás, dos para adelante y otro para el costado”, como afirma la gacetilla de prensa a la hora de describir el nuevo material. Más o menos así viene la mano en este séptimo larga duración de Amorphis. 

Los gruñidos asoman una vez más su cabeza, la fuente de inspiración vuelve a ser el Kalevala, los riffs suelen ser espesos y preponderantes, las melodías contagiosas y dinámicas, oscilando entre aquella hermosa emulsión de lo folk y lo arábigo que tanto caracteriza a la banda, sin llegar nunca a pecar de melosas o descafeinadas, como ocurría en los mediocres y pseudo-poperos “Far From The Sun” (2004) y “Am Universum” (2001), y el sello editor no es otro que Nuclear Blast (que solía distribuir al grupo en Europa cuando aún formaban parte de Relapse). Las multinacionales quedaron atrás, entonces. Y mejor así. Al fin y al cabo, más vale ser cabeza de ratón que cola de león. Amorphis aprendió la lección y hoy vuelve a ser Amorphis en “Eclipse”, y la idea es dejarlo en claro desde el primer track.  

Incluso la voz del recientemente incorporado Tomi Joutsen (en reemplazo de Pasi Koskinen) se adapta  perfectamente a la clásica estética sonora del grupo, sin necesariamente brillar pero tampoco sin decepcionar. Casi pareciera que no hubiera habido ningún cambio detrás del micrófono y a los pocos segundos uno directamente se olvida de poner bajo la lupa a Joutsen para directamente dedicarse a disfrutar de la música. Algo para nada dificultoso merced a joyitas como “House Of Sleep”, “Leaves Scar”, “Same Flesh”, “Perkele, The God Of Fire” (nada como los rugidos de este tema para remontarlo a uno a su adolescencia... ¡ah, qué épocas los tempranos `90!) y, sobre todo, la bellísima “Brother Moon”, cuya melodía principal constituye probablemente lo más logrado que el grupo haya compuesto en los últimos diez años (advertencia de posible adicción al botón de “repeat” en la sección que abarca de 3:04 a 4:00). 

Tal vez ésa sea la clave para mantenerse vivo en este negocio: descarrilarse momentáneamente para luego retomar aquello que te hizo trascender. Sin pedir disculpas, mirando para atrás sin mirar para atrás, y dejando a todo el mundo contento. 

AMORPHIS “Am Universum” (Relapse Records, 2001)


Retrospectivamente, existe una constante entre cada obra de Amorphis: sustanciales cambios de estilo que por momentos rozan lo drástico. “The Karelian Isthmus” (1992) y “Elegy” (1996) pertenecen a una misma discografía, pero conjeturar lo contrario no representa una opción en absoluto descabellada. El trecho que separa al metal extremo del producto apto para todo público se acorta día a día, la “evolución” constituye una excusa y no una meta, y distinguir entre libertad creativa y libertinaje oportunista se torna confuso. Justamente, “Am Universum” alimenta dicha confusión. No sólo rompe con la constante antes descripta al tratarse del álbum más predecible e insípido de Amorphis, sino que desvincula definitivamente a los finlandeses de su pasado de excesos guturales y desenfrenos rítmicos. Para colmo, las sorpresas faltaron a la cita, cediéndole su lugar a la frustración que significa comprobar el evidente deseo por parte del sexteto de alcanzar una audiencia mayor. 

Si “Tuonela” (1999) permitía, al menos tímidamente, distinguir una banda de rock pesado camuflada entre atmósferas y melodías color de rosa, “Am Universum” transforma la empresa en un esfuerzo inútil. En efecto, los estribillos descafeinados y las estructuras tradicionales están aquí a la orden del día. Por supuesto, el material es, una vez más, altamente pegadizo y las ejecuciones impecables, manteniéndose en buena forma la distorsión y contundencia de las guitarras, pero todo rodeado de un velo intencionalmente inofensivo, como una fiera capaz de destrozarte con sus garras en un abrir y cerrar de ojos que, sin embargo, se limita a rasguñar. 

La cuota de interés está dada por la ocasional intervención de un saxofón (“Crimson Wave”, “Veil Of Sin”) que genera pasajes de exquisita melancolía mientras los cada día más psicodélicos teclados siguen firmes en su afán por dibujar climas arábigos. En ese sentido, y a pesar de los múltiples altibajos, el de Amorphis es un sonido inconfundible, rico en matices armónicos y caprichos folk, ora sutilmente acústicos, ora bañados por un dejo setentero francamente irresistible. Por otra parte, algunas instancias recuerdan irremediablemente a -¡horror de horrores!- Oasis, y tanto aire pop termina en definitiva por colmar los nervios. 

Es curioso (e irónico) como uno se empeña por resaltar los aspectos positivos de una propuesta que, a esta altura, prioriza la accesibilidad por sobre cualquier otra característica. De tratarse de una agrupación debutante, seguramente no existiría tal consideración... Acepto la culpa. 

ALAS “Absolute Purity” (HammerHeartRecords, 2001)


A Erik Rutan le llevó siete años finalizar el debut de Alas, pero uno no puede evitar preguntarse si los resultados justifican realmente el retraso. El también Morbid Angel y Hate Eternal constituye uno de los guitarristas técnicamente más destacados dentro de la escena extrema norteamericana, y en “Absolute Purity” pueden encontrarse pruebas que lo demuestran una y otra vez. Sus cuerdas beben las intrincancias de aguas cuyos vaivenes estilísticos son constantes, aunque nulos son los momentos que recuerdan a los característicos tifones del death metal. “Pureza Absoluta” reza el título, y la predicción se cumple al pie de la letra. Una pureza que de tan cuidada y resaltada roza los límites de lo puritano. 

Durante el primer acercamiento, “Silencing The Sorrow”, “Endlessly Searching” y la misma “Absolute Purity” impactan positivamente hasta empaparte con su brío celestial, pero cuando las olas se deshacen sólo permanece la espuma. Aparentemente, uno de los principales inconvenientes que Ruttan debió sobrellevar durante el transcurso del desarrollo del álbum fue la búsqueda de la alineación más sólida que pudiese encontrar, concentrándose particularmente en el puesto de vocalista. La tarea recayó finalmente en la ex-Dreams Of Sanity y ex-Therion Martina Hornbacher (hoy Martina “Astner”), y su caudal sufre similares resultados una vez experimentado en repetidas ocasiones: portentoso, operístico, y de innegable belleza si se lo considera como un elemento aislado, pero irremediablemente antiséptico y agotador. 

Las sutilezas podrán invadir desde los cuatro costados, el gancho hacer acto de presencia de tanto en tanto, y el desempeño del resto de los integrantes impedir reproche alguno, pero, sencillamente, el álbum no seduce a escucharse en repetidas ocasiones. Las melodías vocales pecan de empalagosas, confundiéndose incluso unas con otras y revelando consecuentemente el principal defecto de la placa: Composiciones monótonas + frialdad instrumental = “Aburrimiento Absoluto”.

AFTER FOREVER “Emphasis / Who Wants To Live Forever” (Transmission Records, 2002)


Una curiosidad: Este Ep de cuatro temas no sólo ofrece versiones levemente alteradas de “Emphasis” e “Intrinsic” (ambas incluidas originalmente en el extraordinario “Decipher”), sino también un cover de la hermosísima “Who Wants To Live Forever?” de Queen que cuenta con la participación especial de Ayreon. Es decir, Arjen Lucassen en guitarras, teclados y producción, y Damian Wilson como vocalista invitado ocupando, en mayor medida, el rol de Freddy Mercury (Jansen hace lo suyo con las partes de Brian May). La idea no sorprende si se recuerda que tanto Jansen como Wilson participaron en Star One, uno de los tantos proyectos recientes de Lucassen, y evidentemente esta pequeña gema fue una grata consecuencia del tiempo libre. 

La presencia de Lucassen puede percibirse incluso desde los primeros segundos merced al distintivo aire “cósmico” de los teclados -Rick Wakeman sonríe-, y si bien la versión original se lleva las palmas en cuanto a dramatismo y emotividad, el intento llega a buen puerto. Wilson participa además en un breve aunque efectivo dueto junto a Jansen en “Imperfect Tenses” (también de “Decipher”). Más que un Ep tradicional, un item que seguramente terminará siendo de colección. 

ABORYM “Fire Walk With Us” (Scarlet Records, 2001)


Algunos le dicen “black metal moderno”. O “black metal futurista”. O cualquier otro rótulo que denote la combinación entre el salvajismo nórdico tradicional desatado en los '90s y los desvaríos electrónicos que caracterizaron a la década subsiguiente. Yo le digo “engaño pretencioso”. “Engaño” porque, al fin y al cabo, se trata del mismo black metal de siempre disfrazado de capricho contemporáneo, y “pretencioso” porque a través de dicho camuflaje se pretende ingresar al podio de la vanguardia. Y Aborym, si bien uno de los exponentes más logrados dentro de esta nueva camada, definitivamente no consigue alcanzar tales niveles. 

El grupo proviene de Italia, aunque entres sus filas se encuentra el húngaro Attila Csihar, aquel del “De Misteriis Dom Sathanas” de Mayhem, y todo un experto en materia de alaridos, regurgitaciones, desgarros de laringe y recitados zombificados. En “Fire Walk With Us” (¿nombre inspirado en el filme de David Lynch?) su diversa labor complementa ritmos ultra-acelerados de baterías programadas y gélidas atmósferas evocadas por samplers y teclados hasta obtener una suerte de black metal digitalizado y sintetizado. Descargas cacofónicas como la apropiadamente titulada “Total Black” podrían haber sido compuestas por cualquier luminaria noruega tras los pasos de Dark Throne, y no obstante adquieren aquí un grado de artificialidad sonora sumamente notorio que, para colmo, es salpimentada con insufribles bases semi-bailables. La oscuridad se hace presente desde la primera nota y reina supremamente hasta la última, por supuesto, pero se trata de una oscuridad cibernética, por momentos impenetrable, y acaso sin los suficientes matices o el gancho necesarios como para incentivar las escuchas repetidas. 

El principal punto de interés lo representa la inclusión de un estupendo cover de “Det Som En Gang Var”, de Burzum, que respeta sorpresiva y considerablemente a la versión original. Las fulminantes “Our Sentence” y “Love The Death As The Life” acaparan un interés similar merced al trabajo melódico de guitarras que efectivamente actualizan, de alguna forma, la rusticidad característica del género. Un género que, de seguir mutando y metamorfoseándose, muy pronto desconocerá similitudes con sus raíces. 

1349 “Liberation” (Candlelight Records, 2003)


Escuchar “Liberation” a un nivel de volumen módico puede resultar literalmente doloroso. El sonido de 1349 está más allá del black metal al estilo necro, más allá de lo grim, más allá de Burzum, Dark Throne o Mayhem, más allá de la categoría “bola de ruido”, y más allá de cualquier récord de velocidad marcado por un baterista del género. 

En el año 1349 después de Cristo, la denominada “Peste Negra” desperdigó sus zarpas a través de gran parte de Europa Occidental acabando con las vidas de decenas de millones de personas, y las diez canciones del álbum debut de estos noruegos bautizados en honor a semejante acontecimiento justamente atacan los sentidos cual letal y execrable enfermedad sónica. Agrupaciones como Cadaver Inc., Dodheimsgard o Aborym comenzaron recientemente a desarrollar esta suerte de black metal ultra-extremo, neo-futurista y, a su vez, fuertemente arraigado en los orígenes mismos del estilo, pero 1349 pareciera romper con todas las barreras previas y dar varios pasos más allá en la escala de lo deshumanizado, prescindiendo en gran medida del aire cibernético que caracteriza a la competencia. 

Lo importante aquí no es el misticismo, la majestuosidad camuflada de disonancia o la vieja y querida atmósfera, sino la brutalidad pura y desinhibida interpretada por músicos comportándose como fieras y preocupados no en la evolución, sino en la regresión.

El grupo proviene de las cenizas de Alvheim e incluye entre sus filas a Ravn en voces y al mismísimo Frost (de Satyricon) como baterista, auto-superándose en materia de golpes por mili-segundo y dejando de lado su característico estilo percusivo (excepto en la formidable “Legion”, que bien pudo haber sido incluida en “Nemesis Divina”) para concentrarse fundamentalmente en ritmos cuasi-militares y el mero taladrar de parches. Su doble bombo es trompeado cientos de miles de veces en piezas como “Satanic Propaganda”, “Evil Oath” o “Manifest”. La producción general resulta intencionalmente paupérrima y se asemeja a la de un demo grabado a comienzos de la década del ´90, el bajo es inexistente, agudos y medios  protagonizan el espectro del rango dinámico, y las guitarras parecen serruchos con sobredosis de esteroides. 

Pero detrás de su parafernalia destructiva y pseudo-futurista, “Liberation” constituye un verdadero álbum de black metal primitivo al estilo old-school repleto de melodías gélidas (la gloriosa “Buried By Time & Dust”, por ejemplo), riffs descomunales, y un nivel de cólera capaz de derrumbar fortalezas. Todos los instrumentos (incluida la voz) atraviesan incontables filtros y etapas de distorsión hasta emerger absolutamente corrompidos e irreconocibles, concatenando una colosal estampida de riffs y blast-beats que ratifican que el metal negro siempre puede tornarse aún más oscuro. En un género exclusivamente de cultistas, 1349 representa la nueva elite. 

1349 “Beyond The Apocalypse” (Candlelight Records, 2004)


“Beyond The Apocalypse” es para 1349 lo que “The Shadowthrone” (1994) fue para Satyricon. Lo excesivo es aún más excesivo, lo barbáricamente despiadado adquiere proporciones blasfemamente bíblicas, no-cartesianas, incluso,  y el récord de extremidad vuelve a ser batido. Desmembrado en un sinfín de pedazos, como si lo anterior apenas hubiese sido una advertencia. La progresión es absoluta. Las mejorías omnipresentes. Sonora e interpretativamente. 1349 erige una “pared de sonido” -una fortaleza, mejor dicho- imposible de demoler, maciza como roca antediluviana. Las guitarras de Archaon y Tjalve consiguen invocar un compendio de riffs instantáneamente legendarios, merecedores de un sitial de honor dentro del género junto a similares proezas de exponentes mayores tales como Immortal o Emperor. Y en lo que a rapidez, tolerancia física y contundencia respecta, los (corroídos) bombos y platillos de Frost desconocen rivales. Lo suyo es digno de verdaderos vikingos. 1349 aplasta a la competencia. Y la furia enloquecedora desatada en “Beyond The Apocalypse” (que literalmente está “Más Allá Del Apocalipsis”) desconoce antecedentes. 

La comparación con “The Shadowthrone” no es arbitraria, más allá de las lógicas similitudes que devienen como consecuencia de compartir a un mismo baterista, y dejando de lado el ingrediente “medieval” popularizado por la agrupación liderada por Satyr, aquí absolutamente ausente. Este disco pudo tranquilamente haber sido editado a mediados de la década pasada. Si en “Liberation” (2003), el álbum debut de este quinteto noruego, el foco se concentraba en las atmósferas chillonamente impenetrables y las facetas más necro y grim del metal negro escandinavo, “Beyond The Apocalypse” sorprende positivamente al ofrecer una secuela de detalles pulidos y producción robusta. Los días de garage quedaron atrás. 

El sonido carece de gran profundidad en las frecuencias más graves, como se acostumbra en el género, pero su reveladora nitidez permite apreciar claramente los malabarismos instrumentales de estos verdaderos gimnastas del black metal. La tormenta es casi perfecta, pero entre tanto desparrame de odio y violencia reluce la destreza de los virtuosos. Los arreglos y la estructuración de las canciones evidencian un acercamiento más “tradicional” hacia el black metal -sin que esto implique facilismo o accesibilidad alguna- en el que no existe lugar para la experimentación cibernética ni la electrónica vanguardista tan en boga actualmente. Por el contrario, piezas como “Perished In Pain” o la misma “Beyond The Apocalypse” demuestran que el thrash de los ochentas desempeña aquí un rol fundamental junto a la negrura noruega de los noventas. Este es un disco de black metal de elite hecho y derecho en el que incluso el bajo puede escucharse. Y lo que se escucha no deja de asombrar.

Dos piezas merecen ser destacadas: el descomunal caos de “Singer Of Strange Songs” (“Cantor De Canciones Extrañas”, título lovecraftiano probablemente tomado de la antología homónima que Brian Lumley y otros autores dedicaron al gran escritor de Providence, es de hecho una interesante descripción del género mismo) y la apoteótica “Internal Winter” (casi al nivel de “Dominions Of Satyricon”, del citado “The Shadowthrone”), que presenta una melodía de guitarra ultra-glacial (5:08) que deviene en riff/hecatombe (5:38) y se dispusta el puesto de “black metal hymn to end all black metal hymns”. El “no va más” indiscutible en materia de invierno musical... Hasta el próximo disco, claro. 

Wednesday, December 24, 2008

Feliz No-Navidad

Hoy me desayuné con el siguiente texto enviado por un muy buen amigo mío a través del correo electrónico. Francamente, estoy tan de acuerdo con sus palabras que decidí copiarlo en su totalidad acá:

Mediante los cuestionamientos a las cosas establecidas en el mundo obtenemos la manera que nos permite determinar su legitimidad, su valoración y la necesidad de conservsión. Entonces, yo me pregunto:

¿Por qué festejamos la navidad ?

¿Por qué, en cambio, no sepultamos a la iglesia católica, la cristiana, la judía, la musulmana, o cualquier otra creencia que lo único que hace es separarnos, diferenciarnos y matarnos?

Pero no… Seguimos festejando el nacimiento de un bebé, nacido de una madre vírgen, que resucitaba muertos y que se dejó matar para salvarnos a todos de la condena eterna. Obviamente, todo esto es una fantasía, la cuál yo no creo, porque nadie nace de una mujer vírgen, y nadie resucita muertos. Nuestra poca valentía a la hora de enfrentar el mundo tal cuál es nos obliga a seguir atados a mitos innecesarios.

Insistimos en festejar la navidad, mantenemos la tradición de la iglesia catolica, muchos con la idea de que es una buena excusa para juntarse a comer con los seres queridos y para pensar , por lo menos por un dia, que el mundo es "paz y amor".

Ojo, éste no es un mensaje anárquico. Festejemos, si quieren, el "día del amor", por ejemplo , y no hablo de San Valentín. Que sea un día en el que todos pensemos y tomemos conciencia de que el amor al prójimo, al mundo, a la naturaleza y a uno mismo existe, que hay que buscarlo, que es la única "religion" que puede mejorar las vidas de las personas.

Así que propongo acabar con el mito de la navidad. Incluso podríamos festejar el 25 de diciembre como el fin de las iglesias, el fin de los mitos, el fin de los dioses, el fin de la hipocresía.

La creencia de un dios, de una religión, sea cuál fuere, ha causado más muertes que ninguna otra peste.Y así seguirá pasando. Ni hablar de lo que pasó en la edad media o actualmente, en la guerra en Irak. Esta guerra no es sólo por el petróleo; es también para ver quién impone su dios. Cristianos contra musulmanes, musulmanes contra cristianos.

No quiero ser aguafiestas, y acabar una celebración que de todas formas es divertida ya que a los chicos les encanta recibir regalos y a los grandes les encanta verles las caras de felicidad. Usemos la imaginación para crear más dias de festejos, pero acabemos con esta estupidez.

Y si alguno es muy creyente y se siente ofendido por mi pensamiento y no me quiere hablar más, no lo culpo: me estarían dando una razón adicional para confirmar que las religiones separan.

Asi que, amigos, este 25 de diciembre... ¡Feliz no-navidad para todos!