Wednesday, February 23, 2011

CRADLE OF FILTH “Nymphetamine” (Roadrunner Records, 2004)


El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente. Cradle Of Filth tiene sobrada experiencia en ambos rubros: poder y corrupción. Desde “Dusk And Her Embrace” (1996) en adelante, los ingleses pasaron a convertirse en la agrupación de black metal más exitosa a nivel mundial, y de allí en adelante los números no hicieron más que incrementarse, los devotos se multiplicaban año a año, y los sensacionalismos visuales a los que la banda viene recurriendo desde un principio supieron rendir sus inevitables y premeditados frutos marketineros entre una audiencia preferentemente femenina y adolescente (el resto sabe que los vampiros en realidad no existen y Dani nunca sale de su casa sin sus plataformas).

Pero también estaban los detractores iracundos de turno, como ocurre con cualquier banda que goza de semejante exposición multimediática. Las aguas se dividen y los grises están fuera de la discusión. Cradle Of Filth se ama o se odia, como debe ser; en este negocio la cosa siempre fue así, probablemente siempre lo sea, y ellos no podrían estar más a gusto con la posición alcanzada. Y no obstante tal parafernálico estatus de diligencias extra-musicales, el grupo siempre se las arreglaba para engendrar obras impresionantemente fastuosas, ornamentadas con las más lujosas tonalidades negras, excéntricas aunque sólidas, aptas para todo público y al mismo tiempo capaces de espantar categóricamente a más de un iniciado en el género (los berrinches de Dani, al fin y al cabo, no son para cualquiera). Todos los elementos colisionaban libertinamente y ellos se revolcaban en los excesos resultantes: velocidad, eroticismo, extravagancia, morbidez y tenebrosidad.

Sin embargo, recientemente el grupo pasó del tope de las ligas menores a los puestos inferiores de las ligas superiores, firmando contrato por tan sólo un disco con el gigante multi-nacional Sony Music. La placa resultante, “Damnation And A Day” (2003), terminó siendo un lanzamiento fallido desde su mismísimo planteamiento de obra conceptual, excesivamente dilatada, grandilocuente y ambiciosa. El ruido era mucho, pero a las nueces se las podía contar con los dedos de una sola mano. Y ocurrió lo inevitable: fracaso comercial y crítico, y la imposibilidad de renovar contrato. Una vez más, Cradle Of Filth volvía a cambiar de sello. El nuevo destino: Roadrunner Records, una cima alta de alcanzar, aunque independiente de las garras de lo corporativo. Y a un año desde el mal trago, una nueva placa: “Nymphetamine”. Pero el desconcierto no sólo continúa, sino que se acrecienta.

El principal problema de “Nymphetamine” es sencillo: el álbum carece de una línea estilística definida, y las canciones van desfilando sin pena ni gloria. El grupo se pasea por numerosos territorios (death/thrash furioso, metal clásico, gothic quinceañero y, por supuesto, black metal del más majestuoso) sin conseguir sentirse ya cómodo en ninguno de ellos, y la duración vuelve contraproducentemente a rozar los 80 minutos. Los interminables cambios de formación siguen haciéndose notar, y las canciones (en especial “Coffin Fodder”, “Medusa And Hemlock” o “Filthy Little Secret”) parecieran haberse estructurado de manera estocástica, como si el grupo hubiese simplemente forzado la unión de piezas aisladas e incompatibles hasta formar un puzzle sin brillo ni gracia.

La producción de Rob Caggiano (guitarrista de Anthrax) marginaliza el costado sinfónico, ultra-barroco y orquestal del grupo para en su lugar priorizar los riffs, las guitarras gemelas y los blast-beats (como ocurre sobre todo en la salvaje “Gilded Cunt”), pero el efecto secundario de esta decisión creativa termina siendo un Cradle Of Filth “desnudado” de su esplendor característico. Incluso el mediocre y simplista arte de tapa pareciera haberse aprobado sin antes haberse finalizado.

Los momentos destacables son pocos: las guitarras, el frenesí melódico y el estribillo (“¡negro es mi corazón!”) de “Nemesis” se tornan irresistibles. El tema recuerda a la época de “Cruelty And The Beast” (1998) y confirma que cuando Cradle Of Filth aceita su particular arsenal de trucos, la resistencia es fútil. La romántica y contenida “Absinthe With Faust” consigue seducir los sentidos sin inconveniente alguno (prestar atención a la melodía de guitarra que aparece por primera vez de 2:54 a 3:07), mientras que la extensa “Nymphetamine (Overdose)” cambia de forma una y otra vez, y se beneficia de la participación de Liv Kristine (ex-Theatre Of Tragedy, Leaves´ Eyes) en su segunda mitad (incomprensiblemente, el tema vuelve a aparecer hacia el final del disco en una versión reducida). Y, finalmente, “Mother Of Abominations” [secuela del tema “Cthulhu Dawn” de “Midian” (2000)] consigue poner a burbujear la sangre de una buena vez al compás de un conjuro lovecraftiano (“Ia, Ia, Cthulhu Fhtagn!”) y una cacofonía rítmico-melódica digna de los pasajes más salvajes de la discografía del sexteto.

Pero no alcanza. Cuatro momentos de interés de entre catorce. Cradle Of Filth requiere de un mejor balance a la hora de recuperar no tan sólo su credibilidad, sino todo aquello que los convertía en una banda dinámica, infalible, híper-extrema y personal. Jugar en las ligas mayores tiene su precio, y cuando uno le vende su alma al Diablo (¿de qué otra forma podríamos denominar a los sellos multinacionales?), lo barato sale caro. “Nymphetamine”, entonces, constituye una nueva cuota del pago. 

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