Hay cosas que son cantadas: Todo lo que sube tiene que bajar y, según lo vienen demostrando los últimos años, toda banda de metal que cambió considerablemente su estilo suele, tarde o temprano, “volver a sus raíces”. Es sólo una cuestión de tiempo para aquellas que no lo hicieron aún. Pero más que un regreso a los días de “Elegy” (1996), como tanto se había publicitado por ahí, “Eclipse” vendría a ser el álbum que Amorphis debería haber editado tras “Tuonela” (1999). El resultado sería una vuelta “a medias”, entonces, porque la época de “Tales From The Thousand Lakes” (1994) quedó definitivamente atrás para estos finlandeses; o tal vez “un paso atrás, dos para adelante y otro para el costado”, como afirma la gacetilla de prensa a la hora de describir el nuevo material. Más o menos así viene la mano en este séptimo larga duración de Amorphis.
Los gruñidos asoman una vez más su cabeza, la fuente de inspiración vuelve a ser el Kalevala, los riffs suelen ser espesos y preponderantes, las melodías contagiosas y dinámicas, oscilando entre aquella hermosa emulsión de lo folk y lo arábigo que tanto caracteriza a la banda, sin llegar nunca a pecar de melosas o descafeinadas, como ocurría en los mediocres y pseudo-poperos “Far From The Sun” (2004) y “Am Universum” (2001), y el sello editor no es otro que Nuclear Blast (que solía distribuir al grupo en Europa cuando aún formaban parte de Relapse). Las multinacionales quedaron atrás, entonces. Y mejor así. Al fin y al cabo, más vale ser cabeza de ratón que cola de león. Amorphis aprendió la lección y hoy vuelve a ser Amorphis en “Eclipse”, y la idea es dejarlo en claro desde el primer track.
Incluso la voz del recientemente incorporado Tomi Joutsen (en reemplazo de Pasi Koskinen) se adapta perfectamente a la clásica estética sonora del grupo, sin necesariamente brillar pero tampoco sin decepcionar. Casi pareciera que no hubiera habido ningún cambio detrás del micrófono y a los pocos segundos uno directamente se olvida de poner bajo la lupa a Joutsen para directamente dedicarse a disfrutar de la música. Algo para nada dificultoso merced a joyitas como “House Of Sleep”, “Leaves Scar”, “Same Flesh”, “Perkele, The God Of Fire” (nada como los rugidos de este tema para remontarlo a uno a su adolescencia... ¡ah, qué épocas los tempranos `90!) y, sobre todo, la bellísima “Brother Moon”, cuya melodía principal constituye probablemente lo más logrado que el grupo haya compuesto en los últimos diez años (advertencia de posible adicción al botón de “repeat” en la sección que abarca de 3:04 a 4:00).
Tal vez ésa sea la clave para mantenerse vivo en este negocio: descarrilarse momentáneamente para luego retomar aquello que te hizo trascender. Sin pedir disculpas, mirando para atrás sin mirar para atrás, y dejando a todo el mundo contento.
No comments:
Post a Comment