“Damnation And A Day” constituye el álbum más ambicioso, más caro, más extenso y más variado de toda la discografía de Cradle Of Filth... pero también el que más trabajo cuesta disfrutar. 78 minutos. 17 tracks. Una orquesta de 60 músicos. Un coro de 32 voces. Un presupuesto de seis cifras. Meses y meses dentro del estudio. Y, no obstante, la apoteosis definitiva del black metal en versión cinemascope no logra materializarse en ningún momento.
El tan controversial y temido traspaso de Music For Nations a Sony Music resultó, efectivamente, en un Cradle Of Filth distinto y con mayores recursos a su disposición, pero los berrinches de Dani Filth continúan presentes, la longitud de las canciones no se acopla al formato radial y el público norteamericano seguramente seguirá prefiriendo a Eminem. Porque Cradle Of Filth hoy podrá sonar levemente más accesible en canciones como “Hurt And Virtue” y las extremadamente pegajosas “Better To Reign In Hell” y “Babalon A.D. (So Glad For The Madness”), pero el problema en “Damnation And A Day” es otro: la obra sencillamente no consigue involucrar al oyente y carece de clásicos instantáneos de la talla de “Heaven Torn Asunder”, “Thirteen Autumns And A Widow” o “Her Ghost In The Fog”, tornándose su exagerada extensión problemática y contraproducente. Podría escuchar “Dusk And Her Embrace” (1996) o “Cruelty And The Beast” (1998) tres veces seguidas sin el más ínfimo atisbo de agotamiento, pero “Damnation And A Day” es una placa para desmenuzar en intervalos preferentemente breves.
Acaso por eso la obra se divida en cuatro capítulos, cada uno de ellos inaugurados por las hollywoodenses y apocalípticas intervenciones de la orquesta, a esta altura tan poco imaginativas como absolutamente superfluas. “A Bruise Upon The Silent Moon”, la introducción principal a partir de la cual se desprenden las tres restantes, deja el portal del Infierno a medio abrir, pero en líneas generales la mera presencia de músicos clásicos pareciera hablar más de una estrategia de marketing en lugar de una preocupación musical sincera por parte del ahora quinteto. Por otra parte, en la actualidad post-Therion tales emprendimientos no sorprenden ya a nadie.
Lamentablemente, el grupo se amalgama a violines, cellos y gargantas en escasas ocasiones, siendo las maravillosas “Thank God For The Suffering” (en la que Dani experimenta con un tono vocal sorpresivamente calmo que recuerda a Type O Negative) y “The Promise Of Fever” las excepciones más trascendentales. La propuesta de Cradle Of Filth es ya lo suficientemente barroca y ultra-rebosada de texturas como para no requerir necesariamente de tal lujoso atavío, más aún cuando los resultados no están ni a la mitad de la altura de las expectativas; y si en efecto fueron empleados 60 músicos excluyendo al coro, uno no puede evitar preguntarse dónde quedaron los otros 40.
La ausencia de Gian Pyres como guitarrista representa uno de los factores principales que permiten trazar marcadas diferencias entre este sexto trabajo y clásicos como los citados “Dusk And Her Embrace”, “Cruelty And The Beast” o incluso el un tanto inferior “Midian” (2000). En esta ocasión la responsabilidad de las seis -y siete- cuerdas recayó exclusivamente en Paul Allender, asistido en varias instancias por el tecladista Martin Powell, y piezas como “An Enemy Led The Tempest” o “Carrion” carecen del frenesí que Pyres infligía en la articulación de sus voraginosos riffs y melodías que estallaban en crescendos contínuos.
En lugar de priorizar al black metal bombástico de antaño, la totalidad de la obra se debate estilísticamente entre múltiples parámetros que abarcan ingredientes del death metal, el thrash de los ´80, el gothic-doom, el dark, e incluso el metal británico ortodoxo, todos ellos repartidos a lo largo de las numerosas y heterogéneas canciones. En definitiva, el Infierno encierra placeres para todos los gustos, y Dani y cía. siempre se caracterizaron por su indulgencia.
Cradle Of Filth nunca antes editó una obra tan enmarañada, fascinante, calidoscópica y, contrariamente a lo predicho, no apta realmente para el consumo masivo, y tales delicias se descubren en “Damnation And A Day” indudablemente tras largos y tendidos acercamientos que en un principio no producen más que frustración y angustia. Pero gracias a Dios por el sufrimiento.
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