Wednesday, June 15, 2011

BORKNAGAR “Quintessence” (Century Media, 2000)


Es preocupante la falta de verdaderos buenos discos dentro del black metal propiamente dicho. Durante los últimos años, las propuestas más logradas e interesantes resultaron ser, curiosamente, aquellas que se distanciaban sin pudor alguno de los límites territoriales del género. ¿Ejemplos? Cualquiera de las obras más recientes de gente como Ulver, Arcturus, In The Woods... y, en menor medida debido a sus aún latentes raíces, Emperor. Y con este cuarto larga duración de Borknagar hubiera jurado que la lista se agrandaba... pero me mataron la ilusión de un solo golpe, fulminante y sin vistas de redención. Los noruegos ya antes habían demostrado sus fabulosas virtudes en el antológico “The Olden Domain” (1997, lejos, lo mejor del grupo hasta la fecha) y el un tanto más recatado “The Archaic Course” (1998), por lo que una consagración definitiva en este “Quintessence” no parecía una predicción descabellada.

Grueso error. Nada, total y absolutamente nada, hay en estos 43 minutos que evidencie evolución o, cuanto menos, refinamiento. De hecho, Oystein G. Brun y sus muchachos parecieran haber desperdiciado por completo su oportunidad de terminar de rematarnos con aquella fabulosa mixtura entre el salvajismo nórdico tradicional y las cuidadas melodías épicas que tan bien supieron hilvanar en el pasado. Porque el presente, si bien no se vislumbra desolador, no logra levantar cabeza. “Quintessence” no es ni más ni menos que un álbum más del montón, intrascendente y por momentos incluso insípido, en el que ni siquiera la notable garganta de ICS Vortex (antes conocido como Simen Hestnaes) logra hacernos cambiar de opinión. De hecho, su participación a modo de invitado en “Spiritual Black Dimensions” (1999), de los compatriotas Dimmu Borgir, ofrecía momentos mucho más logrados que opacan sin vueltas a los berrinches despersonalizados de la mayoría de los nuevos temas. Las vigorosas y enardecedoras entonaciones de ayer conmueven hoy solo en contadas ocasiones (“Colossus” y, sobre todo, “The Presence Is Ominous”), siendo generalmente reemplazadas por piezas que, creer o reventar,  denotan un evidente retroceso (algunas incluso logran asemejarse a las del debut homónimo de la banda). Para colmo, el hecho de contar con dos olvidables instrumentales a modo de relleno, empeora aún más las cosas. ¿Y qué pasó con los amagues sinfónicos y setenteros que tanto amenazaban por implementar? No hay caso. Jamás pensé que iba a decir esto, pero, al fin y al cabo, tendré que reconocerlo: un trabajo (¡agh! ¡dolor!) me-dio-cre.

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