Wednesday, September 07, 2011

HAGGARD “Awaking The Centuries” (Drakkar, 2000)


El anterior y primer álbum de estos alemanes, “And Thou Shalt Trust... The Seer” (1997), pasó a la historia como uno de los emprendimientos más osados y llamativos dentro del género. Y no solo por la particular combinación de música clásica, doom y death metal, si no por los medios utilizados para lograr tales fines: algo más de una veintena de músicos. En el caso de este “Awaking The Centuries”, la experiencia se repite, y los violines, violoncellos, cuernos franceses, harpas, flautas y oboes, sin mencionar a los 9 miembros del Moscow Radio Choir,  resuenan una vez más por doquier, embelleciendo las violentas descargas con las cuales la sección “tradicional” del grupo (es decir, voz cavernosa, bajo, guitarras y batería) arremete entre cada interludio clásico (a los cuales se le suman una breve intro y un prólogo compuestos originalmente por Rachmaninov). Por supuesto, el factor sorpresa ya no es el mismo, y de hecho las posibilidades creativas inherentes a la combinación de semejante cantidad de instrumentos y voces, como ocurría anteriormente, no fueron aprovechadas al máximo. No obstante, “Awaking The Centuries” posee un gancho tan inesperado como  irresistible. Todas las virtudes expuestas en el pasado parecieran haber sido resaltadas considerablemente, bastando solo unos segundos de la magnífica “Heavenly Damnation” para confirmarlo. Asimismo, persisten los excesos guturales que la garganta de Asis Nasseri regurgita entre tanta euforia celestial, pero curiosamente constituyen uno de los atributos que mayor energía y dinamismo le aportan a la propuesta del grupo, contrarrestando efectivamente las incursiones de una soprano que hace lo suyo con pasional perfección. Para colmo, estamos ante un álbum conceptual basado en la vida de Nostradamus, tópico que si bien ya fue tratado antes en numerosas ocasiones, consigue terminar de “redondear” la atmósfera de misticismo medieval que la placa destila en sus escasos pero definitivamente satisfactorios 37 minutos. Una obra singular, sin dudas, pero después de tanto elogio, no hace falta ser vidente para predecir una segura recomendación.

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