Monday, March 21, 2011

HAMMERFALL “Chapter V: Unbent, Unbowed, Unbroken” (Nuclear Blast Records, 2005)


A esta altura nadie pretende que un álbum de Hammerfall sorprenda o se desvíe, ni siquiera por una fracción de milímetro, del mismo camino de siempre. Desde el célebre “Glory To The Brave” (1997) en adelante, el martillo viene cayendo con igual peso y estruendo, una y otra y otra vez. Al imitar (y sin dudas ésa es la palabra acertada) a sus ídolos de infancia, primero de forma un tanto cohibida y hoy sin tapujo alguno, los suecos reavivaron todo un género, vendieron centenas de miles de discos, y acumularon infinidad de excusas para ser adorados por los amantes del “verdadero” metal... y repudiados por sus detractores. ¿Cuántas veces se pueden volver a utilizar las ideas y recursos que Judas Priest, Iron Maiden, Manowar, Dio y Accept ya propagaron en infinidad de oportunidades a lo largo de más de dos décadas? Increíblemente, Hammerfall le encontró la vuelta a la incógnita, superando de muchas formas a los maestros en su propio juego, y viviendo hoy, de hecho, de semejante proeza. Todo por culpa de los templarios, los renegados, los truenos metálicos, y esos reyes cuyo legado había quedado en manos de meros aspirantes a príncipes. Si hay una banda que “se ama o se odia” dentro de la fauna actual metalera, ésa es Hammerfall. La gracia reside en aceptar esta característica, de la misma forma que el grupo la acepta y nunca deja de reconocer, y sencillamente disfrutar de una saludable dosis del viejo y querido heavy metal ochentero de siempre; que al fin de cuentas nunca viene mal. 

Y allí reside justamente el problema de “Chapter V: Unbent, Unbowed, Unbroken”. La fórmula no está ni tergiversada, ni rota, ni se arrodilla ante ningún nuevo capricho estilístico, pero en alguna parte, en algún momento, el ingrediente “mágico” de Hammerfall, aquel que les permite entusiasmarnos, llenarnos de euforia  y obligarnos a levantar los puños contra nuestra propia voluntad... se perdió. O sencillamente se olvidaron de incluirlo junto con este disco, a pesar de que además de las diez canciones de turno la edición sí trae algo tan innecesario y risible como un preservativo con la “H” en el centro de su envoltorio y un mensaje que nos incita a “levantar el martillo”... En fin...

Hammerfall nunca sonó tanto a Accept como en este quinto trabajo. Como ocurría con “Crimson Thunder” (2002), los medios tiempos son aquí los protagonistas, y ya no tanto el doble bombo, salvo en momentos como “Secrets”, que abre la placa a puro estereotipo. El resto de las estructuras continúan funcionando en piloto automático, congeladas (al igual que el guerrero de la tapa) en el tiempo, incluyendo la balada “Never, Ever” (¡un encendedor acá!) y un instrumental ultra-endeble, “Imperial”, íntegramente interpretado en guitarra acústica. “The Templar Flame” y “Take The Black” constituyen los momentos más emocionantes y contagiosos, y la única sorpresa (¿alguna vez imaginaron ver las palabras “sorpresa” y “Hammerfall” en un mismo lugar?) resulta ser la (¿graciosa o patética? Todavía no me decido) participación de Cronos (Venom) en “Knights Of The 21st Century” y sus más de doce minutos de atmósferas oscuras (al estilo Hammerfall, claro), coros solemnes y ritmos de batería para principiantes. 

Y eso es básicamente todo. Si te gustan los clichés, con Hammerfall siempre vas a estar de parabienes, pero este quinto “capítulo” nunca consigue invocar el gaudeamus de previsibilidad (y el consecuente encanto que significa “adivinar lo que viene después”) de sus predecesores, presentándose de muchas formas como la obra más anodina, distante y fría del quinteto hasta la fecha. Incluso la producción de Charlie Bauerfeind carece del impacto o la espectacularidad necesarias. Porque así como uno con Hammerfall ya sabe a qué atenerse, justo es también afirmar que las pretensiones a la hora de ser entretenidos siempre son altas, y en esta oportunidad sólo se cumplen a medias. Será que de tanto golpe uniforme, el martillo ya necesita que lo jubilen...

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