Hay que reconocerle al menos una virtud a Luca Turilli: el tipo está muy seguro de sí mismo. ¿De qué otra forma se explica un proyecto paralelo que cobra vida luego de tan sólo dos trabajos de la agrupación principal (“King Of The Nordic Twilight”, de 1999, y Rhapsody, respectivamente), un arte de tapa tan irrisorio como el que pueden apreciar arriba -alguien estuvo viendo demasiados capítulos de Robotech-, un título en extremo ridículo como “El Profeta Del Último Eclipse”, una puerilmente bizarra sesión fotográfica como la que ilustra el diseño externo e interno del álbum, y una sobredosis de canciones que bien podrían describirse como “ultra-epic-symphonic-cosmic-archi-requeterecontra-classical-bombastic-colossal-epic-power-metal”?
Evidentemente, Turilli sabe lo que quiere y lo expone sin resquemores. Lo que opinen los detractores sencillamente es irrelevante. En ese sentido, “Prophet Of The Last Eclipse” constituye la consagración definitiva de todo aquello que el metal grandilocuente y majestuoso representa, y resistirse es francamente fútil. Cuando todo indicaba que el límite ya había sido alcanzado (prueba contundente: los dos últimos trabajos de Rhapsody, uno más endeble que el anterior), Turilli conjuga y acentúa hábilmente las virtudes que le dieron fama, hace a un lado la intransigencia que infecta actualmente a su agrupación principal, e incorpora cuantiosas novedades a modo de propina. “Prophet Of The Last Eclipse” va directo al grano y no hace escalas, y el comienzo de “War Of The Universe” posee una de las melodías más memorables que se hayan escuchado en el género. Lisa y llanamente, no puedo imaginarme algo más “Hollywood metal” que ésto.
Las diferencias con respecto al material previo (solista o junto a Rhapsody) son considerables, no obstante. Más de uno se incomodará ante coqueteos electrónicos, samplers y ritmos programados que irrumpen en los primeros segundos para reaparecer en repetidas ocasiones a lo largo y ancho de la placa, sobre todo en la extensa pieza que la bautiza y cierra. Pero tras numerosas audiciones se torna evidente que todas y cada de una de tales primicias se acoplan perfectamente al producto final, beneficiándolo, agrandando aún más lo grandilocuente y expandiendo fronteras antes inamovibles, salvo por dos excepciones imposibles de obviar: una suerte de molesto efecto de scratching que aparece y reaparece en la citada “Prophet Of The Last Eclipse” -más acorde al accionar de un DJ en una pista de baile que a los desvaríos de un compositor que se jacta de tomar inspiración de la música clásica y las bandas de sonido-, y fundamentalmente la absurda “New Century´s Tarantella”, una suerte de broma/guiño cultural que de tan disparatada roza lo bochornoso y en su comienzo se asemeja más a un chamamé de la puna argentina que a una verdadera tarantella. Sí, yo me pregunto lo mismo que ustedes: ¿por qué Luca?... ¡¿POR QUÉ?!
Instrumentalmente, Turilli vuelve a desplegar su arsenal sinfónico con el mismo brío de costumbre. El álbum fue producido por el dúo dinámico de Sascha Paeth y Miro en Alemania, y como invitados de turno encontramos a cuatro coros diferentes, un cuarteto de cuerdas, timbales y demás instrumentos percusivos clásicos, más el cantante islándico de ópera Rannveig Sif Sigurdardottir y la sensacional soprano norteamericana Amanda Somerville (que pone la piel de gallina en “Prophet Of The Last Eclipse”). La gacetilla de prensa que acompaña mi copia promocional del disco menciona a André Matos (ex-Angra, Virgo, Shaman) como cantante invitado en “Demonheart”, el primer corte de difusión, pero de ser esto cierto yo verdaderamente requiero ayuda profesional, a no ser que Matos nos haya engrupido durante todos estos años y su verdadero nombre sea Olaf Hayer. Lisa y llanamente, la voz del carismático brasilero no puede distinguirse en ningún momento, o acaso su intervención resulte exclusiva a la variante del tema aparecida en el Ep “Demonheart”, editado anteriormente a este trabajo.
Hayer se apodera una vez más de las riendas del álbum. Puede que su tono y estilo no escapen a los formalismos convencionales del género si se lo compara en lo que a personalidad respecta con, digamos, Fabio Lione (por citar la opción más obvia), pero indudablemente su labor la desempeña sin fisuras y en ningún momento incentiva la especulación imaginaria de posibles reemplazos. Y sino, escuchen “The Age Of Mystic Ice” o “Prince Of The Starlight”. Por su parte, la balada de turno, “Timeless Oceans”, no alcanza la altura de la excelsa “Princess Aurora”, pero al menos sobrepasa ampliamente a todas las piezas similares de los tres últimos trabajos de Rhapsody combinados.
Como era de esperararse de alguien que cada día se asemeja físicamente más y más a una cruza entre Hamlet y Conan El Bárbaro, el olor a celuloide desempeña un rol protagónico en “Prophet Of The Last Eclipse”. A esta altura, Turilli y el séptimo arte constituyen ingredientes indisolubles. “Rider Of The Astral Fire” posee un interludio coral de voces cuasi-infantiles que recuerda al tema principal del filme “Chi L' Ha Vista Morire?”, del inigualable Ennio Morricone, mientras que “Zaephyr Skyies´ Theme”, un bellísimo interludio netamente instrumental, está bañada de aires celtas y goblinescos que parecieran homenajear al soundtrack de “Phenomena” (ya visitado anteriormente por Rhapsody en el Ep “Rain Of A Thousand Flames” de 2000).
Si “King Of The Nordic Twilight” fue considerado por muchos como “un tercer disco de Rhapsody”, “Prophet Of The Last Eclipse” presenta a un Luca Turilli notoriamente más inspirado y desinhibido compositivamente. Ésta es precisamente el área en la cual Turilli desconoce rivales: como guitarrista nunca encabezará lista alguna, pero en lo que a la ecuación “power metal + pomposidad hollywoodense = orgía apoteótica” respecta, nada como un tano con delirios de grandeza para recordarnos el significado del término “pasión”.
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